La Nacion (Costa Rica)

El desafío de dos josefinos ante una cultura extrema

- Jairo Villegas S. jairo.villegas@nacion.com FOTOS: CORTESÍA

Frank Artavia Doñas, de 38 años, y Dayana Acosta Soto, de 29, tenían poco de haberse instalado en Daca, la agitada capital de Bangladés cuando vivieron una tormenta terrible.

Frank vive allí desde octubre anterior. Relata que cuando llueve, llueve en verdad. Dayana llegó en febrero, luego de completar los trámites exigidos para obtener la residencia.

Una buena parte de la ciudad no tiene alcantaril­lado pluvial, por lo que se transforma en una gran piscina por la que tienen que pasar todos.

El calor también es pavoroso. Este matrimonio sabe lo que es estar a 34 grados Celsius, pero con una sensación térmica de 49. “Se cocina un huevo en la calle”, ejemplific­ó Frank.

Frank es odontólogo y dirige una clínica en Daca, Dayana trabaja en una compañía para mujeres de escasos recursos, a quienes las preparan en panadería, manualidad­es y otros oficios para que generen sus propias fuentes de ingreso.

Ella les enseña las recetas que aprendió de su abuelita, para que hagan galletas de avena, pan integral y queques.

Él es de Paso Ancho y ella de Ciudad Colón y ambos realizan mucha labor social.

Dayana desarrolló una buena pericia para comunicars­e por señas, debido a lo complejo que es el idioma bengali.

Lo primero que hizo fue aprenderse los números, pues allá son diferentes; por ejemplo, el 4 es 8 mientras que el 7 es 9.

Relación. Cuando Frank aceptó la propuesta laboral, estaba soltero. Fue en febrero del año anterior cuando le contó a Dayana, quien era su amiga desde dos años antes, que se iba.

Ella le respondió: “Qué chiva, siempre he querido irme, pero no puedo por mi trabajo”.

Precisamen­te, esta costarrice­nse tenía plaza como técnica de farmacia en el Área de Salud de Mora. Trabajó para la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS) durante una década.

“Tenía todo listo para venirme a Bangladés, el contrato firmado, y empezó la relación. Le dije que había un problema serio, porque si me hacía de novia era para casarme, porque mi contrato en este país es por cinco años”, narró Frank.

Como el tiempo apremiaba, esta pareja solo “jaló” por dos meses y e casaron civil.

Y una vez en Bangladés tuvieron que enfrentars­e a otro universo cultural.

Prácticame­nte toda la población de ese país del sudeste asiático profesa el islam, lo cual no es sencillo de digerir para un tico. Por respeto a las creencias de la población, la ropa occidental de Dayana está guardada.

Por otro lado, contaron que el alcohol se vende clandestin­amente, no hay bares.

“Aquí oran cinco veces al día y tienen unos megáfonos para anunciarlo”, añadieron.

Entre las curiosidad­es, todos comen con las manos, sin importar la clase social, y, además, se da la poligamia, es decir, un hombre tiene varias esposas.

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