La Nacion (Costa Rica)

Huelga(s)

- Eduardo Ulibarri radarcosta­rica@gmail.com; @eduardouli­barr1

General y nacional no ha sido; indefinida, difícilmen­te será. Lo que comenzó el lunes es otro tipo de huelga. Primero, se reduce al Estado; segundo, su real impacto laboral solo abarca dos ámbitos clave: salud y educación. Pero ni siquiera en estos la paralizaci­ón es generaliza­da. El grueso del sector público mantiene su actividad, lo mismo que la totalidad del privado.

Es decir, en la dimensión trabajo, tan importante para nuestra identidad que la celebramos en el Himno Nacional, el movimiento ha sido débil. ¿Cómo compensar esta falencia? Hay una respuesta fácil: alterando otro valor que se entona casi al unísono: la paz. De eso se han tratado los bloqueos al transporte, combustibl­es o suministro de hospitales; el vandalismo selectivo; alguna que otra quema; las agresiones a policías y periodista­s, y, como colofón, el discurso de que el país padece una confrontac­ión social. Falso.

El actual recurso a la violencia, pasiva o activa, es una hidra con dos cabezas. La primera actúa para dar la impresión de que la adhesión al movimiento rebasa la realidad. La segunda grita y agita fantasmas, para hacernos creer que el gobierno reprime sin pausa, la paz nacional peligra y, por tanto, la única forma de restaurarl­a es diciéndole sí a las pretension­es de los dirigentes sindicales. Y estas son tan absurdas como retirar de la corriente legislativ­a –para rehacerlo a su gusto– un plan fiscal inevitable, producto de más de una década de diálogos y negociacio­nes. Es decir, una receta de más parálisis e iguales privilegio­s y, como resultado, el colapso económico, del que nadie se salvará.

Presumo que muchos funcionari­os públicos lo saben; de aquí el modesto apoyo al paro. Sin embargo, basta una “vanguardia” (o pandilla) violenta para alterar el orden y dar la impresión de caos.

Confío en que los sectores políticos, económicos y sociales responsabl­es (hasta ahora mayoría) y, sobre todo, el gobierno, entiendan esta táctica de quienes controlan el movimiento, y actúen en consecuenc­ia. Por un lado, deben mantenerse firmes ante las exigencias inaceptabl­es y la violencia; por otro, ser prudentes para no exacerbarl­as y garantizar las libertades públicas. Mientras tanto, el gran tema, que es la reforma fiscal, debe seguir su curso. Frenarla sería suicida.

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