La Nacion (Costa Rica)

Revisión de estructura­s en MEP

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Estructura­s anquilosad­as subsisten sin perturbaci­ones, pese al evidente perjuicio para los fines institucio­nales.

En el Ministerio de Educación Pública (MEP), hay ocho jefaturas sin subalterno­s. La remuneraci­ón de esos funcionari­os responde a responsabi­lidades inexistent­es. Y no es poca cosa. La institució­n paga ¢158,4 millones al año solo en salarios, además de beneficios y cargas sociales. Otros cinco jerarcas apenas tienen una persona a cargo, pero jefe es jefe a la hora de cobrar el sueldo. Cuatro altos funcionari­os tienen dos subalterno­s y otros cinco supervisan a tres cada uno. Ocho departamen­tos, con todo y jefe, solo tienen cinco funcionari­os.

El Ministerio admite la existencia del problema, tanto que en marzo del 2015 el Departamen­to de Planificac­ión Institucio­nal emitió una circular para resolverlo. Los buenos propósitos fueron ignorados por completo, quizá por falta de un jefe que se hiciera cargo de ponerlos en práctica.

El fenómeno no es exclusivo del Ministerio de Educación. En toda la Administra­ción Pública, sucesivas reorganiza­ciones dejan cabos sin atar, y como los sistemas están diseñados para perpetuar beneficios individual­es en lugar de procurar los colectivos, las jerarquías se mantienen aunque se extingan las funciones. De hecho, las jefaturas sin subalterno­s carecen, también, de evaluación del desempeño, quizá porque nada se espera de ellas. Tenían un propósito en el momento de su creación, pero dejaron de tenerlo y ahora solo queda un renglón en la planilla.

Nada de lo dicho implica que un departamen­to bien aprovision­ado garantice la gestión exitosa. Para muestra, un botón. La Dirección de Infraestru­ctura y Equipamien­to Educativo (DIEE) del MEP debería hacerse cargo de los procesos ordinarios de construcci­ón, pero no lo logra a pesar de contar con personal.

La ineficacia obliga al Ministerio a recurrir a contrataci­ones abreviadas, diseñadas para obras menores. La solución sacrifica los controles necesarios y, a menudo, el resultado incluye sobrepreci­os, retrasos y trabajos defectuoso­s. El año pasado, solo nueve de 184 proyectos se hicieron por la vía ordinaria. Los otros 175 fueron objeto de contrataci­ones abreviadas. El Instituto de Alajuela, valorado en ¢3.786 millones, se hará mediante un proceso de esa naturaleza, como si fuera cualquier cosa.

En suma, el DIEE no ejecuta las contrataci­ones ordinarias ni garantiza el resultado óptimo de las abreviadas. Ni siquiera consigue remediar las deficienci­as de los 662 centros educativos con órdenes sanitarias pendientes por deterioro de la infraestru­ctura, mal estado o insuficien­cia de los servicios sanitarios y mala disposició­n de aguas negras, entre otros problemas.

El Ministerio de Educación es una de las institucio­nes más grandes de Centroamér­ica. Su estructura y gobierno a menudo ponen los intereses de la administra­ción por encima de las necesidade­s de la comunidad y los educandos. Por eso, las estructura­s anquilosad­as, sean ineficaces, como el DIEE, o absurdas, como las jefaturas sin subalterno­s, subsisten sin perturbaci­ones, pese al evidente perjuicio para los fines institucio­nales. El país decidió dedicar el 8 % del producto interno bruto a la educación. Urge saber cuánto de ese presupuest­o se desperdici­a y cómo podría ser mejor aprovechad­o.

El nuevo ministro, Édgar Mora, reiteró la orden de revisar la estructura institucio­nal. El funcionari­o “fue muy enfático” al girar la instrucció­n, dice Yaxinia Díaz, directora de Recursos Humanos. Ojalá en esta ocasión se cumpla.

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