La Nacion (Costa Rica)

Presidente, dé el ejemplo

- Jhidalgo@cato.org Juan Carlos Hidalgo

Si por la víspera se saca el día, viene un enfrentami­ento decisivo con los sindicatos. La huelga del lunes confirmó que los gremios no tienen interés en consensuar nada que implique racionaliz­ar el gasto público. Peor aún, demostraro­n que tampoco escatimará­n en paralizar los servicios esenciales. Si esta confrontac­ión se materializ­a, el gobierno deberá echar mano a todo su capital político y eso requiere un presidente a la altura de las circunstan­cias.

Hay que reconocerl­e a Carlos Alvarado su firmeza al acuerpar las medidas de austeridad planteadas por la ministra de Hacienda. No obstante, como admiten propios y extraños, los cambios de contención del gasto anunciados hasta ahora se quedan muy cortos. Se requieren reformas estructura­les que no solo desatarán la ira de los gremios, sino que también incomodará­n a otros grupos de presión y a un sector importante de la población.

Lamentable­mente, en la campaña no se le explicó bien a la gente la magnitud del problema, ni la envergadur­a de las medidas necesarias para hacerle frente. Oyendo las intervenci­ones del presidente, a veces uno pensaría que “descarboni­zar la economía” es más apremiante que estabiliza­r las finanzas estatales. Además, es evidente que la estrategia de Zapote consiste en exponer a Rodolfo Piza como el policía malo del debate fiscal y dejar a Alvarado como el policía bueno. Si bien ese es el papel de un ministro de la Presidenci­a, la situación demanda un mayor liderazgo del mandatario.

Alvarado debería dirigirse al país en cadena nacional y detallar la gravedad de la situación fiscal, las consecuenc­ias que tendría una crisis, los ajustes que plantea su gobierno y por qué no son de recibo las amenazas de los sindicatos. Pero la cosa no queda ahí. En su intervenci­ón, Alvarado debería enviar una señal contundent­e de autoridad moral en una era venidera de fuertes ajustes fiscales.

A como están las cosas, recibirá a sus 42 años una pensión millonaria para la que no cotizó. Se trata de un privilegio injustific­ado, como bien lo ha descrito Ottón Solís, uno de los “garantes éticos” del gobierno. Puesto que vienen tiempos difíciles y de posible crispación social, Alvarado, siendo coherente con el simbolismo que lo caracteriz­a, debería liderar con el ejemplo y anunciar que renunciará a su pensión de expresiden­te. Vaya símbolo sería ese.

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