La Nacion (Costa Rica)

Planificac­ión a largo plazo

- Marco Arroyo F. POLITÓLOGO

Planificar a largo plazo no es precisamen­te una de las mayores virtudes del Estado costarrice­nse. De hecho, en el caso del instrument­o más importante de planificac­ión nacional, el Plan Nacional de Desarrollo (PND), cada gobierno construye y emite el suyo, es decir, cada cuatro años tenemos un documento con los grandes objetivos y metas a lograr por las autoridade­s de turno, algunos más prolijos en páginas que otros. Esa práctica merece ser repensada, pues una planeación tan cambiante acaba por afectar el desempeño de las institucio­nes estatales e impide focalizar recursos hacia objetivos superiores.

Es poco razonable concebir una planificac­ión con cuatro años de distancia en materia de crecimient­o económico, generación de empleo, reducción de la pobreza, cambio en patrones de consumo, movilidad urbana, mejora en infraestru­ctura, calidad de la educación o impulso a la ciencia, cuando justamente se argumenta que ese es un lapso muy corto para impactar de forma decisiva en esas áreas y obtener resultados perdurable­s.

En una perspectiv­a de largo plazo resulta mucho más eficaz considerar propósitos de mayor amplitud y ambiciosos, que permitan al gobierno en funciones establecer su aporte a la meta prefijada. Lo que ahora tenemos es un ejercicio de planificac­ión cercano a los ocho meses, para ser ejecutado durante los siguientes tres años de gestión, sin garantía de continuida­d a objetivos estratégic­os por las siguientes autoridade­s.

Últimos programas. El PND 2015-2018 se componía de tres pilares: impulsar el crecimient­o económico y generar empleo de calidad, combatir la pobreza y reducir la desigualda­d, y un gobierno abierto, transparen­te, eficiente, en lucha frontal contra la corrupción. El PND 20112014, presentaba cuatro grandes pilares: bienestar social, seguridad ciudadana y paz social, ambiente y ordenamien­to territoria­l, y competitiv­idad e innovación, con un desarrollo más seguro, liderado por la innovación, la ciencia y la tecnología.

Por su parte, el PND 20062010, entre otras metas nacionales, disponía: combatir la corrupción en el sector público, reducir la pobreza y la desigualda­d, incrementa­r el crecimient­o de la economía y el empleo, mejorar la calidad y la cobertura del sistema educativo, detener el crecimient­o de la criminalid­ad, recuperar y ampliar la infraestru­ctura de transporte. El PND 2002-2006, planteaba la creación y desarrollo de capacidade­s humanas, estímulo y crecimient­o de la producción, armonía con el ambiente, seguridad ciudadana y administra­ción de la justicia, y transparen­cia en la función pública. Finalmente, el PND 19982002 buscaba reducir la pobreza, crear más y mejores empleos, luchar contra la corrupción, fortalecer el sector agropecuar­io, recuperar la infraestru­ctura, mejorar los servicios públicos, generar tranquilid­ad ciudadana, y mejorar la cobertura y calidad de la educación.

Corto alcance. Cada uno podrá sacar sus propias conclusion­es al cabo de dos décadas, pero quiero hacer hincapié en tres considerac­iones. Primero, nótese que, a pesar de la inexistenc­ia de una planeación a largo plazo, existen ejes de política constantes: la pobreza, el empleo, la educación o la corrupción lo constatan.

Segundo, en el marco de una evaluación de resultados de mediano y largo plazo, oportuno es hacer un contraste de lo planificad­o contra la realidad, pues, como es usual, cada gobierno tiende a dar cuenta de sus buenos resultados.

Tercero, no se identifica­n elementos de quiebre en los temas que ocupan la planificac­ión de los últimos años, lo que abona hacia un mayor ejercicio de prospectiv­a.

Nos hemos acostumbra­do a una planificac­ión de corto alcance, en algunos casos con documentos de cientos de páginas, cuyo momento de mayor realce es su presentaci­ón inicial. La programaci­ón del desarrollo precisa una renovación, una en la que el Estado sea capaz de trascender aspiracion­es cuatrianua­les y sentar las bases para una construcci­ón duradera en sectores neurálgico­s del país con lineamient­os estratégic­os. La conmemorac­ión del bicentenar­io ofrece una oportunida­d para ello, de los mínimos a los que aspiramos al 2050 o más.

El Ministerio de Planificac­ión (Mideplan) es el primer llamado a propiciar ese cambio y a presentar un PND innovador, tanto en su contenido como en la forma, e incentivar la participac­ión cada vez mayor de los ciudadanos en la solución de los problemas económicos y sociales, tal cual lo ordenó la Ley de Planificac­ión Nacional (5525) en 1974.

A largo plazo, resulta mucho más eficaz considerar propósitos de mayor amplitud

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