Iglesia de Heredia lleva en pie 200 años sin cimientos
→Obras para reforzar la estructura de calicanto se iniciaron en junio pasado → Partida de ¢450 millones fue aprobada desde el 2015 por la Asamblea Legislativa
“No existe un cimiento propiamente dicho en el templo. Simplemente, llegaron y pusieron las paredes sobre el suelo”, esa fue la conclusión a la que llegó el ingeniero Miguel Cruz, tras evaluar la construcción de la iglesia Inmaculada Concepción, del centro de Heredia.
Desde junio, se comenzó en el inmueble un proceso de reforzamiento de su estructura, la cual, además de no tener bases que, tampoco cuenta con varillas, ni cemento que le den agarre, ya que fue hecha con calicanto (piedras sin labrar, unidas con una pasta de cal).
El edificio ha soportado los terremotos. El último que agudizó los problemas estructurales fue el de Cinchona, el 8 de enero del 2009. Ese movimiento sísmico generó nuevas grietas y abrió otras ya existentes.
“Ahora que estamos reparando, nos encontramos que hay una supergrieta que separa la fachada de la pared, que había sido ya inyectada con lechada de cemento (diluido en agua)”, dijo Cruz.
Otro gran problema es que las paredes, techo, fachada y torres no están ligadas, sino que son piezas individuales.
“Las obras son muy pesadas, sufren grandes fuerzas sísmicas, son excesivamente frágiles. Entonces, tenemos que lograr en ellas cierto nivel de continuidad entre los elementos, por ejemplo, que la pared esté ligada a los contrafuertes, que las torres estén ligadas a las paredes, para que no se estén abriendo esas grietas”, explicó el ingeniero.
La parroquia fue declarada monumento nacional en 1963. Reparar un edificio patrimonial conlleva retos, como escoger con cuidado el tipo de material que se va a usar.
“Por ejemplo, la tendencia en Europa es que no se use cemento en este tipo de obras, porque, según ellos, el concreto agrede el material; sin embargo, es un material inerte, pétreo, que puede perfectamente ligarse con el calicanto. Por lo menos esa es mi opinión profesional”, afirmó Cruz.
“Tampoco podemos utilizar materiales muy endebles para sostener una masa tan pesada como una pared de calicanto de hasta un metro y medio de espesor”, agregó.
Hasta el momento, se han invertido ¢350 millones de los ¢450 millones presupuestados para el proyecto. Los fondos provienen una partida aprobada en el 2015 por la Asamblea Legislativa. Se proyecta que los trabajos terminen en enero del 2019.
Intervención. Esta no es la primera vez que la iglesia recibe socorro. En el siglo antepasado, se le habían colocado ocho grandes bloques en forma triangular en las paredes laterales para que funcionaran como contrafuertes.
Las estructuras se añadieron tras los daños que produjo en la iglesia el terremoto de 1822, según Sonia Gómez, historiadora del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural (CICPC).
Hoy, estas construcciones están separadas de las paredes por paso del tiempo, indicó el cura párroco e historiador, Fernando Vílchez.
“Los ingenieros han dicho que, en un terremoto, si las paredes se mueven en dirección a los soportes podrían sostenerlas, pero si el movimiento las tira hacia dentro del templo, se caerían”, advirtió.
La iglesia es tanto una obra patrimonial como un espacio que alberga eventos masivos, y, además, es visitada diariamente por católicos y turistas.
De ahí la necesidad de garantizar la seguridad de la estructura. Para ello, se trabaja en ligar las paredes a las torres que se encuentran a la entrada del templo, con anclajes de acero y concreto.
En el caso de la fachada y las paredes, se usa un anclaje longitudinal, que va desde la fachada hasta 6 o 7 metros por dentro de la pared.
Los techos se van a convertir en una especie de parrillas rígidas que distribuyan las cargas del techo y de las fachadas hacia las paredes y viceversa. Según Cruz, “estamos amarrando todos los elementos que puedan tener movimientos relativos entre sí”.
También se reconstruyen todas las aceras laterales para aislar la humedad, y el sistema pluvial se está rehaciendo.
“En las obras patrimoniales, en la medida de lo posible, hay que lograr la reversibilidad del proceso. Es decir, si el día de mañana alguien encuentra una solución un poco diferente a la que usamos ahora, pues, simplemente, la quita y pone la suya, de forma que el sistema sea reversible”, explicó el ingeniero.
Sin embargo, el experto advierte de que en algunos casos esto no se puede lograr, “por ejemplo, no tenemos la tecnología de amarrar la fachada de manera reversible, o la amarramos o la dejamos suelta”.
En cuanto a los cimientos, el ingeniero indicó que estos no se colocarán bajo la totalidad de la obra, debido a que se-
ría necesaria “una excavación excesiva”. Lo que se hará es poner las torres un sistema estructural.
Para solventar la ausencia de bases, se construyó una acera fuerte. “La metimos debajo de la pared, igual la metimos ligeramente debajo de los contrafuertes, de tal manera que eso quede ya más ligado”, contó Cruz.
Luego, se unirá el techo con las paredes, por medio de una estructura metálica que se adosa a la estructura de madera.
Pese a estas labores, Cruz asegura que “no hay manera de hacerla ajustarse (la iglesia) al código sísmico actual”.
Importancia histórica. La primera piedra del templo se puso el 31 de octubre de 1797, pero se desconoce al diseñador de la iglesia de 66,5 metros de largo por 20 de ancho. Tampoco se sabe cuándo se concluyó. Sonia Gómez, del CICPC, dice que pudo haber sido en 1806 o 1807; el padre Vílchez calcula que fue en 1820.
De acuerdo con las investigaciones del arquitecto Richard Woodbridge, la fachada original era de influencia barroca. Empero, fue destruida por un terremoto en 1851, por lo que el arquitecto alemán Franz Kurtze diseñó la actual de estilo neoclásico, que se comenzó a construir en 1855, pero la obra se interrumpió por la Campaña Nacional, y no se terminó hasta 1860.
“Puede decirse que la apariencia que tiene hoy es la misma desde hace más de un siglo y medio”, detalló Gómez.
Entre 1878 y 1879 se remodeló el interior del templo, y adquirió la apariencia que ha llegado hasta nuestros días.
Para Gómez, de las edificaciones de la época colonial en el Valle Central, esta es una de las pocas que han llegado hasta hoy y que aún se utiliza.
“Creo que si lo cuantificamos, bien podemos decir que este templo construido a finales de siglo XVIII es el mismo en un 85%”, puntualizó Gómez.