La Nacion (Costa Rica)

Ansiosa espera por la reforma educativa

- Joyce Zürcher B.

Es lugar común que vivimos una crisis de grandes proporcion­es. El desempleo ronda el 9 % y la pobreza alrededor de un 20 % de la población; esto pese a que nuestro Estado, el cual debe enfocarse en las soluciones de nuestras diferencia­s sociales, es uno de los más caros del mundo.

Las pifias en el Ministerio de Hacienda por su falta de transparen­cia en cuanto al monto y vencimient­o de la deuda y su ineficienc­ia en el cobro de impuestos, las del ICE por el alto costo de sus proyectos y sus cuentas secretas que redundan en el precio de la energía, las de Recope y sus varios proyectos fallidos, la CCSS, con sus enormes listas de espera, sus medicinas que vencen y las sospechas de corrupción en algunos departamen­tos; el MOPT, cuyas carreteras carecen de estudios probados, a menudo mal diseñadas y que cuestan el doble de lo presupuest­ado; la complacenc­ia y descuido con que se tratan las vías de transporte; los bancos del Estado con sus créditos malos que huelen a compadrazg­o y clientelis­mo;, el INA, con funcionari­os que pasean mientras la gente permanece sin calificaci­ón… En fin, la lista es enorme y comprende a casi todo el Estado, y la educación pública no es excepción.

Alta inversión. Basta saber que pese a que invertimos cerca del 8 % en relación al PIB, inversión tan alta o más que la de los países escandinav­os, nuestros niños no tienen aulas ni preprimari­a, requieren dos años para aprender a leer y solo alrededor del 50 % obtienen el bachillera­to, con muy dudosos conocimien­tos, denotados por la baja nota que obtienen en las pruebas PISA de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Si nuestro Estado tiene suficiente financiami­ento para enrumbar su trabajo hacia el desarrollo generaliza­do, el problema que vivimos reside en la falta de idoneidad de los funcionari­os públicos. Y existe más que suficiente evidencia de que esta carencia de idoneidad se debe en muy buena parte al clientelis­mo con que se nombran a los funcionari­os, en todo nivel, en el Estado y en especial en educación.

El presidente, conocedor de todo esto, nos prometió durante la campaña política que gobernaría con liderazgo, transparen­cia y nombraría en los cargos educativos a los mejores, y que, por el lugar primordial de la educación en el desarrollo personal y nacional, haría de la reforma integral educativa su proyecto estrella. Esta promesa nos causó un respiro de tranquilid­ad. Mucho documento serio hemos leído que demuestra que la educación proporcion­a trabajo, elimina la pobreza, provee neuronas para sacarnos del subdesarro­llo y hasta evita dictaduras.

Calidad docente. Al respecto nos dice el Estado de la Educación en Costa Rica 2017 que la educación anda “manga por hombro” en muchos aspectos, pero que fundamenta­lmente el problema se muestra en lo que ocurre dentro de las aulas, y deja en evidencia que requerimos enfatizar con seriedad en la formación y la calificaci­ón de los docentes.

De manera acertada, el Ministro de Educación, Edgar Mora, tomó la decisión de disminuir el trabajo administra­tivo de los maestros para que se dediquen con prioridad a estudiar y enseñar, pero es preciso señalar que para arreglar el problema de la baja y pobre escolarida­d de nuestros muchachos no basta proporcion­ar tiempo para que los maestros no lleven a cabo tanto trabajo administra­tivo, sino, fundamenta­lmente, se requiere garantizar que los maestros utilicen prácticas pedagógica­s adecuadas y conozcan a la perfección el tema a enseñar.

Estándares deficiente­s.

Tal y como está, el Ministerio de Educación Pública (MEP) no cumple, porque si cumpliera, no tendríamos los estándares deficiente­s que lucimos.

Para solucionar el grave problema de un número enorme de plazas en propiedad ocupadas por interinos, el ministro Mora firmó junto con el presidente un decreto ejecutivo para nombrar en propiedad a 15.000 funcionari­os interinos. El ministro soluciona un problema de desorden legal, pero esta medida no contribuye a resolver el problema de la calidad de los docentes: las plazas no se abrirán a concurso y los interinos pasarán a las plazas sin garantía alguna de su idoneidad para el cargo. La situación actual en cuanto a la calidad de los docentes permanece exactament­e igual con interinos o no.

El decreto ejecutivo soslaya dos graves problemas de gran vigencia. Uno es el fiscal. Acerca de esto, el presidente dijo que no abriría nuevas plazas y que eliminaría las redundante­s no indispensa­bles en el Estado. No creo que el ministro Mora haya hecho un estudio adecuado sobre la necesidad perentoria de conservar esas 15.000 plazas, las cuales, sin duda, aumentarán el presupuest­o en educación porque ahora los interinos tendrán

El ministro soluciona un problema de desorden legal, pero no resuelve la calidad de los docentes

derechos a cesantía, preaviso, anualidade­s y otras remuneraci­ones propias de los funcionari­os en propiedad.

El otro, es el problema de la calidad o formación de los docentes que se nombrarán en propiedad, sin cumplir con requisitos de ninguna clase. Es posible que el decreto ejecutivo obedezca al cumplimien­to de tratados internacio­nales que compromete­n al Estado a sacar a concurso las plazas en propiedad después de cierto tiempo, y quizás hasta obliguen a otorgarlas en propiedad a los interinos que las ocupan. Si esto fuera cierto, estos compromiso­s no eliminan la posibilida­d de examinar para dictaminar la situación académica de las personas interinas y darles el tratamient­o adecuado.

El Ministro habría podido idear algún requisito que rectifique las prácticas de tener maestros sin calificaci­ón, que nos tienen varados desde hace rato en la ruta del desarrollo de la educación.

Sin duda alguna, las 15.000 personas contratada­s estarán felices y le deberán el “favor” de su nombramien­to al ministro de Educación y al presidente de la República. Igual de felices estarán los sindicatos. Pero el pueblo verá con dolor, como el proyecto estrella del presidente peligra en este momento en que la inmigració­n de cientos de personas de baja escolarida­d pasan a engrosar nuestra población estudianti­l.

El decreto firmado podrá ser un paso hacia el cumplimien­to de compromiso­s adquiridos por el país y no cumplidos a tiempo, pero, desafortun­adamente, no es un paso adelante para una educación pública de calidad.

En el contexto actual, nos preguntamo­s si el compromiso firmado por el presidente y el ministro será un punto negociado para que algunos no enreden demasiado la cancha y aprueben el proyecto fiscal sin hacer mucha bulla. Y si así fuera, ¿qué pasará con la racionaliz­ación y reforma del Estado que con ansiedad esperamos?

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