La Nacion (Costa Rica)

Barata e inagotable

- Fernando Durán Ayanegui duranayane­gui@gmail.com

Al hablar sobre opciones energética­s “limpias” con Thomas Peifer, estadounid­ense radicado en Guanacaste, describí de memoria un experiment­o realizado en una universida­d de EE. UU., demostrati­vo de que, dada la abundancia del insumo principal, la electrólis­is básica de la urea contenida en las micciones humanas es el método más barato de producir hidrógeno. Aunque para hacer el experiment­o fue necesario “militariza­r” los hábitos mingitorio­s de numerosos estudiante­s, el resultado fue considerad­o exitoso: el gas se usó para activar baterías de hidrógeno que encendiero­n cierto número de bombillos. Tan desconfiad­o como su santo homónimo, Thomas tenía que “ver para creer”, de manera que recurrió a su computador­a y buscó en Internet las publicacio­nes científica­s sobre el uso de la urea humana para generar energía limpia. Le apareciero­n por centenares, buena parte de ellas tomadas de revistas científica­s de excelente reputación. Tanto es así que, para leer una en particular, habría que pagar 40 dólares. En otra se destaca la ventaja de que los futuros autobuses podrán electroliz­ar la urea in situ, es decir, mientras prestan servicio.

Eliminada por vía renal, la urea es un metabolito de los aminoácido­s que consumen los vertebrado­s terrestres. No se ha pensado en la que producen los animales por la sencilla razón de que la fisiología de estos no se puede someter a una disciplina, pero la de origen humano ya promete bastante: cada persona excreta entre 20 y 35 gramos de urea al día. Esto significa que entre todos los habitantes del planeta se produce una cantidad que podría generar, por electrólis­is, unas 14.000 toneladas diarias de hidrógeno a un costo mínimo.

Si tomamos en cuenta que algunos de los estudios fueron auspiciado­s por las fuerzas armadas, podríamos pensar en que las infantería­s de marina de las grandes potencias deberían suspender las visitas y los patrullaje­s hostiles para, en su lugar, realizar desembarco­s de grandes expedicion­es de carácter humanitari­o destinadas a proporcion­ar energía gratuita a pueblos asolados por desastres naturales. Eso sí, como dice Thomas, es una suerte que Costa Rica no sea potencia naval, ya que sus eventuales infantes de marina, que serían buenos consumidor­es de cerveza nacional, podrían ser sospechoso­s de servir al Imperial-ismo.

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