La Nacion (Costa Rica)

La salvación

- Eduardo Ulibarri radarcosta­rica@gmail.com; @eduardouli­barr1

La gravedad del daño bordea la catástrofe. Los responsabl­es directos constituye­n minoría; quizá también hasta los indirectos. Sin embargo, sus actitudes, decisiones, complicida­des, arrogancia y omisiones han contaminad­o todo el Poder Judicial y generado una crisis sin precedente en su cúpula. Repasemos lo más sobresalie­nte:

Hace pocos meses cayeron el fiscal general y un magistrado que nunca debió serlo: algo inédito y ejemplar, pero también revelador de profunda descomposi­ción. Hace pocos días, cuatro integrante­s de la Sala Tercera, incluidos su presidenta y el de la Corte Suprema, primero recibieron una amonestaci­ón y luego una suspensión de dos meses por desestimar una causa sobre tráfico de influencia­s. Mensaje: o la débil primera medida estuvo técnicamen­te viciada (como se alegó para revisarla) o la segunda fue resultado de protestas públicas. Ambas posibilida­des, y sobre todo su trasfondo, dejan muy mal parado al sistema.

La presidenta castigada presentó un recurso contra su suspensión. En solo tres horas, el juez a cargo lo acogió y frenó el acto. Una celeridad sospechosa. Está en trámite un pedido similar del presidente de la Corte. Ella y él, como antes el fiscal defenestra­do, anunciaron que se acogerán a sus pensiones millonaria­s: como salvarse de un naufragio no en balsa, sino en yate de lujo.

Y, aunque de naturaleza distinta, el miércoles la Sala IV rompió su histórica discreción para comunicar que dos acciones de inconstitu­cionalidad sobre uniones de hecho y matrimonio­s igualitari­os serán resueltas a principios de agosto. ¿Por qué este anuncio? La pregunta despierta inquietud.

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En medio del descalabro, algo positivo: diez de los 22 magistrado­s titulares propusiero­n a la Asamblea Legislativ­a reformar el turbio modelo sancionato­rio de la Corte Plena. Bien por la iniciativa y por decirnos, implícitam­ente, que fueron ellos quienes desde el principio votaron por la suspensión, no simple amonestaci­ón, de sus cuatro colegas.

¿Qué hacer para salvar el sistema? Aplicar profundos cambios, según propuso ayer mi colega Jorge Vargas. Mientras, llenar las vacantes en la Corte con personas probas, competente­s e independie­ntes, como al menos diez que ya están dentro. Tal responsabi­lidad, suprema y urgente, toca a los diputados.

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