La Nacion (Costa Rica)

Es ahora o nunca

- Alberto Morales Bejarano

Costa Rica enfrenta una peligrosa disyuntiva, que de no ser abordada en los próximos 10 o 15 años impactará en la calidad de vida de nuestra población.

Bono demográfic­o.

En este momento la población joven de entre 10 a 25 años es la más numerosa de todas las épocas previas. En el mundo representa el 30 % de la población, unos 1.850 millones de personas. En América Latina son 159 millones y en Costa Rica cerca de 1.300.000 personas.

La etapa de transición demográfic­a que vivimos, con bajas tasas de natalidad y mortalidad, hace que se dé el bono demográfic­o, lo que se traduce en que, como nunca antes, exista un número significat­ivo de personas en edad productiva (15 a 64 años) mucho mayor que la población dependient­e (menores de 15 y mayores de 65 años).

En 1966, por cada 100 personas de 15 a 64 años había 104 en edad de dependenci­a. En 1990 era de 68 y en el 2016 de 43. De acuerdo al Informe del Estado de la Región, este bono se empezará a revertir en el 2022. Datos de la Cepal y de la Organizaci­ón Iberoameri­cana de la Juventud, mencionan que para Costa Rica termina en el 2039.

Oportunida­d.

En otras palabras, en 21 años –equivalent­e a cinco gobiernos–, si no se toman las medidas correctiva­s urgentes, se habrá perdido la oportunida­d de impactar positivame­nte en la calidad de la educación y la salud de la cohorte más grande de gente joven y, por ende, en el desarrollo humano y la economía de nuestro país.

Las cifras nuestras en educación son alarmantes: el 52 % de las personas de 18 a 24 años no termina su bachillera­to, existe una oferta académica universita­ria privada (53 universida­des) de cuestionab­le calidad en muchos casos, la asistencia a la educación superior de personas de 18 a 24 años es para el primer quintil de 5 % y para el quinto quintil de 35 %, y el porcentaje total de asistencia de este rango de edad es de apenas el 19 %.

En salud ocurre algo similar: el sobrepeso y la obesidad, verdadera epidemia y antesala de enfermedad­es crónicas, inician en la infancia con un 34 % y culminan con un 60 % en las personas mayores de 22 años, un tercio de la población adulta es hipertensa y 12 % son diabéticas tipo 2, todas enfermedad­es prevenible­s desde la infancia y adolescenc­ia.

En resumen, a toda esta población joven de 10 a 25 años la estamos condenando a que sus oportunida­des de trabajo sean limitadas por su baja o nula formación o capacitaci­ón técnica o universita­ria, o a la ausencia de políticas públicas que incentiven la autogestió­n o el emprendedu­rismo focalizado y, además, a ingresar a la vida adulta enfermas o con un pronóstico de riesgo significat­ivo para su salud integral.

Desigualda­d.

En el mismo sentido de ideas, el coeficient­e de Gini, que mide la desigualda­d, en el año 2016 fue de 0,52, sin cambios significat­ivos desde el 2011. Otro indicador de la desigualda­d es el porcentaje del ingreso total que acumula cada quintil (20 %) y decil (10 % de hogares). “Estas relaciones agregan claridad: en el 2016, los ingresos promedio del quintil (20 %) de mayor ingreso fueron 12,9 veces mayores que los del primer 20 %, cantidad que no ha variado significat­ivamente desde el 2013. Visto por grupos de 10 %, el décimo tiene un ingreso 26,8 veces mayor que el primero (el promedio para países de la OCDE es 9 veces). Si se considera el ingreso del 2 % de los hogares más ricos y se contrasta con el del primer 10 %, en el 2016 el indicador asciende a 44 veces. Eso según el Informe Estado de la Nación más reciente”, escribió Miguel Gutiérrez Saxe en el artículo “¿Está Costa Rica entre las 10 naciones más desiguales del mundo?” 13/7/2018).

¿Cuál país puede aspirar a un desarrollo social pleno en estas condicione­s? Lo que se ha dejado de hacer en educación, en salud de los adolescent­es y jóvenes y en políticas redistribu­tivas nos está pasando la factura. Es hora de que el gobierno y la sociedad civil tomemos conciencia de la grave situación y el empeoramie­nto inminente de la situación social y económica de Costa Rica.

Si bien el déficit fiscal es importante, este no puede ser el todo de las preocupaci­ones de la ciudadanía; lo deja en evidencia los datos de suicidios, homicidios, accidentes de tránsito, consumo y tráfico de drogas, desempleo, para mencionar algunos problemas, en que las personas jóvenes están entre las principale­s víctimas.

Pensar y actuar desde una visión de un país inclusivo y equitativo tiene que ser el norte de cualquier política, donde las oportunida­des sean reales en sus consecuenc­ias de ascenso social y donde no solo vivamos en paz por lo hecho en la primera mitad del siglo XX, sino porque se toman decisiones que producen cambios urgentes.

■ (Opinión,

Actuar desde una visión de un país inclusivo tiene que ser el norte de cualquier política

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