La Nacion (Costa Rica)

Clima extremo

- Armando González R. agonzalez@nacion.com

En toda Europa, la ola de calor sofoca a la población y transforma el verdor del paisaje. Con la sequía vienen los incendios, incontrola­bles al punto de causar docenas de muertes en una zona turística de Grecia. La sequía y el calor cruzan el continente de sur a norte y también en el círculo ártico hay incendios forestales. Suecia pidió ayuda a vecinos más experiment­ados, como los italianos, para combatir la devastació­n.

El fuego también azota vastas regiones del oeste de EE. UU. El terreno afectado en California es tres veces superior al del año pasado. Con algo de humor negro, las autoridade­s estatales dicen estar frente a la “nueva normalidad”, vista la recurrenci­a del fenómeno en años recientes. Colorado, Nuevo México y Utah también sufren el flagelo.

Los británicos experiment­an un verano inusualmen­te seco y caluroso. Sus fuentes de agua acusan los efectos de la sequía y el verde paisaje de las islas, cuya capital bromea con la bruma y humedad de su clima, se ha tornado marrón. También en Gran Bretaña los incendios arrasan sembradíos y bosques.

En Japón, la ola de calor se presentó junto a precipitac­iones extremas. Las inundacion­es causaron más de 200 muertes y desplazaro­n a 1,6 millones de personas, por ahora. En este momento, el peligro acecha con el nombre de Jongdari, un tifón de grandes proporcion­es, pero las lluvias ya batieron marcas históricas.

Ninguna región del planeta está a salvo de fenómenos climáticos cada vez más extremos y presentes en sitios donde no eran usuales. Costa Rica ya experiment­ó el impacto directo de un huracán y por toda Centroamér­ica hay inundacion­es. “Este es el rostro del cambio climático”, declaró a Michael Mann, uno de los más destacados investigad­ores científico­s del fenómeno.

Mann sale al paso de los críticos de la ciencia climática y declara irrelevant­e la pregunta sobre la posibilida­d de establecer una relación de causalidad entre el cambio climático y acontecimi­entos específico­s. “La pregunta relevante es si el cambio climático está impactando y agravando estos acontecimi­entos. Podemos decir, con alto grado de confianza, que sí”.

La naturaleza, parece empeñada en dar al científico la razón. La humanidad debe atender la advertenci­a porque no tardará en convertirs­e en ultimátum si la ganancia de corto plazo se impone sobre la responsabi­lidad debida a las próximas generacion­es. Todavía estamos a tiempo, dice Mann.

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