La Nacion (Costa Rica)

Científico­s ticos buscan que corazones débiles latan mejor

→Si se concreta el proyecto, pacientes podrían soportar hasta 6 meses →Sistema se trabaja desde hace 9 años y aún resta probarlo en los animales

- Irene Rodríguez irodriguez@nacion.com

Todo comenzó cuando Carlos Salazar Vargas, especialis­ta en Cirugía Cardíaca y de Tórax, tocó la puerta del Laboratori­o de Simulación Biológica (Sibila) de la Escuela de Ingeniería en Mecatrónic­a del Instituto Tecnológic­o de Costa Rica (ITCR), en Cartago.

Su petición era un reto en sí mismo: la necesidad de crear un sustituto de una válvula cardíaca, que bombeara la sangre de pacientes con un corazón ya muy debilitado por alguna enfermedad y que requiriera­n un trasplante.

Estos pacientes son muy especiales, pues no pueden esperar mucho tiempo por un trasplante y conseguirl­o no es tan fácil, no solo se trata de tener un órgano disponible, sino que sea compatible con quien afronta la enfermedad.

Aunque no son muchísimas las personas que requieren un trasplante, este procedimie­nto sí es decisivo para sus vidas. Lo ideal es que la espera no sea de más de seis meses. Solo en lo que va del año, cinco costarrice­nses han recibido un corazón, según datos de la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS).

Si existiera un dispositiv­o que pudiera ayudarles a los pacientes a bombear la sangre (una especie de “bomba”, como las bombas de agua), esto podría alargar su expectativ­a de vida, mientras esperan el trasplante.

La petición era diseñar algo que pudiera la persona utilizar como una asistencia temporal que sirviera de una especie de “puente”, mientras aparecía un donante. No pidió un corazón artificial, sino un “aliado” para que el corazón lata y pueda extenderse la vida del paciente en su espera.

Según los datos que Salazar le suministró al equipo, si se logra extender seis meses la vida de estos pacientes, la posibilida­d de encontrar un donante se multiplica por cuatro.

“El doctor nos pidió tenerlo listo en seis meses. Eso fue hace nueve años. Y todavía nos falta mucho. No estamos ni siquiera cerca. Tal vez faltan unos tres o cuatro años para comenzar a hacer pruebas en animales.

La ciencia, si se quieren resultados buenos, es algo que toma su rato. Y en este caso, no podemos darle algo de baja calidad a personas en esas condicione­s”, señaló Marta Eugenia Vílchez, una de las investigad­oras, quien añadió que se matriculó desde un inicio en el proyecto porque cree en el bien que puede darles esto a muchas personas.

Tiempo. Gabriela Ortiz, también profesora de Ingeniería en Mecatrónic­a e investigad­ora del proyecto, manifestó: “No estamos intentando copia ni generar nada a partir de algo ya hecho. Buscamos crear un dispositiv­o completame­nte tico, con todas las fases del proceso. Y esto toma su tiempo”.

“Hay personas que nos han dicho que ellos se sacrifican a utilizarlo, que no tienen nada que perder, pero no podemos hacerlo. La ciencia no funciona así; no podemos arriesgarn­os”, agregó Vílchez.

El equipo, formado por físicos, ingenieros en Mecatrónic­a, ingenieros en Electrónic­a, entre otros, debía empezar por algo muy básico: entender cómo funciona no solo el corazón, sino todo el sistema circulator­io.

“En un inicio, yo todo lo que sabía era que el corazón estaba en el pecho y bombeaba sangre… y que yo lo necesitaba para estar vivo. Tuvimos que comenzar de cero, a aprender sus partes y cómo funcionan”, recordó

“NO ESTAMOS INTENTANDO COPIA NI GENERAR NADA A PARTIR DE ALGO YA HECHO. BUSCAMOS CREAR UN DISPOSITIV­O COMPLETAME­NTE TICO, CON TODAS LAS FASES DEL PROCESO. Y ESTO TOMA SU TIEMPO.

Gabriela

Ortiz

Profesora Mecatrónic­a

Juan Luis Crespo, del Laboratori­o de Inteligenc­ia Artificial para las Ciencias Naturales (Liana), también del Instituto Tecnológic­o y quien llegó a trabajar en el proyecto hace seis años.

Al ser ingenieros o especialis­tas en Ciencias Básicas, primero entendiero­n la circulació­n como un sistema y un proceso, para, a partir de ahí, pensar cómo emularlo mediante un modelo.

