Amigo, hoy es jueves

Ya van dos semanas que no pasás por mi escritorio para cumplir con tu tradición de decirme “Hoy es miércoles”, tu forma particular de recordarme que tengo que escribir esta columna, que se publica cada jueves.

¡Claro que echo de menos esa rutina! Me hace falta verte entrar al edificio en el que trabajamos y dirigirte hacia tu puesto de trabajo, no sin antes hacer una breve escala frente a mí para pronunciar las tres palabras que me inducen a escribir unas cuantas líneas dedicadas al fútbol.

Escribir sobre vos es hacerlo también sobre ese mundo de gramilla, bolas, penales, goles, tiros libres, tarjetas rojas y amarillas, árbitros, jugadores y aficionados, pues a este bello deporte le has dedicado muchos e importantes años de tu vida. No desde las canchas, pero sí desde los teclados, grabadoras y libretas de apuntes.

Lo tuyo no es correr detrás de un balón, pero sí detrás de las palabras; alinear futbolistas, sino títulos; preparar estrategias, más bien ediciones; hacer jugadas de pared, aunque sí jugar con imágenes y conceptos; velar por la línea de cal, pero sí por las líneas de texto; rematar una bola, sino crónicas, ni estar atento al pitazo final, sino a la hora del cierre.

Sí, desde que te conozco, hace 27 años, el periodismo deportivo es tu pasión, el pan tuyo de cada día.

¿Cuántas notas habrás escrito, cuántos análisis planeado, cuántas crónicas editado, cuántas coberturas especiales planificado (mundiales de fútbol, olimpiadas, Juegos Centromericanos y del Caribe, y Juegos Deportivos Nacionales, por ejemplo)?

¿Cuántas veces hemos conversado sobre el torneo nacional de Primera División? ¿En cuántas ocasiones hemos compartido pronósticos, quinielas, posibles explicaciones y, por qué negarlo, bateos? ¿Cuántas horas tertulia les hemos dedicado a Saprissa, la Liga, Herediano y Cartaguito?

Hoy día estás momentáneamente alejado de las canchas, pues la vida, la impredecible vida, te obligó a hacer una pausa para enfrentar una prueba con valentía, optimismo, el apoyo de tu familia y tu enorme fe en Dios. Contás también con el respaldo de quienes tenemos la fortuna de conocerte, admirarte y quererte; desde las graderías de la amistad y la solidaridad te hacemos barra todos los días.

Amigo, ya van dos semanas que no te escucho decir “Hoy es miércoles”. Hoy es jueves y desde esta cancha, tu cancha, te envío un cálido y fuerte abrazo y mis mejores deseos de que pronto superés tu actual desafío y volvás a recordarme cada semana que tengo que escribir esta columna.