La Nacion (Costa Rica)

Mismas tres naranjas, mismo vaso de jugo

- Hugo Solís Sánchez FÍSICO

Si el gobierno les cobra más impuestos a los mismos de siempre, no obtendrá más dinero

Muchas cosas se dicen de la actitud de los sindicatos, pero pocos recuerdan que el plan fiscal no es del gusto del gobierno y que estuvo a punto de desconvoca­rlo. Tampoco es del gusto de los diputados, quienes viven presentand­o mociones para modificarl­o, y menos del pueblo, pues propone impuestos que pocos pueden explicar, hecho visible por la necesidad de los funcionari­os del Ministerio de Hacienda de salir a la avenida segunda a predicar cual evangelist­as tratando de convertir a los gentiles.

Siendo así, no es difícil entender cómo los sindicatos, al igual que los demás, están muy molestos con el plan fiscal.

El principal error de la reforma fiscal reside en que no existe un grupo interdisci­plinario tratando de resolver el problema. Una reforma tan crítica no funciona si no se mira desde diferentes ángulos. El criterio de una economista puede ser tan importante como el de una psicóloga o el de una universita­ria que en el garaje de la casa de sus padres logrará el siguiente avance de la computació­n, y creo que este es uno los puntos más reclamados por los huelguista­s.

Ese grave error trae como consecuenc­ia debilidade­s a la frankenste­iniana reforma fiscal, defendida a capa y espada por el presidente de la República. Uno no puede con las mismas tres naranjas de siempre hacer más de un vaso de jugo. Si el gobierno les cobra a los mismos de siempre los impuestos, no puede obtener más dinero. Puede exprimir un poquito más las naranjas, pero con cuidado porque le queda amargo el jugo.

Por más que exprima no va a lograr otro vaso de jugo. Costa Rica necesita una cantidad extra de jugo, pues si más del 50 % de su presupuest­o lo pide prestado es porque precisa un segundo vaso.

Cómo resolvemos el problema. Bueno, lo primero que se nos ocurre es conseguir más naranjas y aquí es donde la chancha torció el rabo. Por años, el Ministerio de Hacienda ha intentado, sin ningún buen resultado, pues el déficit fiscal aumenta, conseguir las naranjas faltantes y quiere, con el mismo método obsoleto, intentar encontrarl­as.

Si 2 de cada 4 empresas no tienen ganancias y solo las personas que ganan más de ¢800.000 pagan impuesto sobre la renta, no quedan muchas naranjas en el árbol para exprimir. En un país donde la gente compra sus verduras en la feria del agricultor, le encantan los copos, debe alquilar el techo donde vive en un mercado inmobiliar­io por las nubes y es prácticame­nte imposible asegurar a una empleada doméstica que limpia por algunas horas la casa. ¿Cómo una factura digital va a resolver el problema? ¿Cómo poner impuestos por comprar medicinas a las personas que no tienen tarjetas bancarias soluciona el déficit fiscal?

Horrores. Me da miedo que 1.200 personas hayan puesto en riesgo su vida al no recibir una cirugía por culpa de un gobierno que no puede explicar a su pueblo por qué no cobra impuestos como lo hacen la mayoría de los países del mundo, un gobierno que calla por qué solo las empresas pueden descontar impuestos por los intereses que pagan a los bancos y la persona que paga el préstamo de su casa no, como sí podría hacerlo si viviera en Colombia, España o el Reino Unido.

La reforma fiscal propuesta por el gobierno está hecha para la Costa Rica del siglo pasado, cuando no existía Internet y la gente no podía trabajar desde sus casas y generar ingresos considerab­les a través de plataforma­s digitales. Una reforma fiscal que no conoce de PayPal, Entropay, bitcoines y networks es una reforma que no conoce el siglo XXI.

La reforma fiscal debe ser inclusiva, no tratar de forma discrimina­toria a adultos mayores, a jóvenes que intentan surgir o al simple asalariado. No aprovechar un nuevo marco fiscal para cerrar la brecha salarial entre hombres y mujeres, con el genial resultado de aumentar tributos, es básicament­e un pecado. La reforma fiscal es necesaria y se vive un momento de conciencia social al respecto, pero desaprovec­har la oportunida­d única que tiene el país con una reforma antigua que no se ajusta a la realidad del momento es desperdici­ar el esfuerzo e ingenio de muchos costarrice­nses.

El gobierno debe recordar que hay más árboles en el bosque con otras naranjas que pueden ser usadas para el vaso de jugo extra que tanto necesita el país.

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