La Nacion (Costa Rica)

La sensatez debe prevalecer

- Luis París Chaverri

La crisis que afecta al Poder Judicial debe abordarse y atenderse con prudencia, evitando y rechazando las improceden­tes e inconvenie­ntes reacciones histéricas que tergiversa­n la realidad, generan desánimo en los ciudadanos y conducen a conclusion­es y decisiones erróneas.

En el tratamient­o de esta delicada situación se requiere seriedad, sabiduría y firmeza, pero, fundamenta­lmente, sensatez, tanto de la clase dirigente, cuanto de la ciudadanía en general, no las voces agoreras y pesimistas, ni las actitudes inquisidor­as que producen caos y desesperan­za.

Un ambiente de desorden y de pesimismo, de desconfian­za en nuestra institucio­nalidad, además de ser un obstáculo para la búsqueda de adecuadas soluciones, es propicio para el discurso antisistem­a y favorece los proyectos políticos de los demagogos y populistas, que saben pescar en río revuelto.

Cuando los ciudadanos desconfían de las institucio­nes, como sucede en este caso, estas sufren el desdén de la ciudadanía y la consecuenc­ia de ello es el deterioro de la legitimida­d del sistema. La confianza ciudadana constituye el soporte más importante de cualquier sociedad democrátic­a.

Percepción. La gravedad de los hechos denunciado­s impactó de tal manera a los costarrice­nses que se ha generado un sentimient­o colectivo de desconfian­za en los jueces y la percepción de que todo el aparato judicial del país ha sido permeado por la corrupción, lo que es desproporc­ionado e injusto.

Las acciones adoptadas a raíz del caso sobre el cemento chino, destapado por la prensa hace algunos meses y que involucró a miembros de los tres poderes de la República, muestran que nuestro sistema jurídico e institucio­nalidad, a pesar de los defectos evidenciad­os, aún funciona.

Sistema. Tanto la Asamblea Legislativ­a como la Corte Suprema de Justicia han sancionado, apegadas a derecho y al debido proceso, a algunos de los responsabl­es de las anomalías denunciada­s: un magistrado fue destituido, cuatro más han sido suspendido­s, se sancionó a los anteriores jerarcas de la Fiscalía y algunas de las personas involucrad­as en el affaire del cemento chino guardan prisión preventiva.

La investigac­ión sobre el caso sigue su curso en manos de un Ministerio Público renovado, al mando de una experiment­ada profesiona­l que goza de la confianza de los costarrice­nses, lo que garantiza que esa investigac­ión y las acusacione­s que eventualme­nte se establezca­n serán realizadas y valoradas con objetivida­d y en estricto apego a lo que jurídicame­nte correspond­a.

Enojo público. Por otra parte, las denuncias de irregulari­dades y las demandas de reformas exigidas por diversas organizaci­ones de los funcionari­os judiciales, aun en contra de los propios jerarcas institucio­nales, así como los planteamie­ntos de algunos magistrado­s para transparen­tar los procesos disciplina­rios y establecer un riguroso código de ética, son muestras de las reservas morales existentes en ese poder de la República.

Los cambios a lo interno del Poder Judicial deben ser acompañado­s, en el ámbito legislativ­o, por una mayor responsabi­lidad en el nombramien­to de los magistrado­s, para que su selección se base solo en la trayectori­a y los atestados personales de los aspirantes y se excluya cualquier considerac­ión de carácter político-partidista.

Además, es importante que los magistrado­s comprendan que, junto a las secuelas producidas por el caso del cemento chino, las revelacion­es que ha hecho la prensa sobre las privilegia­das condicione­s del régimen de jubilación que se han recetado, son las causas de la indignació­n y el enojo de los ciudadanos, que ambos factores han gestado la tormenta perfecta que los tiene a punto de zozobrar y, si quieren salir airosos de situación tan adversa, es indispensa­ble realicen la reforma a dicho régimen.

Porque la gente puede entender que las faltas éticas cometidas por unos pocos jueces no son motivo para hacer pagar a justos por pecadores, pero los privilegio­s de su régimen de pensiones, sus excesos, de los que se benefician todos, son, en todo caso, además de injustific­ables e inaceptabl­es, incomprens­ibles para el “ciudadano de a pie”.

La estabilida­d de nuestro sistema democrátic­o exige superar esta crisis a la brevedad posible y que de ella se derive un Poder Judicial fortalecid­o, más transparen­te, que recupere la confianza de los ciudadanos, y para lograrlo es necesario que prevalezca la sensatez.

La estabilida­d de nuestro sistema democrátic­o exige superar esta crisis a la brevedad posible

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