Capital del ruido
PERIODISTA Huyamos de San José! dice Armando González, director de La Nación, en la edición del martes 12 de junio del 2018, agobiado por el ruido que permite o fomenta la Municipalidad de San José.
¡Que no se le ocurra venirse para Santa Ana! Con gran suceso, se ha constituido en este cantón una inverosímil Asociación de Fervientes Amigos del Ruido (AFAR). Tiene como fin acabar con la paz de los vecinos que no la integran y molestarlos desde muy temprano y hasta muy tarde con todo tipo de ruidos humanos, animales y materiales.
Ilegalmente establecida, cuenta la AFAR varios centros de operaciones prominentes, en los cuales las personas que no hacen ruidos estrepitosos e insoportables son consideradas ciudadanas de tercera clase, o menos aún.
Integran este distinguido y estridente grupo numerosas empresas dedicadas al perifoneo, así como escuelas y colegios cuya única misión pareciera ser el adiestramiento de niños y muchachos para los desfiles del 11 de abril y del 15 de setiembre, con su cuota de interminables y estruendosos redobles.
Esposas viejas.
Los perifoneos son algo especial: sus vehículos circulan en todo momento del día (de noche descansan, pero mejor no decirlo en alto, no vaya a ser que…) y casi todos los días, solicitando a todo volumen que se les done computadoras viejas, planchas viejas, lavadoras viejas, refrigeradoras viejas, esposas viejas (para maniatar maleantes, se entiende).
Para ello pasan el mensaje una y otra vez, sin tomar aire (es una grabación) atronando los aires, como si nuestra meta en la vida fuera descartar todos los días algún electrodoméstico.
Sin embargo, uno tiene que agradecerles la coherencia con la cual tocan a la puerta de nuestra conciencia ecológica. Es decir, nos vuelven locos mientras no les demos algún chunche enchufable aunque esté en buen estado.
Se distinguen igualmente como candidatos al Mejor Productor de Ruido del Año decenas de motociclistas que atronan las calles del cantón sin que esto moleste en lo más mínimo al alcalde de la desventurada Santa Ana ni a los oficiales de tránsito locales.
Recientemente se han incorporado al diabólico sistema organizaciones religiosas que celebran cultos a todo volumen varios días a la semana, haciendo despliegues musicales desafinados a decibeles imposibles.
Aunque vivo a 100 metros de una de esas organizaciones, el ruido se propaga al punto de que me obliga, así como a otros vecinos, a desertar e irnos, por decirlo así, con la música a otra parte mientras duren sus cantos y gritos muy parecidos a los de un video que circuló antes de las elecciones. Como les decía, el alcalde muy bien, gracias.
Meter ruido es uno de los deportes incurables de la vida moderna. Se practica en todas partes, como una religión perversa en la que todos van al infierno.
Creo que si hubiera un Campeonato Mundial de Ruido, Costa Rica podría llegar hasta las semifinales, por lo menos. Sería un consuelo...
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Si hubiera un Campeonato Mundial de Ruido, Costa Rica llegaría a las semifinales
EN GUARDIA
LABOGADOECONOMISTA a cumbre del G7, celebrada en La Malbaie, Quebec, debió haberse aprovechado para apaciguar la guerra comercial entre los países industrializados y solucionar los graves problemas del comercio internacional. Pero nada de eso ocurrió. Se abortó. ¿Quiénes fueron los responsables?
Yo voy a dar una visión muy distinta de la transmitida en la prensa. Se inculpa al presidente Trump por no firmar el communiqué acordado en forma unánime, debido a declaraciones conminatorias posteriores del primer ministro canadiense, Justin Trudeau. ¿Se justifica la reacción de Trump? No. Pero tampoco la de los demás dignatarios, incluido Trudeau.
¿Por qué los incluyo a todos? Por no haber sabido identificar los problemas de los viejos tratados comerciales y no reconocer que el orden internacional, basado en esas normas y alianzas, refleja una situación muy ajena a la teoría del libre comercio y ventajas comparativas que los economistas respaldamos. La realidad es un enjambre proteccionista y discriminatorio inserto en los tratados comerciales por cálculo político o impulsos de grupos de interés.
Defender el orden actual ignora el principal problema de fondo: “El comercio ha impactado negativamente a grupos de trabajadores y comunidades”, según alertaron el FMI, el Banco Mundial y la OMC en un extenso trabajo conjunto publicado en marzo del 2017. Dicen: “Evidencia reciente sobre el efecto de la competencia de las importaciones en los trabajos manufactureros en ciertas localidades de Europa y Estados Unidos demuestra cuán duros pueden ser”. O, como recalcó Ruchir Sharma: “La globalización generó gran prosperidad, pero la élite fue la que más ganó. Conforme la inequidad creció, agitó grandes bolsones de resentimiento entre los dejados atrás” (The New York Times, noviembre del 2016).
Mi interpretación es que Trump se enfrentó a una defensa descomunal de los tratados, dentro y fuera de su país, absolutamente reacia a aceptar cambios y, por eso, se brincó las trancas. Si impone tarifas para corregir desequilibrios (con TLCAN, por ejemplo, Canadá protege sus lácteos con aranceles del 270 %), Canadá, México y la UE incurren en el mismo pecado en vez de aceptar que hay fallas por resolver. ¡Lástima!, porque se estaban acercando. El communiqué de La Malbaie contenía una frase clave que ya Trump había aceptado: “Reducir tarifas, barreras no arancelarias y subsidios”, pero Trudeau, tras de la cumbre, sacó el florete y exclamó:
Entonces, todo se vino abajo.
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