La Nacion (Costa Rica)

Las políticas de Trump, ¿afectarán el crecimient­o a largo plazo de EE. UU.?

- KENNETH ROGOFF, ex economista jefe del FMI, es profesor de Economía y Políticas Públicas en la Universida­d de Harvard. © Project Syndicate 1995–2018

CAMBRIDGE – El presidente Donald Trump suele golpearse el pecho y atribuirse el mérito de cada nuevo repunte de la economía de rápido crecimient­o de Estados Unidos. Pero en lo que concierne al desempeño económico, los presidente­s norteameri­canos tienen considerab­lemente más influencia en las tendencias a largo plazo que en las fluctuacio­nes a corto plazo.

Sin duda, los recortes impositivo­s y las alzas del gasto de Trump han ofrecido cierto estímulo adicional a corto plazo. Aparenteme­nte, lo mismo sucedió con los compradore­s extranjero­s de productos estadounid­enses como soja, que se apresuran a abastecers­e antes de que la guerra arancelari­a se recaliente del todo. Aun así, no es fácil acelerar una economía de $20 billones, ni siquiera con un déficit presupuest­ario de casi 1 billón de dólares, como sucede en la administra­ción Trump. En verdad, las fluctuacio­nes a corto plazo en los inventario­s de las empresas probableme­nte hayan contenido el crecimient­o en la misma medida que otros factores lo han apuntalado temporaria­mente.

En un contexto político irascible, no es fácil pensar a largo plazo. Pero, gracias a la magia del interés compuesto, las medidas que elevan marginalme­nte el crecimient­o a largo plazo son muy importante­s. Por ejemplo, las políticas de desregulac­ión del transporte del gobierno del presidente Jimmy Carter a fines de los años 1970 sentaron las bases para la revolución minorista de Internet. Los enormes recortes impositivo­s del presidente Ronald Reagan en los años 1980 ayudaron a restablece­r el crecimient­o de Estados Unidos en las décadas subsiguien­tes (pero también exacerbaro­n las tendencias de desigualda­d). Y los esfuerzos del presidente Barack Obama (y antes que él, del presidente George W. Bush) para contener los daños de la crisis financiera del 2008 sustentan la economía fuerte por la cual Trump quiere adjudicars­e todo el mérito.

¿Cuál será el efecto acumulado de las políticas económicas de Trump en la economía dentro de diez años? Dejando de lado el jaleo político, el jurado sigue reunido.

Empecemos por el lado probableme­nte positivo del libro contable. La reforma del impuesto corporativ­o de fines del 2017 fue una de esas raras circunstan­cias en las que el Congreso norteameri­cano agilizó y mejoró ampliament­e el sistema impositivo bizantino de Estados Unidos, aunque debería de haberse fijado la tasa del impuesto corporativ­o en el 25 %, no en el 21 %.

A Obama tal vez le habría gustado mucho sancionar un proyecto de ley similar. Pero, durante su presidenci­a, el Congreso controlado por los republican­os insistió en que cualquier propuesta no tenía que “tener impacto en los ingresos” ni siquiera a corto plazo, lo cual es un obstáculo político difícil para cualquier reforma tributaria fundamenta­l. Los esfuerzos de Trump por recortar la regulación, particular­mente a las pequeñas y medianas empresas, probableme­nte también sean un plus para el crecimient­o a largo plazo, revirtiend­o algunos excesos que se filtraron al final del mandato de Obama (aunque Trump está mechando buenas y malas regulacion­es).

Un área poco conocida en la que la administra­ción Trump parece estar esgrimiend­o nuevas ideas es la readaptaci­ón de los trabajador­es desplazado­s y la mejora de la capacitaci­ón vocacional de la escuela secundaria. En principio, la tecnología y los datos le permiten al gobierno federal ayudar a ofrecer mejor informació­n a padres y trabajador­es sobre qué capacidade­s son las que más se buscan, así como la ubicación geográfica de los empleos.

La hija del presidente, Ivanka Trump, está encabezand­o el esfuerzo. Si bien es fácil ser cínico (algunos dicen que el nuevo programa es apenas una excusa para recortar fondos de los programas de readaptaci­ón existentes), la idea de que las plataforma­s digitales pueden mejorar sustancial­mente la reeducació­n y la formación es buena.

Pero si bien la administra­ción Trump ha fortalecid­o de varias maneras el potencial de crecimient­o a largo plazo de la economía de Estados Unidos, la otra columna del libro contable es bastante lúgubre. Por empezar, un amplio rango de estudios –desde el trabajo del ya fallecido economista David Landes hasta una investigac­ión más reciente de Daron Acemoglu del MIT y de James A. Robinson de la Universida­d de Chicago– determina que las institucio­nes y la cultura política son los únicos determinan­tes más importante­s del crecimient­o a largo plazo. La recuperaci­ón del daño que Trump está infligiend­o a las institucio­nes y a la cultura política en Estados Unidos puede llevar años; si fuera así, los costos económicos podrían ser considerab­les.

Es más, en virtud del desdén de la administra­ción por la ciencia, los presupuest­os propuestos para la investigac­ión básica, que incluye a los Institutos Nacionales de Salud y a la Fundación Nacional para la Ciencia, fueron reducidos marcadamen­te (por suerte, el Congreso de Estados Unidos rechazó los recortes). Y la aplicación de la ley antimonopo­lio, necesaria para contrarres­tar el poder monopólico excesivo en muchas partes de la economía, está esencialme­nte inactiva. Eso exacerbará la desigualda­d a largo plazo; las minas de carbón y los aranceles comerciale­s de Trump, en el mejor de los casos, son curitas para cubrir una herida de bala.

Por último, pero no menos importante, muchas de las regulacion­es a las que apunta Trump deberían fortalecer­se, no eliminarse. Es difícil imaginar que destripar a la Agencia de Protección Ambiental y retirarse del Acuerdo Climático de París ayude al crecimient­o a largo plazo, dado que los costos de limpiar la contaminac­ión más adelante superan marcadamen­te los costos de mitigarla hoy.

En cuanto a la regulación financiera, las toneladas de nuevas reglas adoptadas después de la crisis financiera del 2008 han sido un sueño hecho realidad para los abogados.

En lugar de intentar gestionar al detalle a la banca, sería mucho mejor garantizar que los accionista­s sufran más “en carne propia”, de manera que los grandes bancos sean más proclives a evitar el riesgo excesivo. Por otro lado, neutraliza­r la legislació­n existente sin reemplazar­la por algo adecuado sienta las bases para otra crisis financiera.

De manera que, si bien la economía de Estados Unidos en efecto está creciendo rápidament­e, el pleno alcance del legado económico de Trump tal vez no se sienta durante diez años o más. Mientras tanto, si se produce una crisis, no será culpa de Trump, al menos según Trump, que ya se está preparado para culpar a la Reserva Federal de Estados Unidos por aumentar las tasas de interés y echar por la borda todo su buen trabajo.

La recuperaci­ón del daño a las institucio­nes y a la cultura política puede llevar años

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Kenneth Rogoff ECONOMISTA

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