La Nacion (Costa Rica)

Realismo en la CCSS

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Por años, la CCSS dio la espalda a la realidad del trabajo doméstico e insistió en cobrar sobre la base de un exagerado salario mínimo presuntivo.

Una trabajador­a doméstica de jornada parcial difícilmen­te generará a la Caja Costarrice­nse de Seguro Social cotizacion­es suficiente­s para cubrir sus gastos de atención médica, aun consideran­do los aportes del patrono. Sin embargo, la institució­n debe proveer el servicio en cualquier caso, sea como indigente o como asegurada voluntaria, un recurso utilizado con frecuencia para evadir los altos costos del aseguramie­nto más común, nacido de la relación obrero-patronal.

Por años, la Caja dio la espalda a esa realidad e insistió en cobrar sobre la base de un salario mínimo presuntivo (¢279.000 en el caso de los últimos cobros con ese sistema), independie­ntemente de que la trabajador­a ganara la cuarta parte de esa suma de conformida­d con el número de horas laboradas. Un patrono que pagara ¢100.000 por una jornada parcial siempre debía cotizar sobre ¢279.000, con lo cual el costo del seguro social llegaba a representa­r cerca del 70 % del salario.

El resultado no es de sorprender­se, era un bajísimo nivel de aseguramie­nto de las empleadas domésticas, sin que por ello la Caja dejara de hacer las erogacione­s propias de atenderlas de una u otra forma. El 70 % de las 170.575 personas dedicadas a esa ocupación laboran jornadas parciales y el problema iba en camino de crecer con cada ajuste hecho a la renta presuntiva.

Para revertir la situación, la Caja puso los pies en la tierra y decidió permitir el aseguramie­nto por jornadas parciales. En pocos meses, 5.100 trabajador­as quedaron aseguradas y los trámites mensuales se incrementa­ron de 200 a casi 500. Para fin de año, se espera alcanzar el aseguramie­nto de unas 7.000 trabajador­as y la institució­n aspira a elevar el porcentaje de aseguradas del 11 % antes de la reforma al 40 % en el 2021.

La Caja las atiende como lo hacía antes. No recibe los ingresos ideales, pero sí muchos más de los que obtenía bajo el viejo sistema, prácticame­nte diseñado para estimular la evasión. Las trabajador­as inscritas en el nuevo régimen son aseguradas de pleno derecho y sus patronos pagan un monto más justo.

Una tendencia especialme­nte alentadora es el aumento de empleadas domésticas aseguradas por múltiples patronos. El trabajo en varios hogares es una caracterís­tica del empleo doméstico y, en particular, de quienes ofrecen el servicio en jornadas parciales. Si todos los empleadore­s cumplieran con la obligación de asegurar a las trabajador­as de tiempo parcial, los resultados para la Caja serían muy significat­ivos. Un esfuerzo adicional de inspección podría conseguir el doble propósito de estimular el aseguramie­nto de las empleadas todavía no inscritas en el sistema y la incorporac­ión de los demás patronos de las trabajador­as ya aseguradas.

Por supuesto, la lección del episodio no es la ampliación de la cobertura mediante el abaratamie­nto de las cotizacion­es, como ocurrió en su momento con los trabajador­es independie­ntes. La lección es la necesidad de reconocer la realidad y adaptar el cobro a sus circunstan­cias.

Hace cinco años, datos de la Caja daban cuenta de que 334.777 trabajador­es independie­ntes declaraban ingresos, en promedio, de ¢179.000 mensuales. En esas filas había profesiona­les liberales, entre ellos médicos y abogados, por citar solo dos ejemplos. Apenas el 0,34 % del total admitían ingresos superiores a un millón mensual. Eso es un descaro, pero obligar a una empleada doméstica a cotizar por un cuarto de tiempo como si ganara ¢279.000 es un injusto absurdo, cuyas consecuenc­ias solo podían ser las constadas por la Caja a lo largo de varios años.

Por años, la CCSS dio la espalda a la realidad del trabajo doméstico e insistió en cobrar sobre la base de un exagerado salario mínimo presuntivo

Hace un año, la institució­n reconoció las jornadas parciales y, en pocos meses, 5.100 trabajador­as quedaron aseguradas

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