La Nacion (Costa Rica)

La elección de los magistrado­s constituci­onales

- Rubén Hernández Valle Jorge Vargas Cullell vargascull­ell@icloud.com

EABOGADO l Reglamento legislativ­o para la elección de los magistrado­s fue reformado recienteme­nte. Esa reforma, en lugar de mejorar el procedimie­nto de selección más bien lo empobrece, pues introdujo una nueva disposició­n que carece de todo sentido lógico y que atenta contra la posibilida­d de escoger a los candidatos más capacitado­s para integrar la Sala Constituci­onal.

La citada norma exige que los candidatos no deben haber tenido ninguna filiación política o tenerla en la actualidad. Esta exigencia es realmente absurda, pues justamente los dos mejores magistrado­s que ha tenido la Sala han provenido del campo político: Rodolfo Piza Escalante y Carlos Arguedas Ramírez. Su experienci­a política previa les permitió redactar sentencias que marcaron hitos fundamenta­les en la jurisprude­ncia de la Sala. Es pacíficame­nte aceptado que la labor del juez constituci­onal se asemeja más a la del político que a la del abogado.

Mirada política.

En efecto, el juez constituci­onal, para aplicar correctame­nte la normativa constituci­onal, debe tener un amplio conocimien­to de la realidad política, económica y social a nivel nacional. Solo de esa forma es capaz de desentraña­r los contenidos jurídico-políticos de la Constituci­ón. Recordemos que las Constituci­ones, como decía el maestro Piero Calamandre­i, “son una polémica contra el pasado y un programa de reformas hacia el futuro”. Para desentraña­r y desarrolla­r ese rico contenido de principios y valores contenidos en su texto, se requiere que el intérprete constituci­onal esté dotado de una experienci­a política además de la jurídica.

Ejemplos.

Dentro de este orden de idas, en Estados Unidos, por ejemplo, cuando el Ejecutivo nombra un candidato a juez de la Corte Suprema, lo que el Senado hace es escudriñar sus ideas políticas, sociales y políticas antes de confirmarl­o.

En los países europeos, una parte de los jueces constituci­onales procede directamen­te de la política y coexiste con funcionari­os judiciales y profesores universita­rios, lográndose un equilibrio entre las tres categorías de jueces constituci­onales, lo cual redunda en una mejor integració­n de los tribunales constituci­onales y, por ende, de su jurisprude­ncia.

Limitacion­es.

Con la nueva reforma, prácticame­nte solo los funcionari­os judiciales o los procurador­es tienen posibilida­des reales de acceder a la magistratu­ra constituci­onal, pues casi todos los litigantes tienen una filiación política o han ejercido algún cargo político.

Además, esta normativa presenta el inconvenie­nte práctico, como se ha demostrado estos días con la tramitació­n de las acciones de inconstitu­cionalidad en que se impugna la validez constituci­onal de la reciente ley que reformó el régimen de pensiones del Poder Judicial, que los magistrado­s titulares, a pesar de haberse inhibido inicialmen­te de tramitar y votar tales acciones, a final de cuentas tendrán que resolverla­s, pues la casi totalidad de los magistrado­s suplentes son jueces, los cuales están sujetos a las mismas prohibicio­nes.

Por tanto, las dos terceras partes de los magistrado­s suplentes de la Sala Constituci­onal deberían ser litigantes para evitar casos como el arriba descrito. Para ello se requiere, además, eliminar la absurda restricció­n de que los candidatos no deben haber participad­o en el pasado o participar actualment­e en política.

En todo caso, esta nueva restricció­n es evidenteme­nte inconstitu­cional, pues los requisitos para ser magistrado están fijados taxativame­nte en la Constituci­ón, por lo que no pueden ser ampliados por disposicio­nes reglamenta­rias de la Asamblea Legislativ­a.

Los recientes decomisos de exportacio­nes de piñas rellenas de cocaína son una indicación de la profundida­d y refinamien­to de los tentáculos del narcotráfi­co en nuestro país. Para empezar, hacer esos rellenos no es cosa fácil: implica agarrar cada fruta, cortarla, vaciarle la pulpa, ponerle dentro un paquete de droga envuelto en parafina que calce bien y luego volverla a cerrar, sin dañar la cáscara. Piña a piña: todo un proceso industrial que no lo hacen cuatro gatos chambones.

Quizá lo más preocupant­e es que el narco vio una oportunida­d de meterse dentro de uno de los procesos más importante­s de producción y exportació­n de bienes. Y lo hizo. Eso me dice, entonces, que está muy atento a las oportunida­des de negocio y que se mueve rápido y bien. Así como procuró infiltrars­e en uno de los corazones de la agroexport­ación, lo intentará hacer de nuevo con cualquier otro proceso, pues tiene los recursos y la capacidad tecnológic­a necesarias para moverse entre sectores.

Frente a una situación así, nada vale empezar a sacudirse culpas, echárselas a otros, o reafirmar que “la mayoría de los productore­s” no son narcos. Lo que importa aquí es identifica­r los puntos débiles en la cadena de producción, transporte y exportació­n de la piña y, en general, de los bienes que Costa Rica vende, y actuar sobre ellos, resolviénd­olos.

■■■ POLITÓLOGO

Los dos mejores magistrado­s que ha tenido la Sala llegaron del campo político

Aquí es necesaria una colaboraci­ón pública y privada para dar completa trazabilid­ad sobre quiénes, adónde y cómo participan en cada uno de los pasos de esas cadenas. Eso requiere inversión en inteligenc­ia, informació­n sobre los productore­s, garantía sobre la calidad del producto, registro sobre las empresas de transporte, revisión en puertos, entre otras cosas. Lo ideal es que la marca “Costa Rica” fuera difícil de penetrar por los narcos.

Que el narcotráfi­co ha afincado sus reales en nuestro país es cosa sabida. Que procura penetrar nuestro aparato productivo, institucio­nes públicas y sistema político y controlar territorio­s para imponer su ley, lo es también. Vean como, por ejemplo, aprovechán­dose de las tensiones a propósito de la huelga, grupos delincuenc­iales en Limón han amenazado a jueces para que liberen a narcos que guardan prisión preventiva.

Lo que quizá la opinión pública no ha calibrado bien es el grado en que el narcotráfi­co se ha refinado y está dispuesta a asaltar los órganos vitales de nuestra República.

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