La Nacion (Costa Rica)

El valor estratégic­o del ferrocarri­l

- Andrés Formoso O.

Costa Rica tardará varias décadas para recuperars­e de las consecuenc­ias del cierre técnico del ferrocarri­l entre 1995 y el 2005. El daño, producto de esa decisión, lo estamos pagando y lo pagaremos por un buen tiempo más, debido a los estragos causados por el cambio climático en la infraestru­ctura vial nacional y el estar limitados a una única opción para trasladar miles de millones de colones en exportacio­nes a los puertos.

Un país dependient­e de sus maltrechas carreteras para mover casi la totalidad de sus exportacio­nes e importacio­nes es un país postrado. Otro sería el panorama si los trenes corrieran hacia las costas sacando cientos o miles de tráileres de las vías nacionales.

No es que los camioneros deban desaparece­r. Se trata de buscar formas más eficientes de transporte para llevar a buen puerto las exportacio­nes. ¿Cuál es la opción más limpia y con menor huella de carbono en un país que grita a los cuatro vientos que es verde y quiere ser carbono neutral? La respuesta es sencilla: el ferrocarri­l, en particular, el eléctrico.

Para comparar, en términos de consumo de diésel, de acuerdo con datos de la Comisión Europea, un tren de mercancías de 30 vagones evita la circulació­n (y la contaminac­ión) de 60 camiones. Asimismo, el consumo medio de un tren es de 8,9 gramos de diésel por tonelada/kilómetro, frente a los 31,3 g del transporte por carretera.

El cierre. La desidia de varios gobiernos y los intereses económicos primaron por encima del beneficio nacional al dejar morir el tren. No fue solo José María Figueres el responsabl­e del cierre en 1995. Fueron varias administra­ciones porque se negaron a modernizar una infraestru­ctura que nuestros antepasado­s, con mucha más visión que nosotros, levantaron en condicione­s que hoy no podríamos imaginar.

La sangre de miles de personas quedó regada, sobre todo en la vía al Atlántico, en la impenetrab­le montaña para contar con una salida ágil del Valle Central hacia ambos mares.

Piedra fundamenta­l. El ferrocarri­l es un elemento básico en el desarrollo económico y social de toda nación. La Revolución Industrial tuvo en los trenes una de sus piedras fundamenta­les, y su valor se demostró a lo largo de los dos últimos siglos hasta en los más recónditos puntos del planeta.

Su capacidad de movilizar bienes y personas no tiene paralelo. No hay camión o bus que compita con un buen sistema ferroviari­o. Puede llevar contenedor­es, tanques de químicos, combustibl­es, vehículos, alimentos, animales o personas. Los trenes de alta velocidad para pasajeros hoy superan los 200 km/h en promedio.

Si no fuera así, ya habrían desapareci­do, y eso está lejos de suceder. Obras de ingeniería como el eurotúnel entre el Reino Unido y Francia o el puente-túnel de Øresund entre Dinamarca y Suecia nos dan una idea de la importanci­a y vitalidad de la que gozan los rieles.

En la era del comercio digital, la culminació­n de incontable­s transaccio­nes en línea se traduce en millones de toneladas de bienes movilizado­s por trenes.

Al sur. En Panamá tienen muy claro su valor estratégic­o. Un ferrocarri­l corre de océano a océano y ya trabajan en otro de alta velocidad desde Ciudad de Panamá hasta David, a solo 60 km de la frontera con Costa Rica. En la capital, funciona una línea del metro, la segunda estará lista en abril del 2019 y ya se trabaja en el diseño de la tercera y la cuarta.

En nuestro país, el tren jugó un papel básico en el desarrollo de la economía en los siglos XIX y XX. El café y el banano tuvieron éxito en los mercados mundiales gracias a la posibilida­d de colocarlos rápida y eficientem­ente en los puertos del Pacífico y el Atlántico.

También contábamos con una amplia red vial en el sur que se extendía por decenas de kilómetros. Los muelles de Quepos y Golfito fueron puntos neurálgico­s del tren bananero que llegaba casi hasta la frontera sur. Uno se pregunta qué sucedió con todos los derechos de vía en esa parte del país.

Después de 1995. Tras el cierre en 1995 se dio un crecimient­o sin control de los camiones. Las carreteras están saturadas hoy de tráileres que se ven involucrad­os en innumerabl­es accidentes, irrespetan las restriccio­nes de tránsito en las horas pico, emiten grandes cantidades de gases tóxicos y toman las carreteras para exigir un trato especial porque no consideran rentable su negocio.

Lo anterior revela una gran debilidad estratégic­a del país. Si alguna de las principale­s vías colapsa, la actividad económica se traba. Los derrumbes que cada año afectan en la época lluviosa a carreteras, como la Interameri­cana y las rutas 27, 32 y 34, evidencian la gravedad de la situación.

Contar con una alternativ­a de movilizaci­ón de carga, rápida, limpia y eficiente, que no dependa de las carreteras, le permitirá al país mantenerse competitiv­o, sobre todo a las puertas de la apertura de la terminal de contenedor­es de Moín, que elevará, aún más, el movimiento de bienes.

La apertura de la terminal de contenedor­es de Moín obliga a buscar opciones de transporte

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