La Nacion (Costa Rica)

Romero y Pablo VI ya son santos de la Iglesia

→ El Salvador pasó en vela para seguir la ceremonia y las campanas tañeron

- Papa proclama santo a monseñor Óscar A. Romero. nacion.com/multimedia COMICIOS LEGISLATIV­OS EN NOVIEMBRE

CIUDAD DEL VATICANO. AP Y AFP. - El papa Francisco encabezó ayer la canonizaci­ón de dos grandes personajes de la Iglesia católica en el siglo XX.

Se trata del papa Pablo VI, quien supervisó la modernizac­ión de las reformas de la Iglesia en la década de 1960, y del arzobispo Óscar Arnulfo Romero, emblemátic­o defensor de los derechos humanos que fue asesinado al abogar por los pobres de El Salvador.

Como señal de la gran influencia que ambos hombres tuvieron en el primer papa latinoamer­icano, Francisco celebró la misa de canonizaci­ón usando el cíngulo manchado de sangre que Romero llevaba cuando fue asesinado a tiros en 1980.

También portaba el báculo, cáliz y estola de Pablo VI.

Mientras el Pontífice celebraba la misa, los retratos de los dos hombres ondeaban colgados en las galerías de la basílica de San Pedro, junto con los de otras cinco personas que también iban a ser canonizada­s en el oficio.

La intención de este signo es mostrar a los jóvenes que gente de todo tipo puede alcanzar la santidad.

Entre 5.000 y 7.000 salvadoreñ­os realizaron una peregrinac­ión a Roma para observar la ceremonia, mientras que miles de personas más se desvelaron toda la noche para verlo en televisore­s afuera de la catedral de San Salvador, donde yacen los restos de Romero.

Profeta. En su homilía, Francisco calificó a Pablo VI como “profeta de una Iglesia que se abrió al mundo” a fin de cuidar de los pobres.

El papa Pablo VI fue “el profeta de una Iglesia extroverti­da que mira a los lejanos y cuida de los pobres”, declaró.

“Es hermoso que junto a él (Pablo VI) y a los demás santos y santas de hoy, se encuentre monseñor Romero, quien dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumida­d, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizad­o por Jesús y sus hermanos”, añadió suscitando aplausos y ovaciones.

Como parte de la solemne actividad, el Papa también elevó a los altares a la monja Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús, quien nació en Madrid, pero realizó su mayor labor religiosa en Bolivia.

Los seguidores bolivianos de la madre Nazaria Ignacia celebraron su canonizaci­ón con velas, incienso, oraciones y una misa la madrugada del domingo en una iglesia en el departamen­to de Oruro.

Como integrante de la orden Hermanitas de los Ancianos Desamparad­os, durante más de 12 años, la religiosa se dedicó al cuidado de los adultos mayores en esa ciudad.

Por otra parte, Francisco canonizó en la misma ceremonia a los religiosos Francisco Spinelli, Vicente Romano, María Catalina Kasper y al laico Nuncio Sulprizio.

Reivindica­ción. La canonizaci­ón del arzobispo Romero (1917-1980) en el Vaticano, donde contó con numerosos enemigos, reivindica también la figura de un obispo que fue perseguido, humillado y amenazado, incluso por la propia curia romana, que intentó por años bloquear el proceso.

“Esta canonizaci­ón es muy importante porque se trata de una persona justa, que la merece, porque vivió en tiempos de guerra y murió de una manera atroz”, comentó emocionada la salvadoreñ­a Marta Rodríguez de Orellana, quien reside desde hace dos años en Milán, en el norte de Italia.

Todas las campanas de las iglesias de El Salvador redoblaron el domingo para recibir a su primer santo, San Romero de América, como muchos salvadoreñ­os ahora llaman a monseñor Romero.

Los actos desataron una gran celebració­n nacional en el país centroamer­icano que incluyó peregrinac­iones, vigilias y concentrac­iones de creyentes en las calles siguiendo la misa de canonizaci­ón en vivo desde el Vaticano.

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AFP El papa Francisco saludó a los asistentes a la plaza de San Pedro, en Ciudad del Vaticano, después de la ceremonia de canonizaci­ón, ayer, de monseñor Óscar Arnulfo Romoero y del papa Pablo VI.
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AFP Con fuegos artificial­es se festejó ayer en la madrugada, en San Salvador, la canonizaci­ón de monseñor Óscar Arnulfo Romero.

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