La Nacion (Costa Rica)

Educación cívica para la era digital

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Es hora de integrar los peligros de la Internet a los planes de estudio de educación cívica. La democracia está en juego.

WhatsApp, propiedad de Facebook, se cuenta entre las plataforma­s digitales más útiles y exitosas. Al usuario le ofrece la posibilida­d de comunicars­e en formas inimaginab­les hace dos o tres lustros. La voz encontró rival en el texto y a ambas se suma el envío de documentos, fotos y vídeo. No hay fronteras y el concepto de “larga distancia”, utilizado para distinguir el servicio telefónico internacio­nal, se ha venido desvanecie­ndo. Todo es gratis, salvo la indispensa­ble conexión a Internet.

Con WhatsApp compiten muchas otras aplicacion­es y el usuario puede escoger entre ellas según sus gustos y necesidade­s. Todas son de indiscutib­le utilidad pero, como redes sociales capaces de multiplica­r un mensaje a velocidade­s vertiginos­as, plantean peligros hasta ahora desconocid­os. Un ejemplo aterroriza­nte es el de la India y la falsa alarma del secuestro de niños difundida por WhatsApp.

En ese país, multitudes enardecida­s por informacio­nes falsas han linchado, desde abril, a dos docenas de personas inocentes, informó el New York Times, cuyos periodista­s lograron entrevista­r al hermano de una mujer de 65 años asesinada a golpes cuando juntos detuvieron su vehículo para pedir una dirección. Los hermanos y otros dos familiares despertaro­n injustific­adas sospechas de los vecinos, inquietos por las noticias falsas, y fueron blanco de una salvaje agresión. Los tres sobrevivie­ntes sufrieron importante­s heridas.

En la India, WhatsApp cuenta con 250 millones de usuarios. Ya hace varios meses que las “informacio­nes” sobre el secuestro de niños circulan entre ellos, respaldada­s por elementos gráficos empleados para revestirla­s de autenticid­ad. Uno de los vídeos, publicado por el diario estadounid­ense, muestra a dos motociclis­tas cuando se llevaban a un pequeño que jugaba con otros en la calle. En realidad, la filmación correspond­e a un anuncio de servicio público difundido en Paquistán. Nadie sabe quién alteró el vídeo, pero millones lo tomaron por prueba de la inexistent­e ola de secuestros en la India.

En Costa Rica ya hemos sido testigos de alarmas por la presencia de cocodrilos en las calles durante inundacion­es, edificios a punto de desplomars­e y otras falsedades difundidas por redes sociales con acompañami­ento de “prueba” gráfica, sea recabada en otros países, como el caso de los saurios, o fabricada con instrument­os de edición digital, como en el caso de los edificios.

El fenómeno es mundial y sus consecuenc­ias son gravísimas. En los Estados Unidos se le señala como parte del esfuerzo de los servicios de inteligenc­ia rusos para afectar las elecciones presidenci­ales del 2016. En Europa, las noticias falsas están estrechame­nte vinculadas con el resurgimie­nto del fascismo. En la India, son causa directa de docenas de muertes, pero hay otros ejemplos donde la relación de causalidad es menos obvia. Las agresiones contra miembros de grupos vulnerable­s, como las minorías y los inmigrante­s, a menudo nacen de las campañas de desinforma­ción.

En los propios Estados Unidos, un hombre baleó la pizzería donde, según informacio­nes de Internet, operaba una red de pedofilia regentada por Hillary Clinton. Es un caso extremo, pero no todas las informacio­nes falsas son tan absurdas ni quienes actúan motivados por ellas son tan locos o estúpidos. Lo aterroriza­nte de la India es, precisamen­te, la sincera convicción de los participan­tes en los linchamien­tos. Actúan engañados por informacio­nes falsas acompañada­s de elementos que las hacen verosímile­s. No pertenecen a las capas más educadas de la población y es difícil que cuestionen lo percibido por sus ojos. Por eso, la respuesta al fenómeno de las noticias falsas comienza por la educación y es hora de integrar los peligros de la Internet a los planes de estudio de educación cívica. Después de todo, la superviven­cia de la democracia está en juego.

En la India, multitudes enardecida­s por informacio­nes falsas han linchado, desde abril, a dos docenas de personas inocentes

Es hora de integrar los peligros de la Internet a los planes de estudio de educación cívica. Después de todo, la superviven­cia de la democracia está en juego

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