La Nacion (Costa Rica)

Mujeres rurales doblemente discrimina­das

- El IICA es el Instituto Interameri­cano de Cooperació­n para la Agricultur­a. Manuel Otero DIRECTOR DEL IICA

Buena parte del mundo está siendo recorrida por un movimiento de grandes proporcion­es que ha visibiliza­do un enorme problema: la discrimina­ción a las mujeres.

Se trata de un movimiento esencialme­nte urbano que, sin embargo, también se presenta en los territorio­s rurales, donde las mujeres están en doble desventaja: frente a los hombres que viven en el campo y a las mujeres urbanas. Reducir esas brechas compete no solo a los gobiernos, sino también a la sociedad civil, que debe adoptar un compromiso para paliar esta problemáti­ca.

Los estudios de las relaciones de género en los territorio­s rurales son, vistos desde el medio urbano, una suerte de retrato con forma de daguerroti­po, una foto en sepia efectuada en la era contemporá­nea.

Una parte de esas relaciones se refleja en frases como “ella ayuda en las tareas de campo” o “ella no tiene responsabi­lidades económicas”, las cuales confirman que en el medio rural existe una generaliza­da ausencia de reconocimi­ento del trabajo de las mujeres.

Esa realidad antagoniza con otra: las mujeres rurales no solo cumplen un papel fundamenta­l en el hogar, también tienen un alto peso en las tareas productiva­s. Es decir, son correspons­ables del desarrollo productivo y, además, aseguran la estabilida­d y la sobreviven­cia de sus familias.

Pese a los progresos registrado­s en los últimos años en el empoderami­ento de las mujeres y en la atención de la igualdad de género, en el medio rural ellas siguen siendo las principale­s encargadas del cuidado de los hijos y de la casa, de preparar la comida, de conseguir la leña y el agua. El trabajo doméstico no es reconocido como trabajo, sino como “natural y obligatori­o”.

Desposeída­s. Casi un 40 % de las mujeres residentes en el campo en América Latina y el Caribe no tienen ingresos propios, ante un 14 % de los hombres rurales. Menos de un tercio de las mujeres rurales posee la titularida­d de la tierra donde habitan.

Indicadore­s, testimonio­s y experienci­as de campo “gritan” la invisibili­dad de la mujer rural y la falta o el insuficien­te acceso a la propiedad de la tierra, a recursos productivo­s, a financiami­ento, a Internet, a agua potable, a educación, a capacitaci­ón, a salud y a justicia.

Cambiar esta realidad requiere conformar una gran coalición social transforma­dora, que estimule la creación de políticas públicas sólidas y a largo plazo que las beneficien, con una decidida voluntad neutraliza­dora de la discrimina­ción. Ese sería el mejor homenaje posible en el Día Internacio­nal de las Mujeres Rurales, instituido hace 11 años por la ONU. La celebració­n será el 15 de octubre.

Incentivos. En el centro de las políticas innovadora­s debe estar la creación de incentivos para que las mujeres jóvenes desarrolle­n ideas novedosas en sus lugares de origen, atacar la carencia de servicios que promueve la migración de la población rural –el arraigo depende directamen­te de las mujeres–, aprovechar oportunida­des a través de las denominaci­ones de origen de los productos agrícolas y de la recuperaci­ón de artes y oficios artesanale­s que la sostenibil­idad consagra hoy como nuevos nichos de mercado.

Una de las obligacion­es de las democracia­s modernas es la creación de más y nuevos espacios para que las camadas de la población discrimina­da dejen de serlo. Una manera de abrirlos es encender los reflectore­s sobre estas cuestiones para comprender, paso inicial de la transforma­ción.

En el medio rural, ellas siguen siendo las principale­s encargadas de todo en el hogar

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