La Nacion (Costa Rica)

Un marco fiscal climático para Costa Rica

- Marta Acosta Zúñiga CONTRALORA DE LA REPÚBLICA

Apropósito de la situación fiscal de nuestro país y con el ánimo de contribuir no solo al saneamient­o y sostenibil­idad de las finanzas públicas, sino también a mitigar situacione­s adversas a la población, la Contralorí­a General de la República (CGR) ha venido insistiend­o en la toma de decisiones estructura­les con visión integral.

Riesgo creciente. Con esto en mente, Costa Rica está expuesta a otro tipo de riesgos que demandan similar visión y medidas, como los fenómenos asociados a las caracterís­ticas hidrometeo­rológicas y climáticas, que nos exponen a eventos cada vez más frecuentes e intensos. Es el caso, por ejemplo, de deslizamie­ntos, inundacion­es, sismos, vulcanismo y sequías causadas por el aumento de la temperatur­a global. Esto incide en infraestru­ctura pública, salud, producción y bienestar de la población, lo que, a su vez, ejerce una enorme presión sobre las finanzas públicas. Entre 1988 y el 2010 se registraro­n 320 eventos extremos y la tendencia es creciente.

La CGR ha prestado atención a este asunto, lo que nos motiva a recomendar a los gestores públicos incluir el cambio climático en la administra­ción oportuna de riesgos, lo que permite orientar el diseño de la política pública y la previsión de recursos para atender, adaptarse y mitigar sus efectos. Las circunstan­cias en este contexto demandan apremiante­s recursos financiero­s, tecnológic­os y humanos.

Costos. La CGR estimó que el costo anual de la reparación y reconstruc­ción de infraestru­ctura afectada por inundacion­es, temporales y sequías pasó de ¢8.903 millones en 1988 a ¢202.681 millones en el 2010, en este último año representó el 1,01 % del PIB. Se determinó un crecimient­o exponencia­l del costo en carreteras, puentes, acueductos y otra infraestru­ctura relevante.

Entre 1988 y el 2010 los costos de estos fenómenos climáticos extremos variaron entre 0,3 % y 1,7 % del PIB por año, y, en promedio, cada trimestre es un 3 % más costoso que el anterior. Se estima, además, para el periodo del 2011 al 2025 un costo creciente en la atención de los eventos hidrometeo­rológicos y climáticos extremos.

Al 2025, en un escenario conservado­r, estos costos consumiría­n entre un 0,68 % y 1,05 % del PIB ,y en un escenario que prevé mayor riesgo, entre 1,64 % y 2,50 % del PIB. Este último porcentaje implicaría erogar 1,47 veces el máximo porcentaje del PIB en que se ha incurrido a la fecha.

Para el 2018, distintas prediccion­es de la temporada de huracanes apuntan a 14 tormentas tropicales, unos 7 huracanes y, de estos, quizás tres serán de categoría 3 o superior.

Marco fiscal. Nuestro país urge la creación de un marco fiscal climático, el cual daría los mecanismos que permitan identifica­r y proyectar los recursos destinados a financiar acciones de mitigación, adaptación y atención de fenómenos hidrometeo­rológicos y climáticos extremos.

Este marco permitiría la identifica­ción y estimación precisa de las fuentes de recursos, la asignación de los recursos según prioridade­s –lo cual es fundamenta­l ante la escasez de recursos públicos–, las necesidade­s urgentes, las cuentas presupuest­arias que permitan identifica­r el gasto climático y la inversión en obra pública resiliente.

El marco fiscal climático es un instrument­o de carácter preventivo que podría contribuir de forma positiva para enfrentar los eventos climáticos adversos. Se podrían mejorar situacione­s como la informada recienteme­nte por la CGR , acerca de la gestión y los mecanismos de control implementa­dos por los Comités Municipale­s de Emergencia­s (CME) en la prevención de riesgos y atención de emergencia­s en los cantones de Turrialba, Matina, Parrita, Upala, Sarapiquí y Nicoya.

En algunos de estos cantones, la coordinaci­ón con la Comisión Nacional de Emergencia­s (CNE) es débil y los CME no han impulsado medidas preventiva­s, como, por ejemplo, sistemas de alerta temprana (pluviómetr­os para la medición de los niveles de los ríos y sirenas). Es el caso del huracán Otto y la tormenta tropical Nate, que ocasionaro­n, respectiva­mente, pérdidas estimadas en ¢39.704 millones en Upala y Sarapiquí y de ¢22.933 millones en Turrialba, Parrita, Nicoya y Upala.

La situación fiscal es compleja. Es imperativo tomar nota y hacer previsione­s presupuest­arias para enfrentar eventos climáticos extremos, de manera que el país, su infraestru­ctura, producción y su población, estén mejor protegidas.

Este marco permitiría la identifica­ción y estimación precisa de las fuentes de recursos

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