Debut entre sensaciones extremas
erbia nos espera este domingo en medio de sensaciones extremas: augurio de desastre por las patéticas exhibiciones ante Inglaterra y Bélgica, o reencuentro mágico al estilo Brasil 2014.
Jugar ante equipos del primer mundo del fútbol nos exponía a eso: al riesgo de quedar en evidencia a las puertas del debut mundialista, sin tiempo para reaccionar y con la moral en estado de
shock. Sele, Sele ■
WEsteban Valverde SAN PETERSBURGO, RUSIA. - Mi cuarto día en Rusia me dejó una experiencia que me marcó, me acercó más a la cultura rusa y me permitió comprender muchos pensamientos que iban y venían desde el lunes, día en que pisé territorio mundialista por primera vez.
Viajé con un hooligan ruso, solo él y yo en un taxi y, aunque parezca increíble, tuve una conversación fluida con un habitante del país europeo.
La aplicación Uber fue objeto de una actualización este jueves en el país sede del Mundial, y a causa de eso, debí utilizar Yandex, un software similar, pero en el que también están incluidos taxis.
Me recibió un automóvil gris, con un camanance a un costado, pero como un verdadero ajito por dentro.
De una vez, la frase que rompió el hielo: “Hello my friend... Are you a fan?”... Mi espíritu se alegró, por fin encontré alguien que entendía inglés.
El conductor era un hombre llamado Paolo, de tez blanca, tupida barba pelirroja y anteojos de sol. Su consulta de si me gustaba el fútbol tenía una razón y él me la comunicó apenas le dije que sí.
“Soy un hooligan ruso, pero soy buena persona”, mencionó entre risas.
La decisión de foguearnos a ese nivel tuvo mucho de valor pues igual pudimos enfrentarnos a equipos de segunda fila, paquetazos que nos habrían inflado el ego previo viaje a la dimensión del engaño.
Al menos ahora sabemos a qué vamos, en qué estado llegan los grandes candidatos, cuánto nos separa de ellos y, sobre todo, si tomamos las decisiones correctas al llevar a Rusia a determinados futbolistas en detrimento de otros.
Y eso es responsabilidad del técnico, quien deberá responderles, a sus jefes y a la historia, si pecó de ingenuo al jugársela por este o aquel, cuando era mejor buscar respuestas en el medio local, con hombres de escaso millaje en la pero, al menos, en mejor estado.
Para disipar contradicciones, hace una semana escribimos que los verdaderos partidos eran los del Mundial, los que dan o quitan puntos; pero tampoco podemos evadir la realidad de lo que vimos en la última semana y media. No se puede jugar tan mal, sin patrón, orden ni esquema, sin referentes, sin una idea clara, con producciones individuales y colectivas pobrísimas, sin respuestas del banquillo... Y en este inventario de cosas negativas, nuestro entrenador la embarra y aparece a los ojos del planeta fútbol como un técnico que ni siquiera conoce el nombre de los futbolistas a los que nos enfrentamos.
Uno quisiera que el domingo la se reencontrara con su mejor versión.
E intentar retomar la condición necesaria las vísperas del Mundial es imposible, como comprobamos en la recta final de la preparación, en donde, descontado el juego de exhibición ante Irlanda del Norte, Inglaterra y Bélgica nos empujaron a la realidad.
Quedamos en manos de la fe, de la buenaventura, de la posibilidad remota de que el equipo sea eso, un once capaz de rendir como en aquel 3-4 ante Rusia, la victoria ante Colombia en la Copa América Centenario, o el 0-1 contra Estados Unidos en su patio. Pero, ¿funcionará así el fútbol?
Miedillo. No voy a negar que en el momento sentí inseguridad, porque un hooligan es un aficionado al fútbol que se considera tradicionalmente violento y problemático.
Comenzamos hablando de fútbol, el taxista tenía claro que Alemania y Brasil son los favoritos para ganar el trofeo, pero dice que pudo ver el amistoso entre Costa Rica y Rusia, de octubre del 2016 ,en el que los ticos ganaron 4 a 3.
“Es buen equipo, puede hacer las cosas bien”, dice el texto que me entrega en su teléfono.
Me mencionó las limitaciones que tiene como hooligan para entrar a un estadio.
Paolo tenía toda la intención de asistir al partido inaugural de la Copa del Mundo; empero, la Policía lo tiene en una base de datos de personas que no pueden entrar en los recintos deportivos.
“Somos buenas personas, algunas ricas, otras pobres, pero lo único que nos gusta es ir a los estadios”, dijo.
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