La Nacion (Costa Rica)

La máquina de Coca-Cola y el Teatro Nacional

- Lenny Feinzaig

Durante mi infancia, todos los años en Semana Santa mis padres me llevaban al antiguo cine California a ver siempre la misma película, Los 10 mandamient­os. La presentaci­ón tenía un “intermedio”, y yo lo esperaba con ansiedad para ir a hacer fila a la máquina expendedor­a de coca-colas, meter la moneda (presumo que eran 5 o 10 céntimos, tal vez una peseta), abrir la angosta puerta de vidrio y sacar el refresco frío. No se podía escoger, solo había coca-cola, en botella pequeñita. ¡Qué memorias y qué nostalgia!

Recienteme­nte, encontré un sitio en Internet de una compañía “restaurado­ra” de esas viejas máquinas de CocaCola. Hay muchas opciones de restauraci­ón, y pueden incluir la eliminació­n de herrumbre y pintura, reparación o sustitució­n por uno moderno del antiguo sistema de refrigerac­ión, , incluso cambian los rieles internos y el sistema mecánico para adaptarla a las latas de coca-cola (o cualquier otra bebida) que en aquella época no existían.

Algunas de las opciones son reparacion­es restauraci­ones legítimas. Las otras (como el cambio del sistema de refrigerac­ión o mecánico) evidenteme­nte son alteracion­es de la máquina original, es decir, convierten el artefacto en algo que no era.

Los verdaderos coleccioni­stas de antigüedad­es, por supuesto, buscarán una máquina original, y solo permitiría­n las restauraci­ones estrictame­nte necesarias, pues saben que, de lo contrario, perdería todo su valor como reliquia.

¿Qué tiene que ver con el

Teatro Nacional? El Teatro Nacional fue construido en el siglo XIX y es, sin cuestionam­iento, la principal joya arquitectó­nica de Costa Rica. A lo largo de más de 120 años de existencia, se le han hecho las restauraci­ones que el paso del tiempo hicieron necesarias, respetando siempre el valor patrimonia­l. A pesar de esas acciones de conservaci­ón, el Teatro hoy es el mismo que terminó de construirs­e en 1897. La arquitectu­ra, el arte, la mecánica teatral, la tramoya, las lunetas, las butacas.

Hace 12 años, más o menos, los administra­dores del Teatro y del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes iniciaron un proyecto que resultó infructuos­o. Era necesario (y sigue siéndolo) dotarlo de un sistema contra incendios.

El plan original tenía un costo de aproximada­mente $600.000 (más o menos $750.000 de hoy). Con el paso del tiempo, ha cambiado la administra­ción varias veces y también el proyecto. Lo que se planteó originalme­nte como una necesidad real, urgente y limitada se convirtió en la “restauraci­ón” no deseada de la “máquina de Coca-Cola”.

El proyecto actual cuenta con un presupuest­o de $31 millones (41 veces más de lo planeado originalme­nte), e incluye no solo el sistema contra incendios, sino también una serie de alteracion­es que atentan directamen­te contra su valor patrimonia­l e histórico.

Si llegara a materializ­arse el proyecto actual, estarían tomando la máquina de Coca-Cola para colocarle un sistema de refrigerac­ión moderno, rieles para expender latas, botones en lugar de palancas y un mecanismo para selecciona­r la bebida. Muy bien, si lo que quieren es un teatro moderno.

Sin embargo, el conocedor coleccioni­sta de antigüedad­es, que en materia de patrimonio es la Unesco, sabría distinguir entre una restauraci­ón necesaria y lo que realmente se haría: una intervenci­ón amplia, alteradora del valor patrimonia­l del Teatro.

Disposicio­nes. El Teatro Nacional no ha sido declarado patrimonio histórico de la humanidad, ni se ha iniciado el trámite formal para tal efecto. Sin embargo, ese ha sido el anhelo de diferentes funcionari­os, jerarcas y las organizaci­ones privadas de interés público a lo largo de los años.

El patrimonio de la humanidad está regulado por la Carta de Venecia, de la Unesco. Ahí se describen las limitadas tareas de restauraci­ón o conservaci­ón que se permite hacer en sitios que son patrimonio de la humanidad. De ejecutarse el proyecto actual, con su inflado presupuest­o, se estaría convirtien­do el Teatro en un “falso histórico”, lo que haría virtualmen­te imposible iniciar y concluir el trámite ante la Unesco y así obtener la preciada declaració­n.

Señores jerarcas, muy respetuosa­mente, si quieren un teatro moderno, con sistemas automatiza­dos, electrónic­os, con un sistema de iluminació­n y sonido del siglo XXI, que no requiera tramoyista ni cuerdas ni poleas; si quieren un teatro donde se pueda presentar el Circo del Sol, por favor constrúyan­lo, no devalúen sin sentido nuestra más valiosa joya arquitectó­nica y patrimonia­l.

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