Es ahora o nunca
Costa Rica enfrenta una peligrosa disyuntiva, que de no ser abordada en los próximos 10 o 15 años impactará en la calidad de vida de nuestra población.
Bono demográfico.
En este momento la población joven de entre 10 a 25 años es la más numerosa de todas las épocas previas. En el mundo representa el 30 % de la población, unos 1.850 millones de personas. En América Latina son 159 millones y en Costa Rica cerca de 1.300.000 personas.
La etapa de transición demográfica que vivimos, con bajas tasas de natalidad y mortalidad, hace que se dé el bono demográfico, lo que se traduce en que, como nunca antes, exista un número significativo de personas en edad productiva (15 a 64 años) mucho mayor que la población dependiente (menores de 15 y mayores de 65 años).
En 1966, por cada 100 personas de 15 a 64 años había 104 en edad de dependencia. En 1990 era de 68 y en el 2016 de 43. De acuerdo al Informe del Estado de la Región, este bono se empezará a revertir en el 2022. Datos de la Cepal y de la Organización Iberoamericana de la Juventud, mencionan que para Costa Rica termina en el 2039.
Oportunidad.
En otras palabras, en 21 años –equivalente a cinco gobiernos–, si no se toman las medidas correctivas urgentes, se habrá perdido la oportunidad de impactar positivamente en la calidad de la educación y la salud de la cohorte más grande de gente joven y, por ende, en el desarrollo humano y la economía de nuestro país.
Las cifras nuestras en educación son alarmantes: el 52 % de las personas de 18 a 24 años no termina su bachillerato, existe una oferta académica universitaria privada (53 universidades) de cuestionable calidad en muchos casos, la asistencia a la educación superior de personas de 18 a 24 años es para el primer quintil de 5 % y para el quinto quintil de 35 %, y el porcentaje total de asistencia de este rango de edad es de apenas el 19 %.
En salud ocurre algo similar: el sobrepeso y la obesidad, verdadera epidemia y antesala de enfermedades crónicas, inician en la infancia con un 34 % y culminan con un 60 % en las personas mayores de 22 años, un tercio de la población adulta es hipertensa y 12 % son diabéticas tipo 2, todas enfermedades prevenibles desde la infancia y adolescencia.
En resumen, a toda esta población joven de 10 a 25 años la estamos condenando a que sus oportunidades de trabajo sean limitadas por su baja o nula formación o capacitación técnica o universitaria, o a la ausencia de políticas públicas que incentiven la autogestión o el emprendedurismo focalizado y, además, a ingresar a la vida adulta enfermas o con un pronóstico de riesgo significativo para su salud integral.
Desigualdad.
En el mismo sentido de ideas, el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad, en el año 2016 fue de 0,52, sin cambios significativos desde el 2011. Otro indicador de la desigualdad es el porcentaje del ingreso total que acumula cada quintil (20 %) y decil (10 % de hogares). “Estas relaciones agregan claridad: en el 2016, los ingresos promedio del quintil (20 %) de mayor ingreso fueron 12,9 veces mayores que los del primer 20 %, cantidad que no ha variado significativamente desde el 2013. Visto por grupos de 10 %, el décimo tiene un ingreso 26,8 veces mayor que el primero (el promedio para países de la OCDE es 9 veces). Si se considera el ingreso del 2 % de los hogares más ricos y se contrasta con el del primer 10 %, en el 2016 el indicador asciende a 44 veces. Eso según el Informe Estado de la Nación más reciente”, escribió Miguel Gutiérrez Saxe en el artículo “¿Está Costa Rica entre las 10 naciones más desiguales del mundo?” 13/7/2018).
¿Cuál país puede aspirar a un desarrollo social pleno en estas condiciones? Lo que se ha dejado de hacer en educación, en salud de los adolescentes y jóvenes y en políticas redistributivas nos está pasando la factura. Es hora de que el gobierno y la sociedad civil tomemos conciencia de la grave situación y el empeoramiento inminente de la situación social y económica de Costa Rica.
Si bien el déficit fiscal es importante, este no puede ser el todo de las preocupaciones de la ciudadanía; lo deja en evidencia los datos de suicidios, homicidios, accidentes de tránsito, consumo y tráfico de drogas, desempleo, para mencionar algunos problemas, en que las personas jóvenes están entre las principales víctimas.
Pensar y actuar desde una visión de un país inclusivo y equitativo tiene que ser el norte de cualquier política, donde las oportunidades sean reales en sus consecuencias de ascenso social y donde no solo vivamos en paz por lo hecho en la primera mitad del siglo XX, sino porque se toman decisiones que producen cambios urgentes.
■ (Opinión,
Actuar desde una visión de un país inclusivo tiene que ser el norte de cualquier política