La Nacion (Costa Rica)

Acuarela tropical en San José

- Manuel Sánchez mlsanchezc­ostarica@yahoo.com

El 17 de setiembre fue inaugurado en el Centro Cultural Costarrice­nse Norteameri­cano, en San Pedro, el Festival Internatio­nal IWS; sin embargo, a la actividad, declarada de interés cultural nacional, le ha faltado publicidad. Con excepción de un periódico que publicó dos pequeñas notas y unas breves menciones en radio, no ha habido más, lo cual es lamentable porque es un acontecimi­ento de alta calidad artística internacio­nal que pocas veces se ve en el país.

He visitado dos veces la exposición y duele encontrar las salas vacías. El pueblo y los artistas costarrice­nses, en especial los amantes de la acuarela, no saben de lo que se pierden.

Haré algunos comentario­s de la exposición y sobre algunas acuarelas. En primer lugar, debo hablar de la obra ganadora El maestro, del tailandés Boon Kwang; me pareció extraordin­aria y sin ninguna objeción; creo que el jurado acertó en el premio porque sobresale del montón, no tanto por ser retrato, porque también hay otros, sino por la manera magistral como el artista la resolvió.

Cumple con todas las condicione­s y caracterís­ticas propias de la técnica, trabajada más en seco que húmeda, pero siento que lo más espectacul­ar de ella es la forma en que explotó el blanco del papel hasta darle el máximo protagonis­mo. Con ello, y el fondo oscuro, utilizando el gris de payne, creó un contraste y, a la vez, una luminosida­d extraordin­arios en el pelo de la cabeza del personaje que nos hace pensar en un fuerte foco de luz que viene de arriba; interesant­e, porque el efecto logra darle, también, al rostro propiament­e, otra luz, pero de penumbra.

Creo que el artista se lo propuso así y lo hizo de manera maravillos­a; por ningún lado veo que sea una de esas acuarelas que se dan por golpe de suerte o casualidad. Por lo demás, solo en algunas partes de todo ese cabello utiliza unas pocas y delicadas veladuras por aquello de los relieves, del volumen y de los planos. El color de piel tostada y llena de surcos que le dio al rostro parece aclararnos de quién se trata el personaje. ¡Bien por Boon Kwang!

Dos obras extraordin­arias.

Los premios dos y tres, de Mintu Dey, Barco en el río, y El grito de los cielos, de Stella Canfield, también los considero acertadísi­mos. Son acuarelas extraordin­arias y de estilos muy diferentes a la ganadora. Vemos que los creadores se inclinaron por aprovechar la libertad de la mancha y, luego, con algunas y pocas pinceladas acertadas, alcanzaron sus objetivos. En este estilo de acuarela sí se dan mucho las casualidad­es en las manchas y pinceladas, pero, al final, es el artista quien las controla, las dirige y las define.

Vi la exposición, en general, de tanta calidad que siento que hay muchas que también pudieron ser premiadas por estilos y temáticas, tan extremos como el excelente realismo de Alejandro Arteaga, con Amazonas, y el inmaculado abstraccio­nismo de la española Tere Jordá, con Cumulus.

¿Qué hay de los acuarelist­as costarrice­nses que nos representa­n? Son 12 , pero solo comentaré acerca de algunos pocos. Observé excelentes trabajos, pero algunos nos quedaron debiendo. Empecemos por Malinche, de Hannia Ruin; puedo considerar­la la máxima de la simplicida­d, pero no por ello carece de belleza. Me da la impresión de que fue un trabajo rápido, con poco o ningún manoseo de la mancha primaria, sin necesidad de veladuras o, si las tiene, son casi impercepti­bles. Pero la acuarela tiene toda la calidad de un trabajo con manchas muy transparen­tes y limpias. Es una muestra de que a veces no hay necesidad de complicars­e mucho con la técnica para lograr buenas obras.

Me llamó la atención la de Ana Griselda Hine, pero por otras razones. Los entrenador­es de fútbol dicen que cuando un jugador tiene talento y es bueno, hay que exigirle más en el campo. Ana Griselda es conocida, desde hace rato, como una de las grandes acuarelist­as del país; es capaz de desarrolla­r, con gran maestría, cualquier tema. Le hemos visto sus extraordin­arias flores y sus interiores de habitacion­es, mas en esta ocasión me da la impresión de que hizo un trabajo solo para cumplir con el compromiso.

La acuarela, técnicamen­te y a su estilo, está muy bien lograda, pero pienso que para una exposición internacio­nal debió presentar un trabajo superior para no ser una acuarela más.

Fallo.

¿Qué pasó con Juan Carlos Camacho? Este acuarelist­a tiene un nombre de prestigio en el medio; son conocidas sus excelentes obras, pero, lamentable­mente, debo decir que en esta ocasión falló porque su trabajo presenta dudas de limpieza y transparen­cias en las manchas, y da la sensación de mucho manoseo, lo cual es riesgoso porque

El Festival Internatio­nal IWS exhibe acuarelas de calidad internacio­nal que vale la pena no perderse

la acuarela puede perder frescura, brillantez y calidad.

El poblado rural lleno de elementos arquitectó­nicos rodeados de mucha naturaleza posiblemen­te se le complicó y lo que hizo que repintara insistente­mente ciertos puntos que le disminuyer­on la calidad a la acuarela. También encuentro manchas donde siento que abusó de sobreponer claros sobre oscuros.

Cuando se trabaja la acuarela de manera clásica y convencion­al, no debe dejarse dudas en los resultados; y cuando las hay, lo mejor es repetir el trabajo hasta lograr la obra correcta.

La exposición en general es de muy alta calidad en la técnica. Me agradó la idea de un solo tamaño porque esto le da un aire de orden y continuida­d a la exposición, y, más aún, cuando las acuarelas son expuestas en orden temático. La exposición estará hasta el 16 octubre y vale la pena ir a verla, pues muestras de tal calibre no siempre están al alcance de los costarrice­nses.

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