De la campaña electoral a la toma de posesión
Sin proponérselo, todo fue llegando poco a poco, lentamente, como sucede en la vida. Pareciera trabajarse sobre un tapiz tejido por manos desconocidas, extrañas, invisibles. Así comenzó la pasada campaña electoral. Los partidos tradicionales –ya se remozarán– llegaron de primeros y fueron los primeros en salir. Las demás agrupaciones políticas obtuvieron varios diputados. Como se sabe, dos partidos, el PAC y Restauración Nacional, al no obtener el 40 %, pasaron a la segunda ronda. Ganó el candidato del PAC con casi el 70 % de la votación.
En el último debate, previo al día de la segunda ronda, los candidatos Fabricio Alvarado y Carlos Alvarado se abrazaron y se ofrecieron mutua ayuda. Sobrevino el triunfo y la toma de posesión de Carlos Alvarado. Su discurso, corto, concreto y bien escrito, de frases breves y claras, estuvo dominado por tres palabras claves, “trabajar, trabajar y trabajar”, seguidas de acción, reforma fiscal, infraestructura vial, tren y muchos temas más.
Consultado el público, una señora de apellido Fernández, proveniente de San Isidro de El General, dijo lo que se está cumpliendo: “Que el país no se nos salga de las manos”. Esto es cuanto demanda y espera el pueblo.
La toma de posesión, como era de esperar, fue sencilla y sobria, como lo será la nueva cultura política y social de Costa Rica más el consiguiente cambio de mentalidad.
Dos reflexiones conductuales pareciera desprenderse de la campaña electoral de ambos candidatos. La de Fabricio Alvarado diría así: “El hombre busca, más allá de las cosas, una verdad suprema que lo llene”. La otra, la de Carlos Alvarado, podría ser esta: “Trabajemos con orden, amparados a una nueva cultura política para alcanzar cosas concretas”. Pero el primero cometió un error. Una cosa es que la gente meta el corazón en Dios y otra cosa es imponérselo indirectamente valiéndose del binomio política-religión. Eso, el votante lo rechazó.
Eso mismo ha sido la defensa permanente de los partidos políticos tradicionales, que no han desaparecido, como algunos proponen para desfigurar nuestra democracia y convertirla en posverdad, siempre compuesta de engaños, subterfugios y mentiras. Tal práctica quedó patente en días pasados cuando el “desorden” arrastraba millones de dólares. Por fortuna, trabajo, acción y honradez están en camino.
Opinión pública. Un tema muy olvidado en el país es el concepto de opinión pública. Todo funcionario sabe que no estará inscrito en el libro de oro de la historia patria, pues su misión es servir y respetar esta opinión, ya se trate del presidente, un ministro, un diputado o un magistrado.
Como expresa el tratadista Johannes Messner en su libro El
financiero: “La expresión ‘opinión pública’ vale frecuentemente (…) como la última palabra que ha de decidir todas las cuestiones vitales de la democracia”. Y una de estas “cuestiones vitales” es la prestación de un servicio público. Para eso se elige a los mencionados funcionarios.
Tampoco olvidemos un concepto de Immanuel Kant, contenido en su libro Filosofía de la
historia: “Lo que es verdad en la historia no vale nada en la práctica”. Esta frase fue recogida por Jacinto Choza en su obra La realización del hombre en la cultura. ¿Y qué es lo práctico? No otra cosa que las obras de todos los días, lo concreto, desde lo pequeño a lo grande, desde desayunar y cepillarse los dientes hasta aquellas labores más exigentes: el trabajo, el ejercicio profesional, la academia, las labores de la casa y el campo, así como cuanta actividad se presente en la existencia de cada persona.
En el afán de convertir todo en negocio, lo pequeño, lo ordinario, eso de todos los días pasa a ser realidad humana dispuesta a contribuir al logro de una vida social más digna, más próspera y segura.
Otra ruta. La misma democracia, tan metida en nuestra memoria colectiva, pide una ruta de perfección; aún está encerrada por el candado del 4-3, concebido para el nombramiento de juntas directivas de instituciones autónomas, algunas sujetas al cordón umbilical del Estado empresario. Tanto el ICE como Recope, si soltaran tantas amarras y le permitieran más libertad de acción a la iniciativa privada (mejor regulada), el país tendría energía eléctrica y gasolina más baratas. No obstante, la iniciativa privada sigue estando medio presa.
Ojalá prospere la propuesta gubernamental de las alianzas público-privadas. Los votantes estamos hastiados de tantas trabas. No basta con creer que la nuestra es la primera democracia latinoamericana; no le cerremos la posibilidad de crecer, ni continuemos presa del desorden, el burocratismo, la pasividad y el conformismo.
Dejemos en el camino tanta estrechez de espíritu y no caigamos en el pretexto de estudios y posposiciones, que solo retrasan las acciones y reformas nacionales urgentes, como la del déficit fiscal. Los partidos tradicionales se levantan de otra forma: colaborando, haciendo patria y perfeccionando la democracia.
En cuanto al servicio público, puesto aquí en segundo plano, expresa Fernando Inciarte, decano de Filosofía y Letras de la Universidad de Münster, en Alemania, lo siguiente: que el gobernante, si es profesional en política, debe, primero, dotar al país de soluciones nacionales, no las propias de su profesión. Y agrego, menos servir al partido elector.
De la campaña electoral a la toma de posesión, existe un paso intermedio: lo que pide y espera el país: unión, bienestar, paz y libertad.
Ojalá prospere la propuesta gubernamental de las alianzas público-privadas