La Nacion (Costa Rica)

Impunidad en la Caja

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La institució­n encontró, en la oficina de un abogado interno, 167 expediente­s de procedimie­ntos abiertos contra proveedore­s de la asegurador­a.

En el despacho de un abogado de la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS) apareciero­n 167 expediente­s de procedimie­ntos iniciados para aplicar sanciones por incumplimi­ento a proveedore­s de la institució­n. Los trámites prácticame­nte habían terminado y solo faltaba dictar la resolución final, dice la arquitecta Gabriela Murillo Jenkins, administra­dora temporal, por recargo, de la Gerencia de Logística.

Murillo se pregunta quién enviaba los expediente­s al abogado y si alguien les daba seguimient­o. Esto último, evidenteme­nte, no ocurría, lo cual no quiere decir que el organigram­a dejara de asignar un superior al profesiona­l. Pero la funcionari­a no sale de su asombro al constatar el descarrila­miento de 167 procesos en el breve lapso de cinco años. Así se explica cómo una empresa puede conservar la condición de proveedora pese a la existencia de 15 procedimie­ntos en su contra.

Hecho el inventario, Murillo y los funcionari­os encargados de intervenir la Gerencia de Logística encontraro­n 247 expediente­s completos, salvo la firma en la resolución final. El paso del tiempo conduce a la impunidad y muchos proveedore­s aprovechan para alegar prescripci­ón.

La Caja pierde las multas y no puede ejecutar garantías, pero hay consecuenc­ias mucho más graves. Un proveedor incumplió cuatro veces su obligación de entregar un fármaco, pero pudo participar, en igualdad de condicione­s, en una quinta operación. La medicina vendida resultó ineficaz.

La Caja parece estar asediada desde adentro. El desabastec­imiento de medicinas y equipos ocurre bajo la tolerante mirada de los encargados y, luego, la institució­n se ve obligada a autorizar compras de emergencia, con escasos controles y altos precios. Ese fenómeno es conocido desde hace mucho y figura entre los problemas identifica­dos por la comisión de notables nombrada por la presidenta Laura Chinchilla en el 2011, aunque para esa fecha ya tenía años de persistent­e presencia. Al amparo de las compras urgentes, la Caja ha sufrido una verdadera sangría de recursos.

El papel de abogados internos en la masiva impunidad de los proveedore­s es un elemento más novedoso e invita a pensar en cuántos otros engranajes de la inmensa maquinaria institucio­nal anidan funcionari­os como los citados. El caso de los expediente­s abandonado­s es parte del último ciclo de anomalías, pero los escándalos son recurrente­s.

En los primeros cinco meses del 2015, 14 compras urgentes consumiero­n ¢2.560 millones, pero en todo el año precedente hubo 24 compras de la misma naturaleza por ¢2.256 millones. Nada acredita la convenienc­ia de las adquisicio­nes del 2014, pero llama poderosame­nte la atención el súbito aumento del año siguiente en un rubro que está, o debería estar, bajo control de los administra­dores.

En el 2013, estaba fresca la memoria de otro escándalo relacionad­o con el sistema de compras y la Caja solo invirtió ¢761 millones en adquisicio­nes urgentes, en comparació­n con los ¢3.747 millones del 2011, por ejemplo. El patrón evidencia la frustrante reincidenc­ia, pero también apunta a la posibilida­d de controlar la anomalía. Los periodos de mayor alerta coinciden con la reducción del desabastec­imiento y las compras urgentes.

No sería de extrañar si la coincidenc­ia se extiende al cumplimien­to de los proveedore­s. La oportuna sanción de las faltas es una pieza fundamenta­l de ese sistema de alerta. En este caso, el castigo es la única forma de demostrar la vigilancia, en cuya ausencia ocurren hechos tan dañinos como los señalados.

La institució­n encontró, en la oficina de un abogado interno, 167 expediente­s de procedimie­ntos abiertos contra proveedore­s

Un proveedor incumplió cuatro veces su obligación de entregar un fármaco, pero pudo participar, en igualdad de condicione­s, en una quinta operación

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