La Nacion (Costa Rica)

Cáncer en el Poder Judicial

- jhidalgo@cato.org Juan Carlos Hidalgo ANALISTA DE POLÍTICAS PÚBLICAS

Los síntomas eran visibles desde hace tiempo, pero el caso del cemento chino vino a confirmar el temido diagnóstic­o: tenemos un cáncer en el Poder Judicial. Es difícil exagerar la gravedad del problema, ya que no estamos ante un órgano cualquiera del sector público. La entereza de las cortes es un elemento neurálgico del Estado de derecho. Si la población pierde la confianza en cómo se administra la justicia, la democracia queda vulnerable a populismos autoritari­os.

Es ingenuo pretender que el Poder Judicial sea incorrupti­ble. “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutame­nte”, advirtió lord Acton. Por su naturaleza de árbitro final de las disputas que surgen en la sociedad, es previsible que los encargados de impartir justicia se vean expuestos a las mismas tentacione­s del poder que enfrentan quienes ostentan cargos en el Ejecutivo y el Legislativ­o. Estamos ante seres de carne y hueso.

El quid del asunto es que, para ser independie­nte de las presiones políticas, el Poder Judicial cuenta con una férrea autonomía administra­tiva y presupuest­aria. Sin embargo, esto también crea incentivos perversos: no solo los magistrado­s están a cargo de sus propios procesos disciplina­rios, sino que también deciden el monto de sus remuneraci­ones sin ningún tipo de control externo. Es decir, en ciertas situacione­s son juez y parte. No debe sorprender­nos que esto haya dado paso a serias irregulari­dades y abusos como los que han trascendid­o en los últimos meses.

Resulta de vital importanci­a que definamos pronto una hoja de ruta para sanear el Poder Judicial. La salida de varios magistrado­s –la mayoría con odiosas pensiones de lujo– representa una magnífica oportunida­d para colocar a gente íntegra y de probadas credencial­es en esas siete vacantes. Como nunca debe haber un fuerte escrutinio público del proceso de elección en la Asamblea Legislativ­a.

Pero la cosa no queda ahí. Se requieren reformas estructura­les cuyo norte sea establecer algunos controles sobre el Poder Judicial, especialme­nte en cuanto a la duración de los períodos de los magistrado­s, la forma en que se conducen sus procesos disciplina­rios internos y la autonomía que tienen para fijar sus remuneraci­ones. La administra­ción Alvarado ya tenía un enorme reto con el asunto fiscal. Ahora también le correspond­e liderar una reforma a la justicia que promete ser muy delicada.

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