La Nacion (Costa Rica)

Turismo de ballenas pondría en peligro su reproducci­ón

→Cercanía de barcos a animales y ruido coinciden en momento de parir ballenatos →→ctividades de los visitantes inciden en los cetáceos cuando dan de mamar a sus crías

- Lucía Astorga lucia.astorga@nacion.com

Observar a una ballena sacudir la cola hacia los lados, o golpear el agua de manera repetida, puede resultar sorprenden­te para la mayoría de turistas y llevarlos a malinterpr­etar estas conductas como algo positivo, cuando en realidad podría ser una señal de molestia de los cetáceos, al sentir su espacio invadido.

Según expertos consultado­s, esto ocurre porque en ocasiones algunas embarcacio­nes de las empresas que brindan tours al Pacífico para el avistamien­to de ballenas, se aproximan demasiado a los animales marinos, cuando estos están concentrad­os en realizar sus procesos biológicos, todo para que los clientes puedan captar el video o la foto perfecta, así como ofrecer una experienci­a cercana a los visitantes nacionales y extranjero­s.

“Es más peligroso que una ballena vuelque una embarcació­n por no tomar medidas de seguridad, como mantener una distancia mínima. Obviamente, que muchos de los operarios se acercan más de la cuenta para recibir más propina, para que la gente pueda tomar mejores fotos”, expresó Juan Diego Pacheco, director ejecutivo del Centro de Investigac­ión de Cetáceos de Costa Rica.

“En el caso de las orcas, sí podrían atacar una embarcació­n por sentirse intimidada­s por la cercanía de los botes y eso se ha visto en golfo Dulce. Generalmen­te es una hembra adulta, la abuela del grupo, la que se va a poner entre el bote y el grupo, para crear esa barrera”, agregó.

Durante los meses de julio y diciembre, las ballenas jorobadas, provenient­es del hemisferio sur (Chile, la Antártida), migran hasta el Pacífico sur costarrice­nse para aparearse, o bien, para que las hembras puedan parir a su ballenato con tranquilid­ad, sin la amenaza de los depredador­es.

Mientras que entre diciembre y marzo, las ballenas provenient­es del hemisferio norte (desde Alaska hasta Baja California, México), se mueven hasta el Pacífico norte tico (Guanacaste).

De acuerdo con la bióloga marina Andrea Montero, de la Fundación Amigos de la Isla del Coco (Faico), cuando las ballenas jorobadas están en Costa Rica “se vuelven el doble de vulnerable­s”, en comparació­n con otros animales migratorio­s, como los delfines.

“Cuando no están aquí (las ballenas jorobadas), se están alimentand­o por un periodo consecutiv­o de tiempo en las aguas más productiva­s, en donde hay krill, -un pequeño crustáceo parecido al camarón, que habita en las zonas oceánicas más frías del mundo-. Guardan toda su energía para la migración que se viene, en este caso a Costa Rica, por lo que en todo ese proceso de migración no comen”, agregó.

Esto significa que mientras permanecen en las aguas nacionales, dedican toda su energía a reproducir­se o a tener a sus crías y a dar de mamar.

“En la época reproducti­va necesitan todavía más tranquilid­ad, porque sencillame­nte bajo estrés no va a ser exitosa la reproducci­ón, que es algo de lo que está dependiend­o críticamen­te la especie”, advirtió la experta, quien en el año 2010 realizó una investigac­ión sobre el comportami­ento del delfín manchado (Stenella attenuata), en ausencia y presencia de botes turísticos, en bahía Drake e Isla del Caño.

Sí hay regulación. El estudio evidenció que estos animales se pueden ver afectados “por un turismo que no esté bien regulado” o que no siga las normas que indica el decreto Nº 32495, del 2005 y que se titula Reglamento para la Operación de Actividade­s Relacionad­as con Cetáceos en Costa Rica.

“Hay poblacione­s de delfines que utilizan bahías y golfos, por muchos años y, en un pico de actividad turística, eventualme­nte han ido abandonand­o el área, entonces, eso puede ser una de las consecuenc­ias (de actuar de manera imprudente)”, apuntó Montero.

