Niños indígenas reciben cuido y comida mientras padres cogen café
Proyecto Casas de la Alegría funciona en beneficios y sitios de cosecha del café En esa zona, la gran mayoría de la recolección la hace la comunidad gnöbe
SABALITO, COTO BRUS. - Todos los años, cientos de miembros de la etnia gnöbe cruzan la frontera desde Panamá y se unen a otros indígenas de Coto Brus para trabajar durante unos meses en las cosechas de café en territorio tico.
Al no tener dónde o con quién dejar a sus hijos, los llevaban consigo a los cafetales. Allí, menores con incluso días de nacidos eran sometidos al viento, sol, frío, lluvia, largas horas sin comer y posibles accidentes. Sus padres, angustiados, ni podían concentrarse en sus labores.
“Hay familias con más de cinco niños muy pequeños. Veíamos que los más bebitos los ponían en la chacra (bolso tipo ‘canguro’ que se utiliza como transporte y cuna) y hasta los dejaban guindados de árboles por horas”, relató Maikol Valverde, jefe administrativo de la finca cafetalera Río Negro, en Sabalito de Coto Brus.
Preocupado, el médico Pablo Ortiz, quien fue director del Área de Salud durante décadas, vio la importancia de buscar soluciones para que estos chiquitos estuvieran bien cuidados, sin riesgo de enfermedades o peligros y con la posibilidad de comer a sus horas. Además, que estuvieran lejos de caer en trabajo infantil.
Así fue como algunas fincas decidieron abrir guarderías para sus trabajadores. Empero, era necesario ir más allá y así nació el proyecto Casas de la Alegría, de la mano del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
“Fue de mucho tocar puertas para lograr una alianza público-privada, para convencer a las personas de San José de la necesidad de destinar fondos para esto”, señaló Ortiz.
Entusiasmadas con la idea, poco a poco se fueron sumando más entidades, otras dependencias de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), el Ministerio de Salud, CoopeSabalito, la dirección nacional de Cen-Cinái, la Municipalidad de Coto Brus, el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), el Patronato Nacional de la Infancia (PANI), el Instituto de Fomento y Asesoría Municipal (IFAM), y organizaciones no gubernamentales como Nueva Acrópolis.
A partir del 2015, la iniciativa fue tomando forma con el apoyo del gobierno y los recursos necesarios para el funcionamiento de dichos centros.
Funcionamiento. Hoy funcionan 17 Casas de Alegría en 16 fincas. En ellas se brinda –a menores entre los 0 y 12 años– cuido, alimentación, recreación y atención en salud durante el tiempo que dura la cosecha (aproximadamente cinco meses, de setiembre a enero).
Cada día, a las 5:30 a. m. las puertas se abren para recibir a los menores. Cada una de estas casas tiene una capacidad aproximada para 60 niños.
“Hace poco estuvieron aquí unas muchachas estudiantes de arquitectura para ver la posibilidad de tener un aula móvil y así dar clases a los niños, o incluso para que adultos aprovechen las lecciones al salir del trabajo. Tenemos que hablar esto con el Ministerio de Educación, porque antes no se tenían las condiciones para crear un módulo educativo, pero sí consideramos importante que los menores aprendan durante los cuatro o cinco meses que vienen cada año”, destacó Valverde.
Cada una de estas casitas tiene de dos a cuatro cuidadoras y una cocinera que prepara las cuatro comidas diarias que se les ofrecen. Al menos una de estas trabajadoras es de la etnia gnöbe, para que los niños se sientan identificados y si no dominan el español, puedan comprender la lengua.
En los últimos dos años, 600 menores se han visto beneficiados con este programa.
“Yo estoy muy agradecido, porque un niño no debe estar metido en el monte, son los mayores los que deben trabajar”, aseveró el indígena José Méndez, en entrevista a Unicef.
Este proyecto ya cuenta con casas en Coto Brus, Corredores y se espera abrir pronto las primeras en la zona de Los Santos. Incluso, Ortiz señaló que ya caficultores de Tres Ríos, en La Unión de Cartago, los contactaron para ver en qué consiste el programa.
La idea de estas casas es no solo que los menores tengan donde estar, sino que puedan adquirir conocimientos de cosas básicas como lavarse las manos, o asuntos complejos”.