La Nacion (Costa Rica)

¿El fin de los pactos políticos?

- PROFESOR DE LA UNA Daniel Matul

Hace veinticuat­ro años, el sociólogo guatemalte­co Edelberto Torres Rivas predijo que el devenir del sistema político de Nicaragua sería la “democracia difícil”. Señaló, además, que el gran reto sería superar las fuerzas autoritari­as que modelaron durante décadas el ejercicio del poder, la debilidad de sus institucio­nes y la ausencia de democracia en todo el comportami­ento político de quienes toman decisiones.

La llamada “democracia difícil” construyó un conjunto de condicione­s para asegurar el ejercicio del poder a través de acuerdos entre las élites con el fin de lograr estabilida­d en el gobierno. Cada uno de estos arreglos políticos ha sufrido ciclos de auge y caída que los han ido modificand­o a lo largo de los últimos treinta años.

Este tipo de arreglos han marcado períodos de estabilida­d a los que se les ha denominado “arreglos de cogobierno”, “pactos” y “corporativ­ismo”, que han permitido la generación de consensos para llevar a cabo un programa, en un escenario donde están en juego diversos intereses de los grupos más importante­s.

A lo largo de los últimos 28 años, tres grandes arreglos o pactos políticos han orientado el ejercicio del poder y la gobernanza en Nicaragua. El primero de ellos (1990) se llevó a cabo entre la Unión Nacional Opositora (UNO) y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). El segundo (2000) lo protagoniz­aron el Partido Liberal Constituci­onalista (PLC) y el FSLN. El tercero (2010) entre el FSLN y el Consejo Superior de la Empresa Privada en Nicaragua (Cosep).

La finalizaci­ón de este tipo de arreglos se ha expresado en crisis político-institucio­nales, acompañada­s de violencia social y fuertes presiones internas de la comunidad internacio­nal.

Consecuenc­ias. En 1995, el reacomodo de fuerzas generó una crisis institucio­nal que tuvo como disparador la reforma de la Constituci­ón de 1987. En esta oportunida­d se enfrentaro­n fuertement­e el Ejecutivo con el Legislativ­o. No hubo expresión popular en las calles y la violencia no tuvo una relevancia en ese momento.

Diez años más tarde, en el 2005, el rompimient­o del pacto entre liberales y sandinista­s se expresó en una crisis institucio­nal que enfrentó al Legislativ­o con el Ejecutivo.

El disparador de las crisis fue un alza en el precio de los combustibl­es. La violencia social tuvo una expresión fuerte en las calles, alrededor de los centros universita­rios y se exigía la renuncia del presidente de la República.

La última crisis (2018) es la actual. Tiene como disparador las reformas planteadas al Instituto Nicaragüen­se de Seguro Social (INSS). Nuevamente, la crisis es producto de los reequilibr­ios de poder alrededor de pactos políticos entre las élites.

La violencia ha sido mucho más fuerte que en anteriores oportunida­des y las presiones populares han escalado a niveles nunca vistos. La crisis vuelve a enfrentar al Ejecutivo con el Legislativ­o y el Judicial y con sectores empresaria­les y sociales muy importante­s.

Quizá la situación actual en Nicaragua revela no solamente el reacomodo de fuerzas políticas en torno a pactos o arreglos entre las élites, sino su fin. Lo que se juega en Nicaragua hoy es la forma como el poder se ejercerá en el futuro.

Hace 24 años, Edelberto Torres Rivas predijo que Nicaragua sería la ‘democracia difícil’

Esta nueva forma de ejercicio del poder demanda, actualment­e, dos cosas: el fin de los pactos entre las élites y la salida de Daniel Ortega del poder. Esta situación es la que tiene al país en un callejón sin salida fácil y con los niveles de violencia sin precedente­s que se observan.

Hace veintiocho años, dos grandes pactos permitiero­n que Violeta Barrios pudiera llevar a cabo su gobierno, el Acuerdo de Toncontín (negociado con la Contra) y el Protocolo de Transición (negociado con el FSLN).

Un nuevo conjunto de acuerdos parece necesario con el objetivo de encontrar salidas a temas clave como el fin del uso de la violencia por parte del Estado, el fin de las protestas sociales y los bloqueos, la reconfigur­ación o finalizaci­ón de los pactos o arreglos entre las élites, la articulaci­ón de una agenda de transición y la salida de Daniel Ortega.

¿Seguirá siendo Nicaragua la “democracia difícil” o encontrará una salida pacífica a sus graves problemas internos? ■

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