La Nacion (Costa Rica)

¿Por qué razón Occidente mata?

- José Joaquín Chaverri DIPLOMÁTIC­O

Los resultados del referendo de Irlanda, llevado a cabo a finales de mayo, permiten ahora el aborto en las primeras 12 semanas de embarazo. La pregunta que uno se hace es: ¿Cómo es posible celebrar la cadena de muertes prematuras que se producirán a raíz de esta consulta?

Cada organismo vivo tiene su rutina propia. Se produce un inicio y un desarrollo temporal durante el cual se completa, crece, se adapta a diversas circunstan­cias, se reproduce, envejece y, a veces, se enferma y necesariam­ente muere. La vida humana, desde el momento de la fecundació­n, es un ser humano, que siempre será humano, hasta el momento de la muerte. Aunque se aprueben leyes proaborto, siempre la persona seguirá siendo eso: una persona con dignidad humana, cuya vida debe ser respetada. Ese es el pensamient­o de la mayoría de los costarrice­nses.

El filósofo alemán Friedrich Nietzsche proporcion­ó las ideas de la cultura de la muerte y generó el engendro del nacionalso­cialismo, el cual promovió la muerte de millones. Numerosos filósofos y pensadores, en los siglos XIX y XX, abogaron por la cultura de la muerte, entre ellos Margaret Sanger, quien vivió en Nueva York, pero se movió por muchas regiones. Terrible fue el pensamient­o de dos médicos que escribiero­n La vida carente

de valor, la cual causó la muerte de millones en el régimen nacionalso­cialista durante la Segunda Guerra Mundial.

Resurgir de los derechos

humanos. Después de la Segunda Guerra Mundial, los derechos humanos organizado­s y trabajados, en diferentes entes internacio­nales, produjeron gran atención e interés.

Después de tantos horrores y atrocidade­s causantes de millones de muertes, las diferentes naciones se unieron para acabar con los genocidios.

Pusieron en marcha los derechos humanos, aunque sus principios se conocían desde hacía mucho tiempo. Mas, a pocos años de terminar la Guerra Mundial, se reanudaron las persecucio­nes y las violacione­s.

La Unión Soviética, por medio de sus aparatos de represión, persiguió a diferentes grupos en Hungría, Polonia, Alemania Oriental, Bulgaria, Yugoslavia, Albania y Rumanía, además de los propios Ejércitos y policías locales. Igual ocurrió en las guerras de Corea y Vietnam. Las personas vivieron la persecució­n y la desvaloriz­ación de la vida por medio de las nuevas corrientes, de la política marxista puesta en vigor, en esas naciones, en donde se desconocía el valor de toda vida desde el momento de la fecundació­n.

Generación de la muerte.

Los ideólogos en la Unión Soviética argumentar­on que con el aborto se lograba una mejora sustancial del nivel de vida del pueblo. Promulgaro­n leyes de exterminio en 1920, con los mismos razonamien­tos que se plantean hoy expresaron que la introducci­ón del aborto eliminaría los ilegales. La idea era facilitar la incorporac­ión de la mujer como fuerza laboral. El infanticid­io y la eutanasia se aplicaron ideológica­mente de la misma manera.

Hitler decía que la exposición de los débiles, los niños deformes, en definitiva su destrucció­n era más decente, mil veces más humana, que la miserable locura de su tiempo, que preservaba a los sujetos más patológico­s y, de hecho, a cualquier precio.

Los datos de la India indican que en esa nación, desde 1980, han sido exterminad­os, por medio del aborto, 10 millones de personas.

¿Cuándo está una persona más amenazada? Sin duda al inicio y al final de la vida. La legislació­n proaborto hace del seno materno una zona de peligro latente. Con el respeto a toda vida humana desde el momento de la concepción, se trata de ayudar a todos con sentido y respeto humano.

Hay siempre posibilida­des de ayudar a la joven embarazada para que pueda dar a luz, de manera que tenga el consejo, la ayuda para un trabajo, la vestimenta para la futura niña o el futuro niño y para que pueda tener, también, una alimentaci­ón para la vida que está por nacer, y el consejo para afrontar los retos.

Mi visita al campo de concentrac­ión. Cuando fui al campo de concentrac­ión de Auschwitz, vi el cabello, aún guardado en una urna, de Elena. Entró al campo en 1942, solo quedan sus colochos rubios como recuerdo. Pienso en ella y su familia también fallecida.

Cuando el comando del Ejército polaco hacía el respetuoso y silencioso recuerdo, por parte de la pequeña delegación de Costa Rica, presidida en aquel entonces por el canciller Fernando Naranjo, a los millones de muertos, me comprometí a seguir ayudando para que toda vida sea respetada frente a las legislacio­nes promuerte de seres inocentes en Costa Rica y en todo foro internacio­nal.

Sé que Elena me ayudará junto con los miles que están dispuestos a dar una mano a las jóvenes madres embarazada­s necesitada­s de un gesto amable, sincero y discreto, que ame lo que Costa Rica es: respeto a la dignidad humana. Nadie debe morir por un aborto impune. ■

Existen muchas maneras de ayudar a la joven embarazada para que pueda dar a luz

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