‘Rafting’ en el Pacuare salva al río y al bosque
Empresa turística destina parte de ganancias a restaurar la flora que le da vida al famoso río
“Cuando llegué al Pacuare, dije: ‘Este es el río más lindo que he visto hasta ahora; el agua caliente, bosque tropical increíble y una biodiversidad fabulosa’”.
Así describió el salvadoreño Rafael Gallo aquel flechazo inicial que lo llevó a decidir quedarse en Costa Rica y fundar, en 1985, la compañía de turismo de aventura Ríos Tropicales en Siquirres, Limón.
Fue amor a primera vista para el empresario, quien se dejó encantar por la belleza escénica del río Pacuare, el cual nace en la cordillera de Talamanca y desemboca en la vertiente del Caribe, luego de unos 108 kilómetros. Su encanto le ha dado fama internacional y lo ha convertido en un importante centro para la actividad del rafting, que consiste en el recorrido de los rápidos mediante botes inflables o kayaks.
Pero rápidamente Gallo se dio cuenta de que esta joya de la naturaleza se encontraba en una situación sumamente vulnerable, debido a la extracción de flora y la caza furtiva que se desarrolla en la zona.
Además, él no era el único que había volcado la mirada hacia esas valiosas aguas, ya que desde hace muchos años se venía analizando, por parte de los distintos gobiernos de turno, la posibilidad de construir en la zona una represa hidroeléctrica.
Esta situación obligó al empresario a asumir otro rol, el de activista ambiental, con el cual poco a poco se fue ganando el respeto a nivel local e internacional como un referente en conservación y desarrollo sostenible, gracias a lo que él llama un modelo de “capitalismo con conciencia”.
“Hay un movimiento interesante de que si uno es consciente con su comunidad y con el ambiente, sí hay recompensas positivas en el futuro financiero para todos, porque un grupo de interés contento trabaja contento, trabaja con amor, y eso le crea más clientela”, aseguró. Por más de tres décadas, Gallo ha procurado tejer una relación cercana con los habitantes de las comunidades aledañas, como El Tigre, Jabillos, Tres Equis y Linda Vista, convirtiéndose en una importante fuente de empleo e impulsando un cambio en la mentalidad de las personas, para generar emprendimientos ecológicos que permitan frenar la caza furtiva y la deforestación. Además, ha dedicado gran parte de sus esfuerzos y los ingresos de su compañía a la restauración de bosque, lo que ha impactado de manera positiva la biodiversidad en la zona, con 950 hectáreas dedicadas a la protección.
“Nosotros estábamos contabilizando cuánto hemos protegido, pero por cantidad de tierras, cuando en realidad hemos favorecido la biodiversidad de esas tierras. Hemos incrementado los corredores biológicos y parado a los cazadores; antes no veíamos monos, ahora vemos congos, cariblancos, tenemos cámaras trampa y vemos jaguares y ocelotes”, detalló.
Orígenes. La primera compra de tierras la hizo en 1990. Era una propiedad al lado del río, perteneciente a una familia de campesinos que la usaba para generar sus productos de subsistencia.
“Tenían 15 hijos, ocho varones y siete mujeres. Los ocho varones son guías y tienen más de 20 años de estar conmigo”, recordó.
De esta forma, el rafting se ha convertido, para la zona del río Pacuare, no solo en una actividad lucrativa, sino en una nueva fuente de vida para este cuerpo de agua y las comunidades circundantes, transformando el paisaje de potreros a bosques y permitiendo el regreso de especies que se habían alejado por la pérdida de hábitat y la amenaza que representa el ser humano para su supervivencia. Actualmente, Ríos Tropicales da empleo directo a unas 60 o 100 personas, dependiendo de la temporada. Esto convierte a la firma en una importante fuente de empleo para personas que habitan en las comunidades aledañas al río.
Sin embargo, al inicio, la empresa se nutrió de guías provenientes de Turrialba o de San José. “En ese tiempo tenía dos balsas y hacíamos grupos de 12 o 14 personas. Los primeros guías que tuve eran de Turrialba, me los topé trabajando para Costa Rica Expediciones.
”Ellos venían bajando en neumático por el río Pejibaye, les pregunté que qué hacían y me dijeron que era la primera vez que bajaban por el río Re-
ventazón. Nos preguntaron si nos podían seguir y yo les dije que sí”, contó.
“Los chavalos detrás de mí, sin chaleco, sin nada, y ya cuando abrí Ríos Tropicales fue a los primeros que llamé; les dije: ‘Vénganse a trabajar conmigo porque ya ustedes saben leer agua’, y fue muy vacilón porque rapidito aprendieron, porque ya venía en el corazón de ellos correr ríos”, agregó.
La lucha por salvar el río. Desde que Rafael Gallo puso los ojos en el Pacuare, supo inmediatamente del gran valor que tenía para la industria del rafting en Costa Rica, pero también se dio cuenta del enorme potencial que representaba para otro tipo de actividades que pondrían en riesgo su misma existencia.
