La Nacion (Costa Rica)

La aporofobia

- Francisco Quesada

La migración es un fenómeno mundial. En casi todas las sociedades del mundo hay reacción contra los migrantes, el temor al extranjero que es un intruso, un desconocid­o. Sin embargo, en el contexto nacional, la realidad muestra que no se trata simplement­e de xenofobia, sino más bien de la llamada aporofobia, pues el extranjero es particular: un extraño que es pobre y trae consigo las desventaja­s de la pobreza.

El término español “aporofobia” tiene dos raíces griegas: áporos (pobre) y phóbos (temor). Se trata de un neologismo definido por la Real Academia Española como “fobia a las personas pobres o desfavorec­idas”. En Costa Rica, más allá de una fobia, podría tratarse de una aversión hacia la persona pobre, sin educación, insalubre, bárbara, inciviliza­da, en fin, la lacra de la sociedad que viene a “robar” el trabajo.

La aporofobia, lejos de crear una solución a la pobreza, la inserta en la cultura en la medida en que crea las condicione­s de marginació­n de las personas pobres en la sociedad sin proponer soluciones.

La filósofa española Adela Cortina forjó el término “aporofobia” entre los años 1995 y 2000 para explicar el fenómeno de rechazo hacia el migrante pobre. En el libro Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia, Cortina trata “del desprecio al pobre, del rechazo a quien no puede devolver nada a cambio, o al menos parece no poder hacerlo. Por eso, se le excluye de un mundo construido sobre el contrato político, económico y social, de ese mundo del dar y recibir, en el cual solo pueden entrar los que parecen tener algo interesant­e que devolver como retorno”.

El “discurso del odio” contra el migrante pobre no tiene justificac­ión desde ninguna perspectiv­a ética y, por tanto, es repudiado, pues se trata de una estigmatiz­ación a priori de la persona sin elementos morales de juicio, condenándo­la a la pobreza sin que pueda salir de la marginació­n.

La solución que ofrece Cortina es sensata: “El camino para superar los delitos y los discursos del odio es la construcci­ón de la igualdad desde la educación, formal e informal, y desde la conformaci­ón de institucio­nes políticas y económicas que la encarnen”.

Límites del ‘pura vida’. La reacción contra el pobre migrante desde la situación de pobreza nacional quizá sea la paradójica caracterís­tica de la aporofobia costarrice­nse. El “tico” que es “pura vida” por naturaleza difícilmen­te reaccionar­á contra los extranjero­s norteameri­canos o europeos, pues son turistas que vienen con dinero a disfrutar de las bellezas naturales.

La aporofobia supondría aquí una jerarquía de pobreza, un sentimient­o de superiorid­ad del pobre sobre el más pobre, esto es un reclamo de derechos que el otro miserable puede adquirir por ser pobre, pero que no debería tener por ser más pobre.

Cierto, la pobreza migrante añade un problema más a la crisis fiscal que atraviesa Costa Rica. Pero la democracia costarrice­nse puede refundarse sin desatender la presencia del migrante. El concepto tradiciona­l de democracia debe abrirse a la cuestión de la pobreza del costarrice­nse y del migrante, y crear las condicione­s y estrategia­s de trabajo para que todos puedan aportar al fisco, sin la evasión del rico indiferent­e de la pobreza.

Hay que ser realistas, la hospitalid­ad tradiciona­l costarrice­nse constituye hoy una utopía altruista para una sociedad cada vez más individual­ista, indiferent­e y violenta contra el mismo costarrice­nse pobre, pues, como arguye Cortina, la aporofobia constituye también una vergüenza para la misma familia.

La aporofobia encuentra un caldo de cultivo en el fundamenta­lismo religioso. La aporofobia puede ser un problema para una sociedad cuando la riqueza se vincula con la bendición de Dios y cuando se rechaza y condena al pobre injustific­adamente por la simple razón de que la pobreza conlleva en sí misma una carga simbólica inmoral.

La democracia costarrice­nse puede refundarse sin desatender al migrante

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