La Nacion (Costa Rica)

El proteccion­ismo de Trump es una máquina de Rube Goldberg

- Anne O. Krueger

WASHINGTON, DC – Para evitar pagar el arancel del 25 % a las importacio­nes de acero impuesto por el gobierno de Trump, algunos países aceptaron aplicar cuotas de exportació­n a 59 variedades de productos de acero. Al mismo tiempo, el gobierno señaló que los fabricante­s estadounid­enses que usan insumos de acero pueden solicitar al Departamen­to de Comercio una exención del impuesto si necesitan productos especiales que no se consigan en Estados Unidos.

A Trump tal vez le parezca que imponer cuotas a las exportacio­nes y otorgar exenciones a los importador­es locales es bueno para Estados Unidos en lo político y en lo económico. Nada más lejos de la verdad. Políticame­nte, la administra­ción Trump ya le hizo un daño grave a la posición internacio­nal de Estados Unidos al justificar aranceles contra exportacio­nes de países aliados como una cuestión de “seguridad nacional”.

Pero las derivacion­es económicas de los aranceles de Trump no son menos alarmantes. Los fabricante­s estadounid­enses que dependen de insumos de acero ya afrontan costos más altos, y es posible que pronto se encuentren con faltantes; el precio del acero en Estados Unidos aumentó a un 50 % más que en China o Europa. De hecho, la emblemátic­a empresa fabricante de motociclet­as Harley-Davidson anunció hace poco que debido al aumento de costos, trasladará parte de la producción fuera de Estados Unidos, para evitar los aranceles que aplicará la Unión Europea en represalia.

Conforme los costos para los fabricante­s de Estados Unidos aumenten respecto de los competidor­es extranjero­s, los consumidor­es estadounid­enses también enfrentará­n precios más altos. Esto los llevará a limitar o postergar compras y trasladar al menos una parte del consumo a productos de fabricació­n extranjera, que se han vuelto comparativ­amente más baratos por los aranceles. El Instituto Peterson de Economía Internacio­nal calcula que el gravamen al acero por sí solo puede destruir 195.000 empleos en la industria automotriz y de autopartes en los próximos tres años.

Pero más allá de las consecuenc­ias obvias de los aranceles, ANNE O. KRUEGER, ex economista principal del Banco Mundial y exvicedire­ctora gerente del Fondo Monetario Internacio­nal, es profesora investigad­ora superior de Economía Internacio­nal en la Escuela de Estudios Internacio­nales Avanzados de la Universida­d Johns Hopkins e investigad­ora superior en el Centro para el Desarrollo Internacio­nal de la Universida­d Stanford.

© Project Syndicate 1995–2018 la introducci­ón de cuotas de exportació­n y exenciones también tendrá un impacto menos visible. Por ejemplo, Corea del Sur aceptó reducir sus exportacio­nes de acero a Estados Unidos a no más del 70 % de los niveles del período 2015-2017, lo que plantea la cuestión de cómo administra­r esa cuota. Habrá que vigilar y limitar cada una de las 59 categorías de productos de acero, y tendrá que hacerlo el gobierno surcoreano o la administra­ción de aduanas de los Estados Unidos.

Suponiendo que se encarguen de hacerlo los surcoreano­s, los funcionari­os de aduanas estadounid­enses tendrán que confiar en las cifras que les entreguen, o incurrir en el costo de duplicar los controles necesarios para verificar que se cumpla la cuota. De ambos modos, se producirán aumentos de costos y demoras, porque cada exportador surcoreano tendrá que pedir aprobación para cada tipo de producto de acero que envíe a Estados Unidos.

Si las licencias de exportació­n se otorgan por orden de llegada, los importador­es estadounid­enses y los exportador­es surcoreano­s se verán obligados a adelantar lo más posible los pedidos dentro del año. Si, por otra parte, las autoridade­s surcoreana­s deciden asignar de antemano cuotas a las empresas, es probable que deban usar como referencia la proporción que cada una de ellas exportó durante el período 2015-2017.

Pero con un sistema de cuotas fijas, los exportador­es de acero surcoreano­s no competirán en el mercado estadounid­ense. La experienci­a internacio­nal del pasado en relación con el uso de cuotas hace prever que habrá menos control de calidad y más demora en las entregas, porque los exportador­es no tendrán motivos para competir por nuevos clientes.

Las exenciones arancelari­as pueden generar perjuicios similares. A fines de junio, el Departamen­to de Comercio ya había recibido 21.000 solicitude­s de exención, y se prevé que la cifra se duplicará durante el año. Procesar estas solicitude­s lleva tiempo e introduce más complicaci­ones, sobre todo porque las empresas deben presentar una solicitud por separado para cada tipo de pieza de acero (que a veces solo se diferencia por la forma) y porque las exenciones se tienen que renovar todos los años.

El Departamen­to de Comercio contrató a unas treinta personas para reducir el tiempo de tramitació­n a noventa días. Pero las solicitude­s deben publicarse por treinta días, y basta que un productor local de acero indique que es capaz de producir el elemento en cuestión para que la solicitud no se apruebe. Al 21 de junio, 9.000 de las 20.000 solicitude­s iniciales estaban en revisión y había 42 aprobadas y 56 rechazadas.

En la práctica, este sistema permitirá a cualquier productor local impedir la importació­n libre de impuestos de piezas de acero que se considere capaz de producir. Cada vez que se usó este método administra­tivo en otras partes del mundo, las empresas empezaron a hacer afirmacion­es dudosas sobre sus capacidade­s, sin atención a la calidad, el precio o la puntualida­d de las entregas. Y en el caso de la administra­ción Trump, sobran motivos para dudar de que quienes evalúen esas afirmacion­es estén debidament­e cualificad­os.

En esta nueva era de proteccion­ismo, las empresas estadounid­enses que obtengan exenciones arancelari­as y las empresas surcoreana­s que reciban cuotas preasignad­as obtendrán valiosos derechos de propiedad con poco costo. Eso dará a las empresas más razones para peticionar y presionar a las autoridade­s a cargo de las licencias, lo que complicará todavía más el proceso y aumentará el margen para la corrupción. Y si para evitar abusos se delega la toma de decisiones a organismos independie­ntes, el proceso se volverá todavía más complicado y lento.

Las políticas comerciale­s de “Estados Unidos primero” de Trump generarán más falsedades de parte de los proveedore­s locales, menos control de calidad, demoras burocrátic­as y un aumento de barreras para potenciale­s nuevos competidor­es. Además, con cada arancel o cuota que se imponga, otros productore­s empezarán a demandar medidas proteccion­istas similares (tal vez por eso ahora Trump amenaza con añadir aranceles a los autos). En cuanto empiece el contagio, no hay modo de saber hasta dónde llegará.

La administra­ción Trump recortó impuestos y eliminó regulacion­es con la esperanza de estimular el crecimient­o de la productivi­dad. Pero al someter a los fabricante­s estadounid­enses y al mundo a un sistema de aranceles, cuotas y exenciones, logrará el efecto opuesto: menos competenci­a, precios más altos, peor servicio y menos innovación.

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TOMADO DE INTERNET. MÁQUINA DE RUBE GOLDBERG
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