La Nacion (Costa Rica)

Ruta minada

- Eduardo Ulibarri correo: eduardouli­barri@gmail.com twitter: @eduardouli­barr1

¿Cuántos sabotajes, presiones, zancadilla­s y recortes más sufrirá la reforma fiscal que se tramita en la Asamblea Legislativ­a? No tantos como los centenares de mociones disparadas contra el texto aprobado en comisión, pero, quizá, suficiente­s para reducir aún más su coherencia, equidad, eficiencia y capacidad recaudator­ia, y así incrementa­r la incertidum­bre sobre nuestra estabilida­d económica.

En la administra­ción anterior, esos problemas se multiplica­ron por las dudas, las duplicidad­es y la débil competenci­a del Ejecutivo. Ahora, la situación es otra. El gobierno ha hecho un esfuerzo sólido y responsabl­e por mejorar la recaudació­n y frenar la dinámica incontrola­ble del gasto. En el proceso, ha asumido un alto costo político, que explica, en buena medida, la escasa popularida­d del presidente, según la última encuesta de la Universida­d de Costa Rica. Toca ahora a los diputados completar la tarea.

Cuando el martes se anunció la votación 5-4 en pro de la reforma, todo pareció aclararse, al menos para un ingenuo como yo. El “sí” en comisión fue articulado por los partidos con real noción de Estado y voluntad de gobierno, que además tienen mayoría en el plenario: el PLN, el PAC y el PUSC. Por el “no” votaron Restauraci­ón, el Frente Amplio y el PIN, que usualmente anteponen sus dogmas, retórica u oportunism­o a los desafíos de política pública.

Ante la convergenc­ia de los tres más serios, supuse que, durante el último y largo trayecto de la minada “vía rápida”, no habría más disrupcion­es esenciales. Me equivoqué: el miércoles, un diputado liberacion­ista que el martes había votado en pro de un 2 % del IVA a la canasta básica —algo esencial para la trazabilid­ad fiscal y el combate a la evasión— se unió a los del “no” y descalabró esa parte del acuerdo; además, fue eliminado el cobro del 4 % a la educación privada. Rota la baraja, ¿qué seguirá en la carrera para complacer a grupos de presión mediante disfraces de “justicia” o “equidad”?

Quizá las renovadas tribulacio­nes del plan solo respondan al deseo de que el gobierno sufra más o al frívolo afán de protagonis­mo de algunos diputados. Sería el mal menor. Pero no podemos descartar un intento de mayor calado para desarticul­ar totalmente la reforma. Entonces sí nos toparíamos con la catástrofe.

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