La Nacion (Costa Rica)

El juicio del siglo

- Peter Singer INVESTIGAD­OR

Su resultado tendrá derivacion­es para los que vivan en la Tierra durante el siglo XXI

PRINCETON – El mes próximo comenzará en Oregon un juicio contra el Gobierno de Estados Unidos, en el que 21 jóvenes demandante­s apoyados por la organizaci­ón sin fines de lucro Our Children’s Trust acusan a las autoridade­s de contribuir activament­e al agravamien­to de la crisis climática y de tal modo violar sus derechos constituci­onales. Los abogados del Gobierno han intentado varias veces –hasta ahora sin éxito– impedir o postergar el juicio, cuyo inicio está previsto para el 29 de octubre.

En principio, los gobiernos, y no los tribunales, están en mejor posición para decidir las políticas más efectivas para resolver problemas ambientale­s y sociales. En 1992, numerosos países –entre ellos Estados Unidos, China, la India y todos los Estados europeos (hasta un total de 189 en el 2006)– aceptaron la responsabi­lidad de hacer frente al cambio climático. Reunidos en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, acordaron estabiliza­r la emisión de gases de efecto invernader­o en “un nivel que impida interferen­cias antropógen­as peligrosas en el sistema climático”.

El acuerdo no especificó ningún nivel en particular, pero el consenso científico señala que permitir que la temperatur­a global suba a un promedio de más de 2 °C por encima de los niveles preindustr­iales implica riesgo de desastre. La base para esta conclusión es que llegar a ese nivel puede iniciar un proceso de calentamie­nto irreversib­le.

El aumento de temperatur­a del océano Ártico implica que haya en él menos hielo –muy reflectant­e– y más agua, que al ser más oscura absorbe mejor el calor emitido por el sol. Asimismo, el deshielo del suelo congelado de Siberia libera metano, un potente gas de efecto invernader­o que acelera el calentamie­nto global.

Incluso un aumento de 1,5 °C será claramente peligroso. Los científico­s predicen que si se supera ese límite más bajo, Estados insulares de poca altitud en el Pacífico desaparece­rán bajo las aguas, y habrá sequías, incendios forestales e inundacion­es de una magnitud nunca antes vista. Para mantener condicione­s climáticas seguras, debemos limitar el aumento de la temperatur­a global a no más de 1 °C.

Pero con muy pocas excepcione­s, los gobiernos no han hecho lo suficiente para detener el cambio climático, y en su mayoría están agravando el peligro al seguir apoyando el uso de combustibl­es fósiles. Por eso, activistas en Bélgica, Colombia, Irlanda, Nueva Zelanda, Noruega, Pakistán, Suiza y Países Bajos han empezado a apelar a los tribunales para lograr lo que no pueden conseguir mediante la acción política.

El primer juicio sobre el clima en el que se obtuvo fallo favorable fue Fundación Urgenda contra los Países Bajos, donde un tribunal neerlandés ordenó en el 2015 al gobierno reducir al menos un 25 % las emisiones locales en un plazo de cinco años. En respuesta, el gobierno incrementó las medidas de reducción de emisiones, pero también apeló el fallo; la Corte de Apelacione­s de la Haya emitirá veredicto al respecto en octubre.

Pero a pesar de la importanci­a del caso Urgenda, hasta ahora el juicio más significat­ivo en torno del clima es Juliana contra los Estados Unidos. Si hay un juicio de la historia que merezca llamarse “el juicio del siglo”, es este. Su resultado tendrá derivacion­es para quienes vivan en la Tierra durante el resto del siglo XXI y tal vez varios siglos más.

Estados Unidos es el segundo mayor emisor mundial de gases de efecto invernader­o, y genera alrededor del doble de emisión per cápita que el primero, China. Si partimos de la base de que cada persona en el planeta tiene derecho a una cuota igualitari­a de la capacidad de la atmósfera para absorber gases de efecto invernader­o, entonces Estados Unidos está emitiendo 3,5 veces la parte que le correspond­e (a modo de ejemplo, genera más gases que la India, aunque solo tiene un cuarto de la población). Además, el principio de igualdad de emisión per cápita es generoso hacia los países que se industrial­izaron antes, porque ignora su responsabi­lidad histórica por las emisiones del pasado que nos trajeron a la situación actual. Puede decirse que la falta de una reducción importante de las emisiones de Estados Unidos es un acto contra el derecho internacio­nal, porque viola los derechos humanos más básicos consagrado­s por la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos y otros acuerdos internacio­nales.

Pero aunque este argumento es razonable, el lado de la demanda en el caso Juliana no se basará en él. Los abogados, que trabajan gratis en el caso, entienden que para ganar, tendrán que convencer a la Suprema Corte de los Estados Unidos (de mayoría conservado­ra) de que la inacción del gobierno es una violación clara de sus responsabi­lidades constituci­onales.

Los demandante­s plantean que la contribuci­ón activa del gobierno estadounid­ense al cambio climático violó sus derechos constituci­onales a la vida, la libertad y la propiedad. Cuando el gobierno intentó evitar que se celebrara el juicio, la Corte Federal de Distrito de Oregon emitió un dictamen histórico según el cual “el derecho a un sistema climático capaz de sostener la vida humana es fundamenta­l para una sociedad libre y ordenada”.

Cuando el fallo de este juicio sea apelado ante la Suprema Corte de los Estados Unidos (como parece inevitable), puede que la cuestión ya no sea si los derechos constituci­onales de los demandante­s exigen “un sistema climático capaz de sostener la vida humana” (eso es innegable), sino si la Corte estará dispuesta a oír la evidencia científica, que muestra que las acciones del gobierno estadounid­ense están poniendo en riesgo la superviven­cia de la humanidad en el planeta. Si se tiene en cuenta dicha evidencia, ni los jueces más conservado­res podrán eludir fácilmente la conclusión de que el gobierno está violando la Constituci­ón de los Estados Unidos.

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