“En el (año) 90 recibimos una carta por parte del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) respecto a que no podíamos seguir navegando por el cañón de dos montañas porque lo iban a dinamitar, y fue cuando decidimos irnos un grupo de guías, llamamos a una población indígena y periodistas; nos fuimos a hacer una manifestación pacífica, nos quedamos acampando debajo del cañón el día que iban a empezar a dinamitar. En ese momento, yo era un activista ambiental, no entendía cómo podían inundar este río, eran 22 kilómetros de bosque primario tropical húmedo, que era el que más rápido se estaba desapareciendo en todo el mundo”, afirmó.
Gallo y otros activistas se convirtieron en la voz del Pacuare, manifestándose en contra de la iniciativa y oponiéndose mediante instrumentos legales para frenar el desarrollo del proyecto.
“A mí me veían como un hippie, y yo les dije: ‘Vean, señores, yo soy ingeniero industrial y la primera vez que pasé por el cañón de dos montañas, yo vi que ese era el sueño de cualquier ingeniero civil; era el lugar ideal para una represa, lamentablemente’”, agregó.
Gallo y compañía pasaron seis semanas metidos en el cañón; además, interpusieron un recurso de inconstitucionalidad. Finalmente, fueron invitados a una mesa de negociación con el Gobierno, el cual les solicitó retirar la acción, a lo que ellos respondieron pidiendo un estudio de impacto ambiental del proyecto.
La iniciativa gubernamental fue perdiendo fuerza con los años y, en el 2005, el Consejo Directivo del ICE acordó descontinuar el proyecto hidroeléctrico, debido a la fuerte oposición que sufrió el plan por parte de la co- munidad de Turrialba, grupos ambientalistas, la Municipalidad de ese cantón y la Cámara de Turismo de la localidad.
Transformando el entorno. “La sostenibilidad ambiental creo que al final tiene una sostenibilidad financiera”, mencionó Gallo al reflexionar sobre la forma en que su empresa ha reinvertido en conservación.
En 1994, crearon una fundación con la que iniciaron proyectos de educación ambiental en las escuelas de Tucurrique, en el cantón cartaginés de Jiménez, y en Turrialba.
“Fuimos vanguardistas en todas esas cosas porque nadie hablaba de educación ambiental, nadie sembraba árboles; entonces, pasamos de activistas a hacer las cosas. Empezamos a comprar tierras, que no sirven para nada”, afirmó.
Si bien muchos de estos proyectos responden a un interés filantrópico, Gallo asegura que han sido financieramente inteligentes, “porque a mí me ha generado que la gente se quede más noches en el centro de hospedaje, tengo más cosas que ofrecer y, al mismo tiempo, se está beneficiando la comunidad; incluso la reforestación se hace con grupos de turistas”.
Esto los llevó a ser, en el 2008, uno de los ganadores del primer Desafío Geoturismo del Centro de Destinos Sostenibles de la National Geographic y Ashoka Changemakers.
En total, se recibieron 320 aplicaciones de 83 países, de entre los cuales fueron seleccionados 15 finalistas por parte de un grupo de expertos.
Los tres ganadores fueron finalmente escogidos por medio del voto popular.
Gallo también ha impulsado, mediante fondos de cooperación internacional, proyectos de desarrollo comunitario sostenible en la comunidad de El Tigre, como la creación de un mariposario, un serpentario, viveros, un Internet café e inversión en una escuela de la zona.
Mario Achoy Vega es el propietario de Mariposas del Pacuare, uno de estos emprendimientos ecológicos construidos con el apoyo de Ríos Tropicales.
“Empezamos con el mariposario y vimos que había una necesidad de algo más, no era solo tener las mariposas, sino era el entorno en el que estábamos, su simbiosis, y con la familia empezamos a hacer una siembra de árboles de Sangrillo; esa fue nuestra primera siembra, para retribuir a las especies de las que estamos viviendo”, contó el empresario, quien luchó hombro con hombro junto a Gallo y demás grupos para oponerse a la represa en el Pacuare.
Esto hizo que Achoy decidiera cambiar la visión del mariposario y enfocarlo en la regeneración de bosque, la educación del pueblo y la concientización con respecto a la importancia de conservar las plantas y los árboles.
“No sé si en Costa Rica o América Latina hay un mariposario que se dedique al trabajo como lo hemos estado haciendo nosotros, donde las visitas, antes de ir al mariposario, tienen que sembrar un árbol, aprender un poco de las semillas”, agregó.
El trabajo que desarrolla Achoy va muy de la mano con las escuelas de la localidad, por medio de charlas y la plantación de árboles, lo que crea un vínculo que perdura en el tiempo.
“Hace unos meses nos pasó con una profesora, que nos dijo que ya no aguantaba el sol y se recostó a un árbol para recibir sombra. Nosotros le dijimos: ‘Profe, ese árbol en el que se está apoyando lo sembró usted hace dos años’. Otro día vimos un grupo de lapas que yo había estado esperando, porque la recompensa es esa”, relató.
El emprendedor está convencido de que este tipo de proyectos ecológicos son el verdadero futuro de El Tigre y cree que el mensaje está calando en las nuevas generaciones.
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