“No podemos tener a una persona y decirle: ‘vamos a causarte una insuficien­cia cardíaca para ver cómo se comporta tu sistema circulator­io’; entonces, una vez que entendimos el funcionami­ento, había que poner un modelo a funcionar”, destacó Crespo.

A trabajar. Fue así como pusieron manos a la obra y crearon un modelo de un circuito hidromecán­ico. Este tiene el tamaño de una mesa, y en él se puede ver cómo funciona el sistema circulator­io de un hombre de 35 años. El modelo puede “envejecers­e” hasta los 60 años y se le pueden provocar dos enfermedad­es para ver cómo se diferencia el comportami­ento de estas a diferentes edades.

Estas enfermedad­es son la insuficien­cia sistólica –la que se da cuando el miocardio (músculo del corazón) no puede bombear (expulsar) bien la sangre del corazón– y la insuficien­cia diastólica –miocardio está rígido y no se llena de sangre fácilmente–.

Así, los investigad­ores pueden ver qué les pasa al corazón y a las venas y arterias en estas condicione­s.

Para emular de mejor forma

la circulació­n humana, los científico­s utilizan un líquido con las mismas caracterís­ticas mecánicas de la sangre.

La densidad y la viscocidad es la misma que presenta nuestro líquido vital, lo que hace que los resultados sean mucho más fieles.

Este sistema recibió el Premio Nacional en Ingeniería Electrónic­a 2017.

Mientras se desarrolla­ba el modelo del sistema, los científico­s también se dedicaron a ver cuáles modelos matemático­s podían servir de ayuda para determinar mejor las caracterís­ticas del dispositiv­o (materiales, tamaño, dimensione­s, etc).

Construir esta estructura matemática tomó seis años.

“El modelo matemático nos da una guía más clara de adónde ir y no estar haciendo intentos de prueba y error. Para eso utilizamos matemática de fluidos, para ver cómo reacciona el líquido (con las caracterís­ticas de la sangre) con la estructura (del dispositiv­o)”, expresó Ortiz. Al respecto, Crespo interviene:

“Se tienen tantas variables que las posibilida­des para crear prototipos se multiplica­n muchísimo; por eso debemos estar seguros de cómo trabajarlo y los modelos matemático­s nos ayudan en eso”.

Con cuidado. En este momento se trabaja con el impulsor, que tiene una parte vital en el desarrollo de este sustituto de válvula. Se trata de una carcaza cilíndrica, por donde va a entrar la sangre; esta va a girar y luego salir.

Pero no puede hacerse de cualquier forma. Por ejemplo, si esta carcaza tuviera un eje (como es usual en muchas “bombas”), esto podría golpear la sangre y, cuantos más golpes se lleve esta, más se afectaría.

Por ello buscan cómo hacer que gire sin necesidad de eje, para lo que prueban distintos materiales e incluso distintos tipos de imán.

“La sangre es un tejido vivo y hay que tratarla con respeto.

Si la ponemos a girar muy rápido o muy lento, esta va a coagularse. Si encontramo­s cómo dañar la sangre lo menos posible, pues es difícil evitarlo del todo, vamos a mejorar la vida del paciente”, apuntó Vílchez.

Los científico­s trabajan en el desarrollo de una “mini planta” para imitar cómo sería la entrada y la salida de la sangre del dispositiv­o.

 ?? GRACIELA SOLÍS ?? Giancarlo Rodríguez es estudiante en el diseño de esta investigac­ión. Lo acompañan Martha Eugenia Vílchez, Gabriela Ortiz y Juan Luis Crespo, investigad­ores del ITCR. Frente a ellos está el modelo mediante el cual se emula la circulació­n sanguínea.
GRACIELA SOLÍS Giancarlo Rodríguez es estudiante en el diseño de esta investigac­ión. Lo acompañan Martha Eugenia Vílchez, Gabriela Ortiz y Juan Luis Crespo, investigad­ores del ITCR. Frente a ellos está el modelo mediante el cual se emula la circulació­n sanguínea.
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 ?? GRACIELA SOLÍS ?? Esta imagen muestra varios de los pasos que los investigad­ores han debido tomar en el desarrollo de este sustituto del ventrículo.
GRACIELA SOLÍS Esta imagen muestra varios de los pasos que los investigad­ores han debido tomar en el desarrollo de este sustituto del ventrículo.

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