Badú revivió nostalgias con regreso de Froylán
▶ Recordó cuando lo vio por primera vez y dijo ‘ya tenemos a nuestro Romario’
Valdeir Badú Viera se encuentra lejos, específicamente en Alemania, pero la distancia no le impide estar al día sobre lo que pasa en Alajuelense.
Al igual que muchos seguidores de la Liga, él experimentó una mezcla de sentimientos encontrados cuando supo que el pasado 25 de julio, en el partido de despedida de Pablo Antonio Gabas, Froylán Ledezma volvió a jugar en el Estadio Alejandro Morera Soto.
El técnico brasileño también sonrió al enterarse de que la Liga pule en su liga menor a Juan Pablo Ledezma, el hijo del Cachorro, aquel futbolista talentoso que lo deslumbró desde la primera vez.
Su mente viajó en la máquina del tiempo y lo llevó a pensar en aquel miércoles de 1994 cuando se dio el gusto de ver en acción a esa figura. “Regresé a casa luego del habitual partidito semanal en cancha abierta y le he dicho a Erika: ‘ya tenemos a nuestro Romario’...”, recordó Badú al ser contactado por La Nación.
Tanto impresionó el joven Froylán a Badú, que el técnico de inmediato promovió su fichaje. No mucho tiempo después, lo haría debutar en la Primera División, el 14 de enero de 1995, cuando el futbolista apenas tenía 17 años.
Vieira pregona con muchos de los principios de Johann Cruyff, quien decía que Romario era “el genio del área”. Esa definición —según el entonces timonel alajuelense— calzaba justamente con el crack tico que él no podía dejar escapar.
“Pues, para mí, lo tenía todo Froylán para ser un genio en los últimos 30 metros. A la postre, no es sorpresa que precisamente el Ajax se lo llevó”, comenta hoy Badú.
Venta. Y justo cuando tenía 19 años vino esa sonada transacción: Alajuelense vendió al Cachorro al Ajax de Holanda en $4,5 millones en 1997, una cifra exorbitante para esa época.
“Froylán tenía todo para encantar brasileños y holandeses: inspiración y coraje para inventar jugadas, regate en velocidad y, además, unos 20 centímetros más de estatura que Romario. Mi deseo era justamente encontrar un delantero más con capacidad de desequilibrar, pues teníamos solo a Washington Hernández”, indicó el brasileño.
Al descubrir al Cachorro, Badú intuyó que era el jugador que necesitaba para acabar con los problemas y que a la vez, era un claro ejemplo de que su método sí funcionaba, aunque muchos lo cuestionaban.
“Así que nos llega Froylán como un regalo divino, aparte de que quedaba justificado mi programa de jugar amistosos en canchas abiertas en vez de los tediosos entrenamientos colectivos entre un primer y un segundo equipo, defensa contra ataque… y otras perdederas de tiempo y de armonía, como era la costumbre antes de que yo llegara a Alajuelense”.
El brasileño rememoró que desde ese miércoles del que habla y hasta el debut de Froylán, “todo pasó muy rápido, como la realidad anunciada de una fantasía del entrenador”.
Y agregó: “Para terminar, me mensajeó un manudo contándome que al ver a Froylán en la despedida d Gabas, se le llenaron los ojos de lágrimas por el recuerdo de glorias pasadas”.
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