El cerebro aplaca el intento de ejercitarnos y nos manda al sofá
→ Antepasados racionaban el uso de energía como una forma de sobrevivir
Tal vez a usted le ha pasado: tiene todas las intenciones de salir a hacer ejercicio y siente motivación. Es más, hasta se cambió y se puso tenis. Cuando está a punto de salir de su casa, pasa al lado de un sofá y este, inmediatamente, lo llama. Poco tiempo después, usted simplemente no logra levantarse del sillón y ahí se queda, con sus planes frustrados.
Esto no es algo nuevo para la ciencia. Tiene un nombre, se llama la paradoja de la actividad física, y es lo que lleva a muchas personas a pagar suscripciones a gimnasios y ni siquiera asistir a una sesión.
La premisa es básica: “Debo ejercitarme para estar saludable”. No obstante, sabemos que hay cansancio y sudor cuando se realiza actividad física. Cuando hay un conflicto entre una razón (la salud) y los efectos (estar sudoroso, cansado y posiblemente adolorido), algunas personas encontrarán cualquier motivo (o incluso ninguno) para permanecer sedentario.
¿Por qué esto solo les sucede a algunos individuos? ¿Qué pasa a nivel de las neuronas?
Un grupo de investigadores encontró que nuestra “memoria genética” tiene guardada la forma en que nuestros antepasados utilizaban la energía y esa puede ser la causa.
En otras palabras, nuestros ancestros tenían que utilizar mucha fuerza física para conseguir alimento y salvarse de depredadores, por lo cual hacían mucho ejercicio para desplazarse de un lugar a otro.
Por ello, cualquier otro intento de “moverse” era aplacado por el cerebro para que la persona descansara, ya que eso alargaba su supervivencia.
Esto es algo que se mantiene hasta nuestros días, más ahora que podemos conseguir comida en el supermercado o ya servida en un restaurante y pasamos gran parte del día sentados. en separarse de la imagen sedentaria, lo cual es considerado rápido. Esto parece contradecir la “paradoja de la actividad física”. Entonces, ¿cómo puede explicarse?
Se debe al poder del razonamiento. Los participantes evitaban la imagen sedentaria más rápido de lo que se le acercaban por dos razones: la primera es que eso fue lo que se les pidió desde un inicio y la segunda es que tenían la intención de mantenerse físicamente activos.
Sin embargo, “también observamos que había dos zonas cerebrales que tenían mayor actividad eléctrica cuando los pacientes estaban frente a la opción sedentaria: la corteza frontomedial y la corteza frontocentral. Estas dos áreas representan la lucha que se da entre la razón y los efectos y la capacidad de inhibir las tendencias naturales”, expresó Cheval. Esto significa que el cerebro se ve obligado a usar más recursos para alejarse del sedentarismo, pues está diseñado para minimizar el esfuerzo.
¿A qué se debe esto? De nuevo, la respuesta tiene que ver con nuestra “memoria genética” y nuestros ancestros.
El investigador concluyó diciendo que la actividad física y el ejercicio deberían ser motivados, en lugar de que la sociedad ponga “tentaciones” para movernos menos, como elevadores o escaleras eléctricas.
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Prueba. Los investigadores, liderados por el neurocientífico Boris Cheval, estudiaron a personas que realmente querían mantenerse físicamente activas en su vida cotidiana, pero no lo lograban.
Los participantes debían escoger entre actividad física e inactividad y los científicos probaban su acción cerebral con un electroencefalógrafo.
Los investigadores compararon las diferencias del tiempo que les tomaba a los participantes tanto acercarse como evitar la imagen sedentaria. Ellos encontraron que los participantes tomaron 32 milisegundos menos