Al mal trago darle prisa
Para una gran parte de la opinión pública, está claro que la reforma fiscal es indispensable. Que abandonar lo avanzado nos hará sufrir a todos.
Aletea como ominosa advertencia, el aprendizaje que hicimos en los ochentas y su consecuencia: muchos de los pobres de hoy, son las familias cuyos jefes se vieron expulsados de la educación por la crisis de entonces. No quisiéramos ver otra cosecha dolorosa semejante en 2050.
El presidente ha manifestado su convicción sobre lo vital de la reforma. Le escuchamos decir con gran fortaleza que ha decidido avanzar con un proyecto que es polémico, que no es popular, pero que es lo correcto. Para él no es discrecional rebajar su eficacia, porque dada la claridad con la que entiende el problema, debilitar la solución sería prevaricar. Sería erosionar el bien común.
Cierto que hay sectores que verán cambiar las expectativas de su futuro económico. Los comprendemos. Somos empáticos. Pero esto tiene que acabar por la salud de la nación. Ha tomado decenios crear este desbarajuste. Pero esto no es argumento como para mantenerlo. Aquí hemos pecado todos. Políticos, administradores públicos, sindicalistas y ciudadanos. Los ciudadanos, porque hemos guardado silencio. Hemos mirado en otra dirección.
Que esos pecados de ayer nos conduzcan a las acciones virtuosas de hoy, aunque duelan. Sería insensato bajar la guardia hoy, porque ya de por sí fuimos omisos ayer. Las omisiones y faltas de ayer nos obligan a la responsabilidad de corregir hoy, aunque duela. Que de esta congoja de tomar decisiones a pesar del clamor de los grupos de perjudicados, surja la energía para buscar otras áreas de mejora.
En este impasse está bien dialogar. Juntos, quienes se oponen y quienes favorecen la reforma, podrían encontrar maneras de mejorarla, no desde luego, formas de atenuarla o como se ha dicho, de pasarla por agua. Podrían, en un ejercicio de realismo político, pensar en una segunda ronda de propuestas con mayor progresividad, pero jamás en una edulcoración de la que está en marcha.
Y para este empuje final, ojalá los ciudadanos ni guardemos silencio ni miremos en otra dirección. CHILE Y URUGUAY TEMEN MENOS AFLUENCIA DE VIAJEROS ARGENTINOS BUENOS AIRES. AFP. - La depreciación de la moneda hizo perder el poder adquisitivo de los argentinos, pero en Buenos Aires, los turistas se frotan las manos con vacaciones que les resultan mucho más baratas de lo previsto.
“En 10 días gastamos menos de lo que pensábamos”, aseguró Pedro Pereira de Azevedo, un abogado brasileño de Belo Horizonte, quien aprovecha su última noche en la capital argentina con su mujer y sus tres hijos.
Para él, esta primera estadía en Buenos Aires fue más ventajosa que lo esperado.
“Fuimos a comer afuera más veces. Habíamos previsto un presupuesto de 7.000 reales ($1.670), al final gastamos entre 3,000 y 3.500”, contó este padre de familia mientras se sacan las últimas fotos del recuerdo frente a la Casa Rosada, la sede del Gobierno.
A su llegada el 5 de setiembre, el peso acababa de perder en pocos días 20% de su valor frente al dólar. Y aunque el real sufrió también algunas sacudidas, resistió más que la moneda argentina, que se ha depreciado 50% durante este año.
Lori Berhow, una estadounidense que vive en Chile, reconoce ser una afortunada de poder beneficiarse de un cambio favorable. “Ayer fuimos al restaurante y tuvimos una comida completa por unos $60. Normalmente debería costarnos unos $100”, explicó la mujer.
La otra cara de la moneda. Para los argentinos, amantes de salir de viaje fuera de su país, la realidad es diferente.
Romina Valenzisi, una abogada argentina de 34 años, parte en 15 días de vacaciones a Europa.
Hace seis meses compró los pasajes. Pero con un dólar que pasó de unos 18 pesos en enero a unos 38 en septiembre, el alojamiento y la comida durante su estadía allá hacen peligrar su presupuesto. “Es todo el doble, supera mi presupuesto”, dijo.
“Nuestras ventas para los viajes al extranjero bajaron a 30% estas últimas semanas”, comentó Vincent Chevalier, dueño desde hace 28 años de una agencia de viajes en Buenos Aires, la capital.
Operadores turísticos de países vecinos, especialmente de Chile y Uruguay, temen un derrumbe en el número de turistas procedentes de Argentina.
En Uruguay, sitio de veraneo usual para los argentinos, el Gobierno anunció una exención de impuesto para turistas.
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