Clima extremo
En toda Europa, la ola de calor sofoca a la población y transforma el verdor del paisaje. Con la sequía vienen los incendios, incontrolables al punto de causar docenas de muertes en una zona turística de Grecia. La sequía y el calor cruzan el continente de sur a norte y también en el círculo ártico hay incendios forestales. Suecia pidió ayuda a vecinos más experimentados, como los italianos, para combatir la devastación.
El fuego también azota vastas regiones del oeste de EE. UU. El terreno afectado en California es tres veces superior al del año pasado. Con algo de humor negro, las autoridades estatales dicen estar frente a la “nueva normalidad”, vista la recurrencia del fenómeno en años recientes. Colorado, Nuevo México y Utah también sufren el flagelo.
Los británicos experimentan un verano inusualmente seco y caluroso. Sus fuentes de agua acusan los efectos de la sequía y el verde paisaje de las islas, cuya capital bromea con la bruma y humedad de su clima, se ha tornado marrón. También en Gran Bretaña los incendios arrasan sembradíos y bosques.
En Japón, la ola de calor se presentó junto a precipitaciones extremas. Las inundaciones causaron más de 200 muertes y desplazaron a 1,6 millones de personas, por ahora. En este momento, el peligro acecha con el nombre de Jongdari, un tifón de grandes proporciones, pero las lluvias ya batieron marcas históricas.
Ninguna región del planeta está a salvo de fenómenos climáticos cada vez más extremos y presentes en sitios donde no eran usuales. Costa Rica ya experimentó el impacto directo de un huracán y por toda Centroamérica hay inundaciones. “Este es el rostro del cambio climático”, declaró a Michael Mann, uno de los más destacados investigadores científicos del fenómeno.
Mann sale al paso de los críticos de la ciencia climática y declara irrelevante la pregunta sobre la posibilidad de establecer una relación de causalidad entre el cambio climático y acontecimientos específicos. “La pregunta relevante es si el cambio climático está impactando y agravando estos acontecimientos. Podemos decir, con alto grado de confianza, que sí”.
La naturaleza, parece empeñada en dar al científico la razón. La humanidad debe atender la advertencia porque no tardará en convertirse en ultimátum si la ganancia de corto plazo se impone sobre la responsabilidad debida a las próximas generaciones. Todavía estamos a tiempo, dice Mann.