La Nacion (Costa Rica)

No dar mérito a México es de pendejos

- Antonio Alfaro PERIODISTA analfaro@nacion.com

Finaliza el partido, México festeja, el Chicharito llora de felicidad y a un par de metros escucho la frase del día: “¡¿Qué festejan pendejos?! Los quiero ver así cuando lleguen al quinto partido”.

¿Pendejos? Quiero once así, haciéndole sentir riesgo a Alemania en cada avance, con un gol que es una obra maestra del contraataq­ue.

México fue tan pendejo como la Sele tica ante Uruguay en Brasil 2014, cuando nos deleitamos con los elogios de los Hugo Sánchez, los David Failtenson y compañía.

A lo mejor estoy pidiendo mucho. A lo mejor debo entender que esa es la esencia del “aficionado”: tener archirriva­les, no darles mérito a toda costa, encontrar en medio del logro alguna falencia que no viene al caso (el bendito quinto juego al que México añora llegar, esos cuartos de final que siempre se le han negado fuera de su tierra).

Por suerte, el párrafo anterior no describe a toda la afición costarrice­nse. Alrededor también escucho frases de admiración hacia los dirigidos por Osorio. Su escuadra supo hacer lo que correspond­e a un equipo mediano frente a una potencia abalanzada en su contra, obligada a ganar.

Quizás mi comprensió­n está nublada ante un México por el que no siento adversión, país repleto de gente humilde, amable y apasionada por el fútbol. Quizás desde Cantinflas y El Chavo del 8 aprendí que había un más allá de aquella arrogancia vendida tiempo atrás por más de un comentaris­ta deportivo azteca. Para algunos, la Concacaf era la fea vecindad en la que el Tri estaba castigado a jugar.

México, sin embargo, siempre ha sido más que unos cuantos periodista­s dormidos en los laureles de su poderío en el área. En todo caso, han ido cambiando el discurso.

Prefiero la imagen que me dejó hace algunos años el Chicharito en una conferenci­a de prensa en Copa Oro, cuando el atacante era la figura de Concacaf, fichado por el “Man U”. Saludaba a propios y extraños con igual cortesía; respondía con respeto e inteligenc­ia, como uno desearía que lo hiciera más de un futbolista.

No sé. Tan solo intento entender por qué no odio el festejo azteca. Consuela saber que en Costa Rica más de un aficionado también tiene el gusto por el fútbol bien jugado y la valentía de dar méritos a quien los merece; así sea México.

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