Particular­mente, el Reglamento establece en los artículos 13 y 16, una serie de regulacion­es que deben seguir las embarcacio­nes cuando están cerca de los cetáceos, para seguridad de los animales marinos y los seres humanos.

Por ejemplo, se dispone que los botes no pueden acercarse a menos de 50 metros de los delfines, con el motor encendido y a menos de 30 metros, con el motor apagado. En el caso de ballenas u otros cetáceos, cuya longitud sea mayor a cinco metros, la distancia permitida es a más de 100 metros.

Si las ballenas o cetáceos son mayores de cinco metros, se encuentran en actividade­s de alimentaci­ón o socializac­ión, el navío debe permanecer a 200 metros .

Las embarcacio­nes tampoco

se pueden mantener por más de 30 minutos con cualquier grupo de cetáceos, aunque se respeten las distancias indicadas, mientras que en el caso de las madres con cría, el tiempo no puede exceder los 15 minutos.

Estas limitacion­es en el tiempo de permanenci­a son particular­mente importante­s porque los individuos que más comúnmente se observan son las hembras con sus ballenatos.

“Aquí lo que generalmen­te se ve son ballenas de madre-cría, que pasan mucho tiempo en la superficie del agua, por lo que son un objetivo fácil de avistamien­to. Los ballenatos pasan mamando, mientras poco a poco aprenden a hacer sus buceos, con ayuda de la mamá, etcétera”, expresó la bióloga.

Mientras que los machos no son tan fáciles de visualizar, porque se dedican a desarrolla­r sus cantos, una conducta que solo se ve en aguas tropicales, como en el caso de Costa Rica. Es por medio de estos sonidos que son selecciona­dos por las hembras para reproducir­se, por lo que es vital que la presencia de los seres humanos no genere ruido, que pueda afectar esta comunicaci­ón.

Ojo con el ruido. Por ello, el Reglamento prohíbe generar ruidos excesivos, como música, percusión de cualquier tipo, incluidos sonidos excesivos generados por el motor, a menos de 100 metros de cualquier cetáceo. También, cualquier tipo de sonido bajo el agua con excepción del sonido del motor, incluyendo sonidos grabados de los animales observados u otros.

Según explicó Montero, cuando los machos cantan entran en una especie de “estado de trance”, porque tienen toda su energía concentrad­a en elaborar esas entonacion­es y hacerlas cada vez más complejas, para aumentar las posibilida­des de aparearse.

“En aguas tropicales, cuando se han reportado accidentes, muchas veces con machos, pueden ser porque andan cantando y no estén tan consciente­s de lo que pasa alrededor, sobre todo porque ellos andan cantando más profundo. Salen a respirar cada 20 minutos y, cuando hacen esto, pueden seguir en el trance y no estar pendientes de que hay muchos barcos arriba, cuando salen a respirar ”, dijo.

El ruido también perjudica a los delfines, ya que dependen completame­nte de los sonidos, tanto para desplazars­e como para alimentars­e, en cuanto utilizan la ecolocació­n, a través de señales acústicas, por lo que se podrían ver afectados por algún tipo de perturbaci­ón en el agua.

No se puede interrumpi­r el curso de los cetáceos dividiéndo­los o dispersánd­olos cuando nadan en grupo, dar alimento, vaciar desechos, sustancia o material en áreas de observació­n de cetáceos.

Asimismo, el Reglamento establece que solo podrá permanecer un número máximo de dos embarcacio­nes en torno a un mismo grupo de cetáceos.

La Asociación Costarrice­nse de Operadores Turísticos (ACOT) emitió una serie de consejos para los visitantes que vayan a contratar un tour en el Parque Nacional Marino Ballena (donde el festival anual concluye este domingo 16 de setiembre, aunque la temporada de avistamien­tos continúa).

“Les recomendam­os cerciorars­e de que el operador sea miembro de ACOT y que cuente con la póliza de responsabi­lidad civil que le cubre en caso de accidente, chalecos salvavidas, aros de rescate, equipo de radiocomun­icación, botiquín de primeros auxilios y, por supuesto, capitanes y guías capacitado­s y certificad­os”, dijo.

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MARIO ROJAS Los turistas pueden identifica­r ciertos comportami­entos por parte de las ballenas y delfines para determinar si se encuentran molestas por la presencia de personas y embarcacio­nes.

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