Cubano alcanza un sueño en Costa Rica
En Cuba solamente hay dos caminos para que un futbolista se convierta en profesional y pueda desempeñarse como legionario: desertar es uno de ellos y conlleva el duro castigo de no ingresar de nuevo a su país durante un mínimo de ocho años; la otra es pedir la autorización y recibir la baja, que implica no jugar más con la Selección, pero al menos se puede entrar y salir de la isla.
Marcel Hernández, atacante cubano de 29 años fichado por Cartaginés, optó por seguir las reglas de su nación. En el 2012 puso en pausa el anhelo que tenía desde los siete años, descartó ofertas y prefirió cumplir con los lineamientos, antes que fugarse.
Ser seleccionado Sub-15, Sub-17, Sub-20, Sub-21 y estar en la Mayor, con la que ganó la Copa del Caribe 2012 y disputó la Copa Oro, hizo que se le presentaran opciones para entrar al profesionalismo. Sin embargo, verse privado de estar con su familia por casi una década era un precio muy caro que Hernández no quería pagar.
Marcel siguió los procedimientos, eso sí, lograr la autorización le costó diez meses, en los que tuvo que entrenar por su cuenta y desempeñarse en torneos no oficiales para mantenerse a nivel físico. La razón de tanta demora se centra en que el ariete estaba en una lista que elabora cada federación deportiva con los mejores exponentes en su disciplina, a la cual no le permiten obtener el pasaporte ordinario.
“No me desesperé, no pensé en quedarme y desertar, porque soy apegado a mi familia. La vida de un futbolista en Cuba es complicada, pero igual a la de todo deportista allá. Es con demasiado sacrificio, porque la paga no es buena y hay que sacrificarse el doble”.
El permiso de Marcel llegó, aunque ya no estaban las mismas ofertas. Luego de recibir la autorización jugó en Antigua y Barbuda y República Dominicana, hasta que logró cumplir su sueño de pasar una prueba con Cartaginés.
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