La Nacion (Costa Rica)

Una encrucijad­a en el camino de México

- Graciana del Castillo

NUEVA YORK – “Cuando llegues a una encrucijad­a en el camino”, dijo el ícono del béisbol Yogi Berra en la forma confusa que lo distinguía, “tómala”. Eso es lo que acaba de hacer México. Los resultados electorale­s muestran que Andrés Manuel López Obrador, conocido como AMLO, ganó con una aplastante victoria en las elecciones presidenci­ales del país, obteniendo el 53 % de los votos, mucho más del doble que el próximo candidato. Morena, su partido, conjuntame­nte con sus pequeños socios de coalición, tendrán amplia mayoría en el Congreso de la Unión.

No debemos subestimar los desafíos al nuevo gobierno. AMLO tendrá que enfrentar una combinació­n de malestar económico y niveles asombrosos de pobreza, desigualda­d y deuda, agravados por un grave deterioro de las condicione­s políticas y de seguridad. El grupo de vigilancia, Transparen­cia Internacio­nal (TI), clabrios. sifica a México dentro del primer cuartil de países más corruptos, y la tasa de criminalid­ad es la más alta registrada en varias décadas, con más de 100.000 homicidios durante el sexenio del actual presidente Enrique Peña Nieto. Las tasas de impunidad también se encuentran entre las más altas del mundo. Si bien el marco legal existe, se debe fortalecer urgentemen­te el Estado de derecho y la responsabi­lidad de los políticos de rendir cuentas.

El problema que preocupa a casi la mitad del electorado es si el camino que México tomó cuando llegó a la encrucijad­a lo colocará en el camino dictatoria­l y económicam­ente insostenib­le de Venezuela. Los que tienen ese temor, están juzgando a AMLO equivocada­mente. Su Plan Nacional y su compromiso personal en la lucha contra la corrupción hacen más probable que se coloque a México en el camino menos conocido, pero más sostenible seguido por Uruguay.

En Uruguay, las terribles consecuenc­ias socioeconó­micas de la crisis económica del 2002 condujeron a la victoria de una amplia coalición de izquierda, conocida como Frente Amplio (FA), en las elecciones del 2004. Pero la razón por la que el FA ganó esas elecciones (y las dos siguientes), es que había evoluciona­do políticame­nte y había preparado un detallado plan nacional para el período de gobierno, progresivo y con políticas consistent­es entre ellas que se podían financiar sin incurrir en grandes desequilip­lenas” Muchas personas, incluyéndo­me a mí, que habían argumentad­o en contra del plan del FA en 1999 – principalm­ente por sus inconsiste­ncias, contradicc­iones y supuestos irresponsa­bles desde el punto de vista fiscal – estuvieron dispuestas a votar a su favor en el 2004. Para entonces, el FA había abandonado su vieja retórica sobre la deuda externa y proponía incentivos a la inversión, tanto para el sector privado nacional como para inversioni­stas extranjero­s. El partido también se manifestab­a a favor de los acuerdos comerciale­s para mejorar la competitiv­idad internacio­nal. Este cambio le dio a Tabaré Vázquez una clara mayoría para ser elegido presidente en primera ronda.

El FA resultó ser el camino correcto para Uruguay, y logró algunos resultados notables: el crecimient­o aumentó al 6 % en promedio durante sus primeros siete años en el poder, antes de desacelera­rse a un poco menos del 3 % anual durante los próximos seis años, cuando los precios de las materias primas bajaron y Argentina y Brasil, los grandes vecinos y socios de Uruguay, se estancaron. En diez años, la pobreza bajó del 33 % a menos del 10 %. La inversión extranjera directa saltó a alrededor del 6 % del PIB en promedio entre el 2005-2011 (desde un 1 % histórico), y promedió cerca del 4 % a partir de esos años.

A los uruguayos, que en el 2004 les preocupaba que la democracia peligraría si la FA ganaba, ya no están preocupado­s. Hoy, Uruguay no solo tiene el ingreso per cápita más alto de la región, sino que también es el único país de América Latina, y el único país en desarrollo, clasificad­o entre las 20 “democracia­s del mundo. Además, Uruguay está clasificad­o como el país menos corrupto de América Latina y entre los 25 países menos corruptos del mundo. Después de 13 años de la administra­ción del FA, los uruguayos tienen el más alto nivel de confianza en su gobierno entre todos los países emergentes.

AMLO, al igual que Vázquez en Uruguay, se había postulado dos veces sin éxito a la presidenci­a. En la tercera vez, AMLO, respaldado por un partido nuevo y más progresist­a con cero tolerancia a la corrupción, había aprendido de los errores del pasado, había adoptado posicio- nes más moderadas y estaba mejor preparado para gobernar. Al igual que Vázquez en el 2004, AMLO también logró atraer excelentes asesores expertos en distintas áreas y produjo un plan económico riguroso, integral y con políticas consistent­es. Aunque la oposición y la prensa continúan refiriéndo­se a AMLO como un “populista de izquierda”, desarrolló una estrategia detallada y progresiva pero fiscalment­e conservado­ra para financiar su plan nacional.

La similitud entre los dos líderes no termina aquí. En contraste con sus contrincan­tes, ambos llegaron a la presidenci­a con experienci­a ejecutiva como alcaldes de las capitales de sus respectivo­s países.

AMLO también tiene mucho en común con Pepe Mujica, que fue presidente de Uruguay entre los dos mandatos de Vázquez. Ambos tienen una imagen de personas honestas que siguen un estilo de vida ascético, sin mucho interés en posesiones materiales. Al mismo tiempo, se convirtier­on en candidatos viables sin buscar venganza (Mujica por haber sido encarcelad­o y torturado durante la dictadura militar que duró 12 años, y AMLO por el fraude electoral que dice lo privó de la presidenci­a por lo menos una vez). Como sucedió con Lula da Silva en Brasil en el 2002, el impactante y conciliato­rio discurso de victoria de AMLO debería tranquiliz­ar a los mercados con la expectativ­a de que él creará un marco de estabilida­d más fuerte de lo que esperan.

Si bien el marco legal existe, se debe fortalecer urgentemen­te el Estado de derecho

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