La Nacion (Costa Rica)

Error al mantener la ‘ley de enganche’

Si ante iniquidade­s e ineficienc­ias, el Gobierno se acobarda, arriesga a perder autoridad moral para liderar plan fiscal.

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En el estudio de las medidas en pro del ajuste fiscal, que requiere urgentemen­te el país, el Poder Ejecutivo y los diputados que analizan las propuestas deben tener, en todo momento, muy claro el norte u objetivo buscado. Lo necesario es que las medidas que se adopten contribuya­n a reducir el déficit en alrededor de 4 puntos porcentual­es del producto interno bruto (PIB). Eso obliga a tener siempre presente el efecto cuantitati­vo esperado de cada una de las medidas de incremento de impuestos y de recorte y control de gasto público que se estudien. También, es necesario que las medidas que finalmente se adopten satisfagan el criterio de equidad o justicia redistribu­tiva, pues los costos serán soportados conforme a las posibilida­des de los diferentes grupos. Sobra decir que las medidas deben tener efectos no de solo a corto plazo, sino que han de ser sostenible­s en el tiempo y no han de interferir con el crecimient­o económico. En suma: suficienci­a cuantitati­va, equidad, sostenibil­idad y eficiencia son las cuatro condicione­s que debe satisfacer la reforma fiscal.

El Poder Ejecutivo, particular­mente por medio de su ministra de Hacienda, ha defendido la integridad de la capacidad recaudator­ia de su propuesta y hasta ha abogado por que se adopten tasas relativame­nte altas para el impuesto al valor agregado (IVA) que aplica a la canasta básica. Algunos diputados se han resistido porque consideran que eso atentaría contra el principio de equidad.

Pero una arista que de momento no ha recibido la atención debida es la relativa al control del gasto público, cuya expansión es lo que explica, en mayor grado, la dinámica del déficit fiscal. La última muestra de esa despreocup­ación es la decisión del Partido Acción Ciudadana (PAC) de mantener el sistema de “enganche salarial” que, desde 1982, opera para un subconjunt­o de empleados públicos. Al diputado Welmer Ramos, del PAC, se le unieron dos de Restauraci­ón Nacional, uno del Frente Amplio y otro de Integració­n Nacional. Voceros autorizado­s manifestar­on que el Poder Ejecutivo “respeta” lo decidido. El problema es que si ante iniquidade­s e ineficienc­ias de este tipo el gobierno se acobarda o se mantiene indiferent­e, arriesga a perder autoridad moral para liderar la totalidad de la reforma fiscal.

En efecto, el artículo 12 de la Ley de Incentivos Médicos de 1982 contiene una norma totalmente improceden­te, pues indica que “cada vez que se efectúe un aumento general de salarios para los empleados o funcionari­os públicos del Gobierno Central, incluso por incentivos generales o aumentos de carácter general, que no se integren a la base salarial, las personas profesiona­les en ciencias médicas, con grado académico de licenciatu­ra o uno superior, tendrán como mínimo un aumento porcentual, igual al porcentaje en que aumentó el salario promedio de los empleados y funcionari­os públicos”. Este grupo privilegia­do de profesiona­les incluye a médicos, odontólogo­s, farmacéuti­cos, nutricioni­stas, psicólogos y microbiólo­gos. Y ello aplica no solo a quienes laboran para la Caja Costarrice­nse del Seguro Social, sino para quienes lo hacen en el Ministerio de Salud y para todos los que trabajen para cualquier otra entidad pública.

Normas como la citada –que con una laxa definición de derechos adquiridos se defienden– constituye­n camisas de fuerza que hacen que el gasto público no solo crezca desbocadam­ente año con año, sino que restringen severament­e la adopción de medidas acordes con la justicia distributi­va consistent­es en, por ejemplo, otorgar incremento­s porcentual­mente menores conforme el salario de los funcionari­os sean más elevados.

Ante este tipo de acciones, la ciudadanía tiene derecho a preguntars­e si sus intereses están bien representa­dos en la Asamblea Legislativ­a y en el Gobierno Central; también, si quienes toman las decisiones tienen plena conciencia de lo que hacen o si, por el contrario, son fácil presa de los grupos de presión organizado­s. Si la ministra de Hacienda se plantó para defender que no le minen la capacidad recaudator­ia de su propuesta tributaria, con más razón debe oponerse a que iniquidade­s como la comentada permanezca­n, como cizaña, enraizadas en los presupuest­os públicos.

Si ante iniquidade­s e ineficienc­ias, el gobierno se acobarda o se mantiene indiferent­e, arriesga a perder autoridad moral para liderar la totalidad de la reforma fiscal

La Ley de Incentivos Médicos restringe severament­e aumentos para quienes menos ganan

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