La Nacion (Costa Rica)

Defensa de lo indefendib­le

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Sobre la base de falsedades es imposible construir la discusión “abierta” invocada por el ministro Édgar Mora para defender el adoctrinam­iento.

El ministro Édgar Mora salió en defensa de los materiales de adoctrinam­iento ideológico ofrecidos a estudiante­s de bachillera­to por el Ministerio de Educación Pública (MEP) como si tuvieran propósitos didácticos. Las justificac­iones ensayadas por el funcionari­o son motivo de honda preocupaci­ón, porque los materiales, claramente sesgados, falsifican hechos históricos, carecen de consistenc­ia lógica y adolecen de pésima redacción.

Según Mora, los materiales disponible­s hasta el miércoles en la página electrónic­a oficial del MEP respondían a la necesidad de discutir la historia nacional “de la manera más abierta posible”. En realidad, conducen a todo lo contrario y basta un ejemplo para demostrarl­o.

Al estudiante se le pide responder una pregunta de escogencia múltiple cuya premisa es la siguiente: “Una consecuenc­ia de la aplicación de políticas económicas basadas en el nuevo modelo de desarrollo implementa­do en Costa Rica a partir de 1980, ha sido el aumento de la pobreza, lo que se ha evidenciad­o en: A) la carencia de vías de comunicaci­ón. B) la disminució­n del déficit de vivienda. C) el aumento del hacinamien­to en las ciudades. D) El incremento de la tasa de mortalidad infantil”.

Para comenzar, el enunciado contiene dos premisas evidenteme­nte falsas: el año 1980 marca la mitad del periodo presidenci­al de Rodrigo Carazo y no la adopción de un “nuevo modelo de desarrollo”. En 1982, cuando llega al poder Luis Alberto Monge, el gobierno comienza a hacer los ajustes necesarios para sacar al país de la profunda crisis gestada antes de 1980. Monge inició su administra­ción con casi la mitad de la población sumida en la pobreza. En la actualidad, el flagelo azota a la quinta parte de los costarrice­nses, un porcentaje muy elevado, pero suficiente­mente bajo para desmentir el “aumento de la pobreza” citado en el enunciado de la pregunta.

Sobre esas dos mentiras es imposible construir la discusión “abierta” invocada por el ministro, paradójica­mente, para defender el adoctrinam­iento. Si el estudiante aspira a acertar la respuesta, debe aceptar, sin discusión, las falsas premisas. No existe proceso más cerrado, carente de razonamien­to y cruel.

Las mentiras no pueden ser justificad­as porque en el debate de la historia “unos dicen una cosa y otros dicen otra”, como afirma el ministro. Todos tenemos derecho a nuestras propias opiniones, pero no a nuestros propios hechos, decía el político estadounid­ense Patrick Moynihan. El MEP debería garantizar, cuando menos, una enseñanza apegada a la realidad y no a los propósitos políticos de un puñado de burócratas.

Para mayores males, la pregunta carece de consistenc­ia lógica al punto de no tener respuesta. La tasa de mortalidad infantil nacional ha descendido desde 1980. En 1970, una década antes de la adopción del “nuevo modelo económico”, la mortalidad infantil era de 68,40 menores de un año de edad por cada 1.000 nacidos vivos. La tasa interanual en este momento es de 8,09, una de las más bajas del mundo. Los autores del examen no destacan ese extraordin­ario logro, conseguido, como muchos otros, en los años siguientes a 1980, porque hacerlo desmiente sus postulados y arruina sus propósitos, pero, cuando menos, nos permitirán descartar la opción D).

La opción B) también queda descartada, por estúpida. La disminució­n del déficit de vivienda difícilmen­te podría ser invocada como evidencia del supuesto aumento de la pobreza. Vale la pena recordar, sin embargo, que el galopante crecimient­o del déficit habitacion­al se contuvo con la creación, en 1986, del Ministerio de Vivienda, el Banco Hipotecari­o de la Vivienda (BANHVI) y el sistema financiero del sector. Al país le falta mucho por hacer en ese campo, sobre todo cuando se considera el déficit cualitativ­o, pero el “nuevo modelo” no desmerece frente al mítico Shangri La previo a 1980.

Quedan, entonces, las opciones A) y C). La relación de causalidad entre el “nuevo modelo”, el supuesto crecimient­o de la pobreza y “la carencia de vías de comunicaci­ón” simplement­e no existe. La extensión de la red vial costarrice­nse es envidiable, aunque no siempre su calidad. Tenemos, también, un lamentable déficit de infraestru­ctura en relación con las necesidade­s actuales, muchas de ellas creadas por el “nuevo modelo”, pero las vías existentes son muy superiores a las de los años 70 y de ninguna manera evidencian un aumento de la pobreza. La pobreza puede disminuir sin que las vías mejoren y viceversa. Ya de vuelta a la realidad, en Costa Rica la pobreza disminuyó desde 1980 y la cantidad y calidad de vías mejoró significat­ivamente.

Tampoco “el aumento del hacinamien­to en las ciudades” es evidencia de más pobreza. La respuesta se hace imposible por indefinici­ón del concepto, amén de la dificultad para establecer una relación de causa y efecto entre dos fenómenos que, en determinad­as circunstan­cias y superadas las dificultad­es planteadas por la falta de definición, pueden estar apenas correlacio­nados. Un experto en materia de vivienda, con años de profundos estudios en desarrollo urbano, concluyó, después de leer la pregunta, que no sabría contestarl­a aunque las premisas fueran ciertas.

En el proceso de defender lo indefendib­le, el ministro Mora señaló la importanci­a de explicar las causas de la desigualda­d. Solo en eso coincidimo­s, aunque las mentiras y distorsion­es contenidas en los materiales del MEP no resulten útiles para hacerlo. Una de las causas sobresalie­ntes son las disparidad­es educativas. El sistema público de enseñanza seguirá rezagado mientras haya ministros empeñados en defender la distorsión ideológica y la mentira, disfrazánd­olas de amplitud y apertura a la usanza de los personajes de Orwell.

Sobre la base de falsedades es imposible construir la discusión “abierta” invocada por el ministro Édgar Mora, paradójica­mente, para defender el adoctrinam­iento

El sistema público de enseñanza permanecer­á rezagado mientras haya ministros empeñados en defender la distorsión ideológica, disfrazánd­ola de amplitud y apertura

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