TV pagada cubre 69% de casas sin diferencia de ingreso o lugar
En los últimos siete años Regiones Central, Caribe y Norte del país registran la mayor explosión de nuevas instalaciones Hay tarifas básicas de ¢11.000 al mes Más hogares pobres tienen hoy acceso al servicio; ir al cine o de vacaciones les resulta muy on
Sea en el campo o en la ciudad, en torres de apartamento o en ranchos de cinc, el servicio de televisión pagada alcanza el 69% de las casas en Costa Rica.
La cobertura, que creció una cuarta parte en los últimos siete años, se explica por la presencia de más proveedores y el arribo del servicio a zonas y sectores de población antes desatendidos.
A julio del 2010, de 1,2 millones de viviendas en el país, alrededor de 568.000 viviendas (45%) tenían algún servicio de cable, satelital u otro, indican datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Para julio del 2017, la cifra de hogares con el servicio llegó a 1.032.000 (69% de 1,5 millones); precisó el INEC.
El salto significa otros 464.000 domicilios con televisión pagada; muchos de los cuales podrían estar en sectores de población con menos ingreso por lo cual es poco sorpresiva la cantidad de antenas posadas sobre los techos en esos asentamientos.
“Mi hijo Joseph tiene parálisis cerebral y a él le hace mucho bien porque lo entretiene. Ha sido muy bonito y me ayuda mientras hago oficio en la casa. A mí que no me lo corten. ¡Dios guarde, aquí se usa mucho!”, exclamó Xiomara Méndez Guido, jefa de hogar vecina de la ciudadela Rossiter Carballo, en La Uruca, San José.
Méndez reside allí desde hace 11 años gracias a una pensión estatal por la condición de su hijo de 9 años. Allí también vive su hija de 17 años y estudiante de colegio. Esta madre soltera paga ¢15.000 al mes por su televisión satelital, un enlace que instaló hace 9 años.
Para ella, la conexión es “muy necesaria” pese a su trajín diario de llevar y traer a su hijo del hospital a sus sesiones de terapia y seguimiento, además de otras necesidades de los tres. Para esta familia, ese enlace al exterior es una forma de entretenerse más accesible y sin salir de un hogar donde, por el escaso ingreso, el cine o irse de vacaciones no son posibles. “El fin de semana hay más tiempo y vemos películas”,
aseguró esta madre.
Más accesible. Según el proveedor, en servicios de televisión satelital, el cobro por los paquetes básicos (sin video en alta definición) comienza en ¢11.000. En televisión por cable, el piso tarifario ronda los ¢20.000 sin incluir el servicio de Internet.
Que este tipo de servicios se haya convertido en esencial, sin importar el estrato económico es entendible para Carlos Sandoval García, académico e investigador de la Universidad de Costa Rica, al recordar que la televisión no discrimina como vehículo de comunicación.
Para él, un factor que podría explicar el incremento de este servicio es porque se trata de u na forma de diversión accesible a las familias, como lo confirma la vecina de la ciudadela Rossiter Carballo.
“Un contraste que puede clarificar este punto es que, si uno considera una salida al cine del papá, la mamá y dos hijos, por ejemplo, esa es una salida onerosa. Entre entradas, bebidas y golosinas; sin considerar costo del transporte o combustible; el paseo ronda fácil ¢7.000 por persona. Nos damos cuenta así que el entretenimiento puede ser oneroso”, aseguró Sandoval.
En efecto, la penetración del servicio ha entrado tanto a hogares pobres como no pobres, confirmó Eddy Madrigal Méndez, coordinador de la Encuesta Nacional de Hogares que realiza el INEC.
“Mire, en el 2010 el porcentaje de hogares pobres con televisión paga era 20%, al 2017 era 49%. Se ve que toda capa de población ya tiene más acceso”, explicó Madrigal.
Como indicó Madrigal, hace siete años eran 54.000 de 269.000 hogares pobres los que tenían televisión paga. Al 2017, ya eran 147.000 (93.000 más) de 297.000 fa-
milias en esa situación.
Variable geográfica. Otro factor que influye en la tendencia es la zona geográfica, apuntó José Francisco Correa, profesor universitario y consultor especializado en análisis y consumo de medios.
Según Correa, la televisión satelital despegó en los últimos años porque anteriormente ningún proveedor de cable había visto la conveniencia de atender zonas alejadas del centro del país donde, la recepción de señal de televisión libre y gratuita es deficiente. Los datos lo respaldan.
Al 2010, la televisión con antena satelital sumaba 12% del negocio del servicio pagado y 88% eran suscripciones de cable, de acuerdo con las estadísticas de la Superintendencia de Telecomunicaciones (Sutel).
Al 2017, la televisión satelital iba por 29% del mercado, había 3% televisión sobre protocolo de Internet y los enlaces con cable quedaron en 68%.
De hecho, donde proporcionalmente se instalaron más servicios de televisión satelital y cable fue en la región Huetar Caribe, que incluye a Limón y parte de Sarapiquí.
Esta zona pasó de 31.000 hogares en el 2010 con alguno de esos servicios a 80.000 al 2017 (154% de incremento), de acuerdo con el INEC. R VEA INFOGRAFÍA.
Le siguen la regiones Brunca (Pacífico sur), con 131% de variación (de 30.000 a 69.000 servicios), Huetar Norte (zona norte) con 110% de repunte (34.000 a 72.000) y Pacífico Central con 78% (de 36.000 a 64.000).
El área que sumó numéricamente más suscripciones (y cuya base de hogares con servicio es la más amplia) fue la zona Central que cambió de 402.000 casas con televisión cobrada en 2010 a 663.000 en 2017 (261.000 más equivalentes a 65%), indican los datos del INEC.
Esos crecimientos cobraron fuerza con la apertura del mercado de telecomunicaciones en 2011, cuando llegó al país la empresa mexicana América Móvil (marca Claro) que luego empezó a vender televisión satelital dirigida a sectores populares. Antes de ese año, el servicio solo lo ofrecía en Costa Rica la empresa Sky.
“Claro apuntó al segmento de más bajo ingreso, lo cual permitió cubrir mucha zona rural donde, por densidad poblacional o geografía, a las empresas de cable nunca les pareció rentable invertir.
” Sin embargo, al acercarse la apertura de las telecomunicaciones, otras empresas corrieron a instalar postes y tendidos para llevar cable e Internet”, recordó Gilles Maury, analista de la firma consultora Deloitte.
Estos proveedores, agrega Maury, fueron las cooperativas de distribución eléctrica, localizadas precisamente en las zonas rurales.
Cuando se abrió el mercado de las telecomunicaciones, varias cooperativas de electrificación vieron la oportunidad de crear una red de fibra óptica entre esas cooperativas para proveer más servicios, explicó Erick Rojas, gerente del Consorcio Nacional de Empresas de Electricidad de Costa Rica R. L (Conelectricas R. L.).
Este se integra de las cooperativas Coopelesca R.L, Coopesantos R. L, Coopeguanacaste R. L y Coopealfaroruiz R.L.
“Las cooperativas no es que hacen clavos de oro con estos servicios, más bien la estrategia comercial era primero ofrecer Internet y luego cable a precios cómodos para competir”, comentó Rojas.
Según Rojas, hacia el 2005 las cooperativas ya habían analizado la conveniencia de esa aventura comercial porque también descubrieron que la brecha digital entre el centro del país y zonas rurales “era grande”.
En síntesis, era estratégico invertir en telecomunicaciones. A partir de entonces, y con la cercana apertura de ese mercado, las cooperativas asumieron como política, tejer redes de fibra óptica.