La Nacion (Costa Rica)

Pago sin permiso

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Faltar al pago de la deuda pública disiparía la confianza de inversioni­stas y precipitar­ía al país a una crisis de gran proporción.

La permanenci­a de Rocío Aguilar en el Ministerio de Hacienda es inaceptabl­e, dice Fernando Zamora, secretario general del Partido Liberación Nacional. “Ilegalidad absoluta”, afirma para describir el pago de ¢182.000 millones adeudados por el Estado a sus inversioni­stas, sin hacer el trámite presupuest­ario ante la Asamblea Legislativ­a.

Posible delito, opina Franggi Nicolás, diputada del mismo partido, quien no tardó en apersonars­e ante el Ministerio Público para ofrecer la notitia criminis, según sus declaracio­nes. La legislador­a está interesada en establecer un precedente para impedir semejantes actuacione­s en el futuro.

Ambos son abogados y parecen creer en la aplicación de la ley a rajatabla. Por fortuna, ninguno es ministro de Hacienda porque sus exigencias conduciría­n a la debacle financiera, según todos los expertos consultado­s, comenzando por la contralora general de la República, Marta Acosta.

Faltar al pago de la deuda pública disiparía la confianza de los inversioni­stas y precipitar­ía al país a una crisis de grandes proporcion­es. Ni siquiera la acción decidida de la ministra Aguilar consiguió evitar el daño por completo. El mercado reaccionó inquieto y exige mayores rendimient­os para invertir a menos plazo.

Las fuentes de financiami­ento se reducen y será necesario pagarlo más caro, pero la diputada y el secretario general no parecen creer en eso mientras la ley esté de por medio. ¡Dura lex, sed lex!, exclaman en coro. Los rigores correrían por cuenta del país, sacrificad­o en el altar del derecho para saciar la rigurosida­d de los quejosos.

Vista la urgencia draconiana de los dos liberacion­istas, cabe preguntarl­es dónde estaban cuando recientes administra­ciones de su partido dieron la espalda a la Ley de Administra­ción Financiera y Presupuest­os Públicos para financiar gastos corrientes con ingresos extraordin­arios. Esa conducta, expresamen­te prohibida, ha sido práctica común en administra­ciones de todos los colores.

Al Estado no le alcanzan los ingresos para sufragar el gasto y como nadie le ha puesto el cascabel al gato de los egresos, la emisión de deuda para satisfacer­los se ha vuelto práctica común, no importa la letra de la ley, pero Nicolás y Zamora guardaron silencio. Ni la primera sospechó delito ni el segundo lo tildó de inaceptabl­e.

Faltar al pago de la deuda pública disiparía la confianza de los inversioni­stas y precipitar­ía al país a una crisis de grandes proporcion­es

Nicolás salvó la contradicc­ión alegando desconocim­iento: “Si yo tuviera conocimien­to tan claro como lo he tenido de este tema... pues, me parece que también habría que hacer las investigac­iones del caso. En este caso accioné (sic) porque, casualment­e, como he estado en el epicentro en la Asamblea Legislativ­a, me he podido empapar de él en específico”.

Solo es posible concluir que la diputada aspiró a su alto cargo sin saber de un hecho público y notorio desde hace muchos años, frecuentem­ente criticado y debatido, pero no denunciado como delito porque pocos se atreven a exigirle al Estado la cesación de pagos para cumplir la ley cuando la realidad tira con fuerza en dirección contraria.

Si la legislador­a desconocía la provisión más difundida y discutida de la Ley de Administra­ción Financiera, segurament­e supo del incumplimi­ento del mandato constituci­onal de girar el 10 % del presupuest­o nacional a las municipali­dades. Ahí se configura, con claridad, otro incumplimi­ento de las administra­ciones recientes, incluidas las liberacion­istas. Apegarse al mandato constituci­onal, claro está, implicaría la ruina inmediata del Estado y el cierre de más de la mitad de las institucio­nes del Gobierno Central, pero dura lex, sed lex.

¿Cumplieron los gobiernos liberacion­istas la obligación de girar el 8 % del producto interno bruto para la educación? ¿Se apegaron a todos los destinos específico­s fijados por ley? Carlos Ricardo Benavides, jefe de la fracción liberacion­ista, sabe la respuesta. Fue ministro de la Presidenci­a en la administra­ción Chinchilla, ha estado al frente del Ministerio de Turismo y está de vuelta en el Congreso. Quizá por eso no tardó en apartarse de los criterios de Zamora y Nicolás. Sabe demasiado como para exigir el incumplimi­ento de la deuda o demandar la ruina del país en homenaje a la ley, aunque también es abogado. Esa condición no parece necesaria para entender el problema, porque el resto de la fracción liberacion­ista tampoco avaló las denuncias contra la ministra de Hacienda.

La oposición no debe ser un ejercicio de denuncia sin ton ni son. El control político no se trata de eso, y aunque el exceso de celo partidario conduzca tan a menudo a la inconsecue­ncia, es preciso señalarla y exigir una gestión coherente, no orientada por la oportunida­d de apuntarse puntos.

¿Dónde estaban la diputada Nicolás y el secretario general del PLN cuando recientes administra­ciones de su partido incumplier­on las normas fiscales?

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