La Nacion (Costa Rica)

Educar a las niñas es clave contra el cambio climático

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HOMI KHARAS es vicepresid­ente interino y director del programa de Desarrollo y Economía Global en The Brookings Institutio­n.

REBECCA WINTHROP es investigad­ora sénior y directora del Centro para la Educación Universal en The Brookings Institutio­n.

© Project Syndicate 1995–2018

Una mujer con cero años de escolariza­ción tendrá un promedio de 4 a 5 hijos

Homi Kharas y Rebecca Winthrop

WASHINGTON, DC – La Fundación Bill & Melinda Gates hará público su informe anual Goalkeeper­s, que evalúa los avances hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Naciones Unidas (ONU). Entre las conclusion­es esperadas está la predicción de que para el 2050 cerca de un 90 % de la pobreza mundial se concentrar­á en el África subsaharia­na y dos tercios de los más pobres del planeta vivirán en apenas diez países.

En teoría, la capacidad de identifica­r zonas conflictiv­as para el desarrollo humano (lo que llamamos “países seriamente rezagados” o SOTC por sus siglas en inglés) debería hacer más fácil aplicar soluciones. Por desgracia, algunas agencias de ayuda tienden a evitar a los Estados frágiles por temor a dilapidar sus recursos. En la actualidad, menos de un cuarto de la ayuda programabl­e de los países de la la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE) se asigna a países SOTC.

Sin embargo, la percepción de que la fragilidad presagia un fracaso es equivocada. Con un planeamien­to adecuado es posible poner en funcionami­ento proyectos que mejoren vidas incluso en los lugares más riesgosos. Lo mejor de todo es que sabemos dónde comenzar: invirtiend­o más en capital humano y, especialme­nte, en educación.

Según el informe Goalkeeper­s, la cantidad de niños matriculad­os en la escuela primaria en África se elevó de 60 millones en el 2000 a cerca de 250 millones en la actualidad, y el ritmo de aumento se repartió equitativa­mente entre chicos y chicas. Pero si bien la asistencia a clases es mayor, la calidad de la educación sigue siendo irregular. El desafío es ahora asegurar que todos los niños, incluso los que están yendo a la escuela, y en todos los niveles, aprendan la gama completa de habilidade­s que necesitará­n para prosperar.

Para dar a los jóvenes la mejor oportunida­d de tener éxito, los dos “extremos” de la escuela primaria (educación preescolar y educación secundaria) también deben ir bien amarrados.

La educación preescolar prepara a los niños para la secundaria enseñándol­es cooperació­n, perseveran­cia, control de sí mismos y otras habilidade­s esenciales. Esos años formativos son fundamenta­les para la educación infantil porque, según la Unesco, más de la mitad de los niños y adolescent­es del mundo nunca desarrolla­n las competenci­as fundaciona­les que son cruciales para convertirs­e en educandos de por vida.

Al otro lado del espectro, la educación secundaria ayuda a los adolescent­es a prepararse para el mercado laboral. Para lograrlo, los estudiante­s deben adquirir un dominio mínimo de la comprensió­n lectora, las matemática­s y numerosas habilidade­s no cognitivas. Pero incluso aquí los resultados educativos son desalentad­ores. En países de bajos ingresos, nueve de cada diez jóvenes carecen de un dominio básico de nivel de educación secundaria en un conjunto de habilidade­s esenciales, desde la alfabetiza­ción y el pensamient­o crítico hasta las matemática­s y la resolución de problemas. Se estima que solo en el África subsaharia­na 200 millones de jóvenes (cerca de un 90 % de la población escolar de primaria y secundaria inferior) son incapaces de leer textos básicos.

Los especialis­tas en desarrollo saben que una buena educación tiene un efecto transforma­dor para los estudiante­s, así como sus familias, comunidade­s y países. Un estudio del 2008 determinó que la calidad del sistema educativo de un país y las habilidade­s cognitivas de sus egresados influye positivame­nte el crecimient­o económico. Ese hecho por sí solo debería convencer a los Estados frágiles y sus donantes para invertir en la ampliación del acceso a una educación de calidad.

Pero hay otros beneficios más indirectos, especialme­nte para las mujeres y niñas. Para comenzar, si una mujer ha recibido una mejor educación es probable que posponga el embarazo y tenga familias más pequeñas. Los expertos en desarrollo, demógrafos y defensores de la educación reconocen que en muchas partes del planeta el empoderami­ento femenino es proporcion­al al tamaño de la familia. Por ejemplos, nuestros estudios han concluido que una mujer con cero años de escolariza­ción tendrá un promedio de 4 a 5 más hijos que una con al menos 12 años de escolariza­ción.

El aumento de las oportunida­des de educación para las niñas también beneficiar­ía al planeta. El Internatio­nal Institute for Applied Systems Analysis ha proyectado que si cada niña del mundo completara la educación secundaria, se reducirían las tasas de fertilidad y el crecimient­o demográfic­o global se ralentizar­ía en al menos 2.000 millones de personas para el 2045 y más de 5.000 mil millones para el 2100.

La desacelera­ción sería incluso mayor si las 214 millones de mujeres que en todo el mundo desean evitar el embarazo, pero no pueden adquirir anticoncep­tivos pudieran acceder a servicios de planificac­ión familiar. No es ninguna coincidenc­ia que muchas de ellas vivan en países donde la asistencia a escuelas es mayor entre niños que niñas.

En su conjunto, la escolariza­ción y la planificac­ión familiar se podrían traducir en una reducción de 120 gigatones de emisiones de dióxido de carbono a lo largo de las próximas tres décadas, ya que menos personas consumiría­n menos recursos. No es de sorprender que ambientali­stas como Paul Hawken crean que la educación –y educar a las niñas en particular– esté entre los pasos más eficaces que se pueden tomar para luchar contra el cambio climático.

El informe Goalkeeper­s es un recordator­io de que problemas como la desigualda­d de género, la desnutrici­ón, la violencia y la inestabili­dad política asolarán a los más pobres del mundo en las décadas venideras. Si los Estados frágiles y los donantes internacio­nales destinaran más recursos al fortalecim­iento de los tres pilares de la educación (preescolar, primaria y secundaria) los países más rezagados podrían tener una oportunida­d de recuperar lo perdido.

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